TENDENCIAS CULTURALES EN TIEMPO DE CORONAVIRUS

Las librerías capean la pandemia gracias a los clientes militantes

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Anna Abella

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Lograron salvar el confinamiento de marzo, abril y mayo y un futuro inmediato de catastróficos augurios. <strong>Se volcaron a fondo en un inédito Sant Jordi de verano</strong>, el 23 de julio, y vieron la buena respuesta de los lectores en una ‘rentrée’ de septiembre que se acercaba a las cifras del 2019Las librerías, el eslabón más débil de la cadena comercial del libro, se han convertido este noviembre, junto con museos y bibliotecas (estas solo para préstamo), en el último reducto de la cultura, sorteando -cruzan los dedos- el cierre total que sufren cines, teatros o salas de concierto desde el pasado viernes. Las librerías, abiertas al 30% de aforo, están capeando la pandemia, según las impresiones de algunos de los locales de Barcelona consultados. 

"Tras el primer confinamiento se notó: la gente volvió y compró pilas de tres o cuatro libros. Pero no recuperamos lo no vendido esos tres meses. En verano y en septiembre, tras la Setmana del Llibre en Català, mantuvimos el ritmo de ventas pero en octubre bajó claramente", lamenta Gloria Rius, responsable de la librería-café Laie de Pau Claris. 

Con ella coinciden sus colegas de La Central, la Calders, la No Llegiu y Norma Cómics, y todos apuntan a que a este descenso en octubre ha contribuido de manera especial el cierre de bares y restaurantes, una de las medidas del Govern para frenar los contagios de coronavirus en Catalunya. "Lo hemos notado mucho, sobre todo entre semana, se ha perdido ambiente en las calles de la ciudad, hay mucha menos vida social. Ya no ves a gente que sale a comer o tomar un café y aprovecha para pasear y entrar en la librería", constata Marta Ramoneda, librera y socia fundadora de La Central, con los locales de la calle Mallorca y del Raval, donde han tenido que cerrar el servicio de bar y cafetería, igual que en Laie.  

"El cierre de bares y restaurantes está castigando a todo el mundo", confirma Xavier Vidal, de la No Llegiu, en el Poblenou, quien añade que, a diferencia del resto de librerías que siguen teniendo más clientes por las tardes, en su caso han experimentado "un cambio de hábitos". "Antes venía más gente cuando salían de trabajar por las tardes, tomaban una cerveza y paseaban, pero parece que ahora se van directos a autoconfinarse a casa y, en cambio, vienen más por las mañanas y a mediodía". 

Repunte antes del confinamiento perimetral

El jueves pasado, último día antes de las nuevas restricciones de la Generalitat (que incluyen el cerrojazo cultural y el confinamiento perimetral de fin de semana), y el viernes se notó en Laie un repunte de ventas. También fue así para Norma Cómics, uno de los templos librescos del llamado ‘triángulo friki’ de los alrededores del paseo de Sant Joan junto con la Gigamesh. "Ante el miedo a que nos cerraran, el jueves la gente hizo acopio de libros. A nosotros nos viene mucho lector de fuera de Barcelona que el sábado sabía que no podría entrar en la ciudad y eso se notó", explica su responsable, Germán Puig. "En septiembre se vendieron muchas novedades y la semana pasada salieron muchas de manga, coincidiendo con el salón del Manga Barcelona, aunque se celebrara solo ‘on line’. Y el ‘merchandising’ no ha bajado tanto como creíamos. La gente te dice que como gasta menos en salir, en restaurantes, en cines y teatros… se da un capricho", añade el encargado de Norma, que a la par constata que "no hay la misma alegría, la gente está con ertes o teme los eres", miedo que también cita Vidal: "Percibes a la gente más triste y confusa ante tanta incertidumbre y el alcance que puede tener esta crisis económica".  

Varios libros por visita

Los lectores quizá pisen menos a menudo las librerías pero sí suelen llevarse hasta cinco o seis libros en una sola visita. "No saben qué pasará mañana y llenan la despensa por lo que pueda ser", constata Ramoneda, igual que el resto de libreros. "Suele ser el cliente habitual, que no quiere que le pase como en el primer confinamiento y viene directo pensando ya en comprar por si tiene que volver a quedarse en casa. Ya no viene el cliente esporádico, el que paseaba", afirma Isabel Sucunza, de la Calders, que a pesar del cierre de bares siguen abriendo los domingos y beneficiándose del polo de atracción que supone la tradicional feria dominical de libros al aire libre del Mercat de Sant Antoni, que por ahora se mantiene.   

Tras la experiencia del primer confinamiento, todos se han puesto las pilas con sus propias webs (incluso La Calders, reacia a la venta ‘on line’, se ha decidido a ponerla en marcha antes de final de año) y recuerdan que el precio del libro en España es fijo, con lo que no hay excusa para elegir la compra vía Amazon en lugar de apoyar directamente a las librerías de proximidad, como ha pedido en Francia la alcaldesa de París.

"Nos iría bien tener también esa mentalidad de proteccionismo porque al margen de que nosotros sí pagamos impuestos aquí, es difícil competir con un gigante así. Si las librerías acabamos cerrando se resentirá el modelo de ciudad porque todo serán McDonalds", considera Rius, con la que coincide Ramoneda.  

La lectura como refugio

Todos esperan que las administraciones sigan considerando las librerías como comercios esenciales y que ante eventuales nuevas restricciones no las cierren. El propio presidente del Gremio de Editores de España, Miguel Barrero, destacaba la pasada semana en Liber la gran labor de las librerías de proximidad en el primer confinamiento, cuando el índice de lectura aumentó siete puntos, y auguraba que este 2020 podría cerrar al final ‘solo’ con un 12% menos de facturación (en literatura comercial: ficción, ensayo y literatura infantil y juvenil) y no el 30% como se barajó inicialmente. "Muchos se acercaron entonces a la lectura y se han quedado en ella -opina Vidal-. Con el teletrabajo, el contacto con las pantallas es mayor y muchos necesitan descansar de ella, así que en vez de ver una serie, el papel supone una desconexión". Y, recuerda Rius, existe el Bonus Cultura, que en julio puso en marcha el Ayuntamiento de Barcelona y con el que pagando 30 euros se pueden adquirir libros y entradas de cine o espectáculos por valor de 40 hasta final de año.

Mientras, se resisten a empezar a preparar ya la campaña de Navidad. Prefieren ver cómo respira noviembre. "Hay demasiada incertidumbre". Pero son conscientes de que siguen siendo uno de los escasos refugios que ahora le quedan abiertos a la cultura.  

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