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Crítica de 'Bob Esponja: un héroe al rescate': dos amigos y un destino

La tercera película del icono animado es un delirante 'road trip' con la celebración de la amistad como parada final

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Juan Manuel Freire

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El tercer largo de Bob Esponja es el primero sin la participación del padre de la criatura, Stephen Hillenburg, fallecido en el 2018 a consecuencia de la ELA. Sus compañeros le dedican una película que no solo celebra, sino que sublima, el delirante imaginario creado por Hillenburg, además de elevarse como un homenaje a la amistad. Es una autoconsciente película 'de colegas', hecha por colegas, en tributo a un gran colega.

La dirige y escribe el veterano de la serie Tim Hill, sobrino de George Roy Hill, director de 'Dos hombres y un destino'. Aquí son una esponja y una estrella de mar, Bob y Patricio, quienes emprenden un viaje juntos en busca del secuestrado caracol Gary. Su guía espiritual es Keanu Reeves, o la cabeza de Keanu dentro de una planta rodadora del desierto. Lo más normal en este universo.

Como las otras películas de la saga, 'Bob Esponja: Un héroe al rescate' puede llevar a los personajes animados al mundo (más o menos) real. La animación 3D domina todo el relato, algo que puede chocar al principio, pero acaba siendo otro atractivo: el cuidado puesto en los modelos tridimensionales, en sus texturas e iluminación, recuerda el exitoso caso de 'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts'.

De la prometida película de orígenes, poco queda, pero lo que queda es delicioso: se nos abren las puertas del Camp Coral (futuro escenario de una nueva serie-precuela), donde Bob conoció a sus amigos submarinos y ya nunca quiso volver a separarse de ellos.