EL AZOTE DEL VIRUS

Actores y bailarines en el pozo por el covid: "Llevo 6 meses sin ingresos y Hacienda me ha embargado"

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Marta Cervera

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La crisis causada por la pandemia aprieta y los repartos de alimentos para gente del espectáculo aumentan. Por primera vez Actúa Ayuda Alimenta (#AAA), organización solidaria que cubre necesidades básicas de trabajadores de la cultura y el espectáculo, ha puesto el foco en la danza. "Repartiremos un total de 130 cestas, más que nunca", indica Sergi Cochs, impulsor de esa iniciativa que durante la pandemia ha dado alimentos ya cinco veces a familias de músicos, técnicos, actores... 

Este jueves han convertido el 'hall' del Mercat de les Flors, principal escenario público para la danza, en centro de reparto. Han acudido a colaborar coreógrafos y bailarines como Brodas Bros, Ariadna Peya y Àngels Margarit, directora del centro. Todos son conscientes de la dura situación del sector debido a la pandemia. "Hay bailarines que pasan hambre", cuenta la coreógrafa Maria Rovira. Este colectivo ha estado históricamente en el vagón de cola de la cultura y con las últimas medidas decretadas por la Generalitat, más. No solo se han perdido actuaciones -los pocos afortunados que tuvieran algún bolo en Catalunya- pues el pasado día 30 <strong>se prohibieron los espectáculos en vivo </strong>y se obligó a bajar la persiana a escuelas de danza. Es que ya no tienen ni espacios donde prepararse. Centros adonde acuden los profesionales de la danza, como la Piconera o la Caldera, han tenido que cerrar.

"Yo tengo bailarines admitidos en el American Ballet y Acosta Danza que a causa del covid están aquí y se preparaban en mi centro. ¡Han de poder seguir trabajando!", explica desesperada Marisa Yudes, presidenta de la Asociació d'Escoles de Dansa Autoritzades. "Este segundo parón puede ser mortal. Muchos bailarines trabajan como docentes y todo está parado. Nuestro trabajo es muy vulnerable", añade Xevi Dorca, coreógrafo, bailarin y actor que está al frente de la Associació de Professionals de la Dansa de Catalunya. La situación es crítica. "Son momentos excepcionales. Estamos surfeando la situación creada por el covid-19 como podemos", afirma Ángels Margarit, que tuvo compañía propia de los 19 a los 57 años. "La danza nunca ha contado con un tejido que la sostenga. Vive en una fragilidad total y entiendo que muchos piensen en dejarlo. Pero pasa en la danza y en otros sectores, también". 

Karime Amaya: "Si no bailas, tu cuerpo se atrofia"

Dentro de la danza, el flamenco también sufre. "La mayoría de nosotros trabajamos en tablaos y ahora, como no hay turistas, están cerrados. El madrileño Casa Patas ha desaparecido y veremos qué pasa con el resto", explica Karime Amaya, una mujer hecha a sí misma que a sus 35 años no sabe cómo seguir adelante. La sobrina nieta de la célebre Carmen Amaya, que ha bailado en destacados lugares de Nueva York o Tokio y trabajado con primeras espadas del flamenco como Tomatito, Farruquito y Gerardo Núñez, no ve cómo podrá seguir adelante. "Toca reinventarse, pero ¿de qué vas a buscar trabajo cuando lo único que has hecho en tu vida es bailar? ¿Qué voy a poner en mi currículum?".

Ella ha pensado en aprender a trabajar a distancia, y dar clases de baile 'online'. "Yo llevo desde los 14 años dedicada al baile; ¿qué probabilidades tengo de encontrar trabajo en otra cosa? Ponerte a estudiar es otra posibilidad pero renunciar a lo que amas, a tu vida, es muy triste". Durante el confinamiento lo pasó fatal. No poder bailar la afectó anímicamente. "Si no bailas, tu cuerpo y tu mente se atrofian", expone esta bailaora, galardonada en el Festival de Jerez del 2013.

Ahora, por suerte, el Tablao Cordobés le ha cedido la sala unas horas para que pueda ensayar. "Es una suerte porque durante los primeros cuatro meses de confinamiento no pude ponerme los zapatos y pasé un agobio horrible", confiesa. Al menos mientras taconea, se suelta y se olvida por un momento de la cruda realidad. "Aunque ha cesado toda mi actividad y llevo seis meses sin ingresar nada porque no hago espectáculos, Hacienda me ha embargado. No tenía con qué hacer frente a mis préstamos y compromisos, ni tampoco para pagar el IVA de los meses anteriores trabajados..." . Se siente impotente. "Te obligan a pagar pero es fácil comprobar que los artistas flamencos no tienen de qué vivir: todos los tablaos están cerrados a cal y canto. Solo puede trabajar una minoría, los que actúan en festivales". Todo se le ha venido encima estos meses, por suerte le han rebajado el alquiler porque no podía afrontarlo. "Los autónomos no tenemos derecho a paro. Tengo una prestación extraordinaria del Gobierno de 600 euros, una cantidad irrisoria comparada con lo que yo ganaba cuando podía trabajar". La empezó a cobrar a los dos meses de declararse el estado de alarma y, de momento, se ha prorrogado. 

En sectores como el suyo, donde la actividad no se ha reanudado, temen que con el tiempo se olviden de ellos. "El Gobierno debería ser comprensivo y darnos un margen para pagar más adelante, cuando podamos trabajar. Es muy fuerte lo que está pasando". Pese a ser un sector históricamente desunido, "donde cada cual va por su lado", la crisis ha llevado a formar la organización Som Artistes Sindiclistes. "Intentaremos luchar para que nos hagan caso". 

Cuenta que su hermano, tocaor, lleva seis meses sin poder pagar el alquiler. "Lo que cobra del paro lo necesita para alimentar a su familia, tiene dos niños". Ella por suerte no necesita por ahora recurrir a los alimentos que distribuye Acció Ayuda Alimenta pero sabe de mucha gente que agradece el gesto. "Hay flamencos que pasan hambre". Y está más que claro que cualquiera de ellos puede acabar siendo el próximo que solicite esa cesta de comida con productos básicos. Desde que empezaron estos repartos la cantidad de cajas distribuidas ha ido en aumento. 

Laura Pau: "Algún día se me acabarán los ahorros"

Para Laura Pau, actriz de The Feliuettes, la vida se está complicando. "Algún día se me acabarán los ahorros, aunque en esta época, como no sales de casa, no gastas", dice la intérprete, que forma parte de Els Pirates, la compañía que gestiona El Maldà. "Este último cierre de los teatros me ha hecho perder los 1.200 euros de unos bolos que tenía con el espectáculo 'El mèdium' que hago con Josep Pedrals, que ya venían recolocados del primer confinamiento". Cuando le hablas de las ayudas previstas por la Generalitat para compensar los bolos cancelados explica que estas solo son "para espectáculos programados en espacios públicos grandes o que estén en el catálogo programa.cat, donde los ayuntamientos contratan espectáculos. Si no estás allí, nada".

El 2 de diciembre tenía que reponer el aplaudido 'Akelarre' en el Maldà, espectáculo con textos de Claudià Cedó y Cristina Clemente y música de Clara Peya y Arnau Tordera. Y en enero, en el mismo teatro, estrenar 'Boira a les orelles', otra producción afectada por la pandemia la temporada pasada. "Preveo que vienen meses complicados de trabajo. En el primer parón pude solicitar el paro como trabajadora y me cubrió de marzo a julio. Algunos bolos puntuales de septiembre a octubre y algún rodaje me han permitido aguantar". 

A las primeras ayudas de la Generalitat no pudo acogerse por estar cobrando el paro. "Había tantos requisitos que muchos no pudimos acogernos a ellas. Esta vez es diferente, dicen", comenta respecto a las nuevas ayudas que acaban de salir, un pago único de 750 euros, que "no alcanza ni el salario mínimo profesional".  Pero es lo único a lo que puede acceder en estos momentos. De las ayudas del ministerio, que también solicitó en su día, nunca obtuvo respuesta. 

Por suerte, los problemas para pagar el alquiler del Maldà se han capeado con una rebaja a la que ha accedido la propiedad. Y tampoco ha sufrido al no poder pagar dos meses su piso, que por suerte tiene alquilado a un familiar. "La pandemia ha sacado a la luz la precariedad de los artistas que siempre vamos trampeando como podemos. El Estatuto del Artista lleva años parado y ya es hora de tener una ley, como en Francia, que reconozca la intermitencia en nuestro trabajo". Sin en el apoyo de la gente que la rodea lo tendría crudo.

Por suerte, al menos ahora tiene un trabajo como docente en el Institut del Teatre. "Solo me ocupa dos mañanas y me reporta limpios 430 euros", dice satisfecha de tener al menos un ingreso garantizado durante este año. Ella, como todos los actores, directores, coreógrafos, bailarines, cantantes, escenógrafos, músicos... se siente ninguneada. "Se está permitiendo que unos sectores económicos trabajen y otros no, ponen a unos por delante de otros. El nuestro ha aplicado las medidas de seguridad a rajatabla y no hay huella de brotes de covid entre el público que acude a un espectáculo. En cambio, si surge un brote en un matadero, ¿acaso se les ocurre cerrarlos todos?". Y le sorprende que se haya relacionado el parón en los teatros con la movilidad. "¿Cuánta gente va más de una vez al mes al teatro, o al cine?" 

Por ahora se concentra en la versión castellana de 'Aquelarre', aplaudida pieza feminista que presentarán en el Fetival Territorio Violeta de Madrid en enero. A diferencia de Catalunya, en la Comunidad de Madrid, todo sigue abierto y con aforos al 75%.

Laura Ruiz: "¿Para qué seguir luchando?"

Laura Ruiz es una de esas bailarinas con formación clásica que, como muchas especialistas en danza de Catalunya, es 'free lance'. Trabaja en diferentes compañías, principalmente extranjeras. Ha actuado en escenarios emblemáticos como la Corte de los Papas del Festival de Aviñón y en numerosos teatros de ópera. "No me he podido acoger a nada porque como no formo parte de un colectivo estable, no tengo una compañía y como persona física, no cuento".

Explica que en su profesión "muchos contratos se hacen en negro" y eso complica las cosas ante la Administración. "Todo es muy precario en la danza y los contratos, cuando los hay, están cogidos con pinzas: uno es aquí, otro es en Suecia, el otro en Francia. ¿Dónde pides ayuda? Yo soy de aquí pero me dicen: 'Llevas 10 años trabajando fuera, que te ayuden los demás'. Y en el extranjero me dicen que como soy española, que me ayuden en España. Estamos con el culo al aire".

El panorama es desolador. En Francia el estatus de intermitente permite a los artistas cobrar cuando no tienen trabajo y ella había podido ahorrar algo gracias a sus actuaciones en el país vecino. Entre eso y los trabajillos que ha podido hacer como vendedora en la tienda de un amigo, ha ido tirando hasta ahora.

Ella, como el 90% de los bailarines catalanes que conoce, se ha buscado la vida trabajando en tiendas, en 'call centers', en bares... algo que ahora, con las nuevas restricciones, es casi imposible. "Solo así logramos poder vivir y mantener todo lo que implica ser bailarín: estar en forma, viajar para hacer audiciones, estar a punto por si te sale la oportunidad de hacer un vídeo..." Los bailarines necesitan entrenar su cuerpo, si no están en forma el riesgo de lesión aumenta y las posibilidades de encontrar trabajo disminuyen. "Mi último trabajo como bailarina fue en Italia en marzo, a principios, antes que todo petara".

En Barcelona suele estar en los espectáculos infantiles en el Liceu. "El próximo año tenía previsto trabajar dos semanas con ellos haciendo 'Els músics de Bremen' en enero, pero hace un mes y medio nos dijeron que se reducía a una semana; quizá ni se haga". Y si no tiene contrato firmado, no podrá cobrar ni acceder a ayudas. "Aunque el Liceu sea el mayor teatro de Catalunya, si no tienes nada firmado todo el mundo se lava las manos. Por mucho que yo me haya reservado esas fechas y me haya preocupado de tener mi cuerpo a punto".

Mantenerse en forma ha sido un reto este año. El primer confinamiento lo superó entrenando por su cuenta en casa tres horas. "Fue duro. La cabeza también cuenta y entrenar para nada, porque no había trabajo, acabó desmoralizándome. En verano, me tumbé en el sofá. En septiembre empecé a entrenar de nuevo y, ahora, llega esta sengundo parón. Y ¿quién se cree que serán solo dos semanas de inactividad? La última vez fueron tres meses".

Todo empeora además porque el centro donde va a practicar está cerrado. Pese a todas las medidas de seguridad y contagios cero hasta ahora en los estudios de danza. Desde el 30 de octubre tienen prohibido abrir y eso que allí van con mascarilla todo el tiempo y tienen un espacio de dos metros por dos en la sala para cada bailarín. "He empezado a entrenar en casa pero es desolador. Mi casa es pequeña y si estiro la pierna me llevo la tele por delante". Está desanimada y contempla abandonar la profesión. "Acabo de cumplir 41 años, que es cuando empieza el declive de mi carrera, me quedan pocos años para bailar ¿Para qué seguir luchando? Es triste. Si quieres nos ponemos a llorar. Muchas veces he visto a gente llorando al salir de entrenar estos días de aquí", dice ante la Escuela de Danza Eulàlia Blasi a la que le gusta acudir. 

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