ENTREVISTA

Nancy Isenberg: "Que Trump mienta refuerza su atractivo"

La historiadora estadounidense deshace en su libro 'White Trash' todos los mitos de clase de Estados Unidos y traza una tradición proto-Trump que se remonta al nacimiento del país

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Kiko Amat

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Donald Trump entró en la política norteamericana como proverbial elefante en cacharrería. Un elefante tardo, bravucón, pésimo negociante y (peor aún) millonario. El shock de aquella delirante entrada provocó que algunos tildaran su “política” de “novedosa”. Lo cierto es que, como demuestra 'White Trash; los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses', el fenómeno Trump es tan viejo como el país. Siempre han existido políticos populistas, mendaces, bocazas y con retórica redneck. 'White Trash', un libro que no se escribió con Trump en mente pero logra mapear su existencia al milímetro, habla también de esclavismo, linaje, elitismo y oligarquía, y sobre todo de cómo un país obsesionado con la clase social ha creado el mito de ser un país “sin clases”.

Desde el principio, las colonias fueron consideradas por la clase dirigente “el retrete por donde excretar” la escoria del mundo.

Si algo me gusta del periodo isabelino es que no habían inventado la demagogia. No tratan de disfrazar sus sentimientos, como harían a partir del siglo XVIII y la Ilustración, suavizando el tono. Thomas Jefferson consideraba que los pobres eran “basura”, pero lo decía con la boca pequeña [ríe]. Me parece interesante la asociación que realizaban entre gente residual ('wastepeople') y erial ('wasteland'). Las metáforas basadas en la tierra eran importantes para definir identidad cívica, por eso los primeros votantes eran terratenientes. Eso aún moldea la política estadounidense actual: la medida del éxito sigue siendo poseer tu propia casa.

El Nuevo Mundo era, esencialmente, un gran campo de trabajo.

Jamestown estaba a punto de fracasar, por las guerras indias y el hambre endémica, hasta que lo transformaron en colonia-prisión. En aquella época no temían usar el término, ni tampoco el de 'workhouse' (hospicio de trabajo forzado). Estados Unidos era lo mismo que Australia: una prisión inmensa para gente que era una carga para Gran Bretaña.

"Nos chifla el mito. Por eso inventamos el de los Padres Peregrinos y los Puritanos, para fingir que la gente llegó aquí en busca de libertad religiosa"

La diferencia entre Estados Unidos y Australia es que los segundos no crearon Disney.

A los norteamericanos nos chifla el mito. Por eso inventamos el de los Padres Peregrinos y los Puritanos, para fingir que la gente llegó aquí en busca de libertad religiosa. Pero los factores que impulsaron la emigración a América eran económicos. Los creadores de mitos del XIX afinaron la fábula al añadir el concepto del Pionero que necesita moverse hacia el Oeste. Cuando la gente utiliza la palabra “pionero” o “colono” están borrando las connotaciones negativas que se asociaban a la gente que “supuraba” hacia el Oeste. No eran colonos, eran pobres.

Mucha Declaración de Derechos del Hombre, pero la sociedad norteamericana nació aristocrática y semifeudal.

Sí, especialmente en el sistema de plantaciones del sur agrario. Jefferson defendía la expansión al Oeste, pero no prometía ascenso social, solo movilidad horizontal. Jefferson quería deshacerse de la Cámara de los Lores y de los títulos de propiedad, pero al final lo que hizo fue recrear una aristocracia de la riqueza. Los norteamericanos se niegan a aceptar que viven en un sistema de clases. Jefferson quería creer que había creado una nueva sociedad, pero en realidad había replicado la inglesa, con otros nombres.

Benjamin Franklin no era el achuchable caballero con ratón parlante de la película animada.

Franklin defendía la esclavitud, que a su vez se apoyaba en la explotación infantil, porque así perpetuaba la condición de la madre. Era como crear un pedigrí distinto. Franklin dijo que las colonias norteñas eran mejor que las sureñas porque podían reproducir una población vasta de familias numerosas, y el hombre sobreviviría explotando a mujer e hijos. La explotación familiar era esencial para la idea de moverse al Oeste y ascender socialmente. Por supuesto, no había ninguna garantía de que eso prosperara. En sociedades agrarias hay mucha menos movilidad social que en sociedades comerciales. En 1776, la época de la Revolución Americana, Gran Bretaña tenía mucha más movilidad social que las colonias.

"En el sur, y en todo Estados Unidos, clase y raza van de la mano"

El nuevo país desarrolló una obsesión con el “buen linaje” y la nobleza hereditaria que rivalizaba con la inglesa.

La atención al pedigrí influencia al pensamiento racial y se hereda de la idea de clase. El sistema legal inglés está basado por entero en herencia y estirpe. El concepto de “buen linaje” proviene de comunidades agrarias, donde los humanos convivían con animales. Daniel Huntley era un confederado que consideraba a la élite sureña una “raza de jinetes” y los equiparaba a los sementales [ríe], mientras que los pobres blancos eran jamelgos de sangre sucia de los páramos. Esto no eran solo metáforas. Franklin pasó la vida estudiando hormigas y palomas, para él los impulsos biológicos eran más reveladores que las estructuras sociales a la hora de moldear comportamientos humanos.

Todas las guerras son guerras de clase. Los pobres blancos sureños no tenían esclavos, ni ganas de morir por las élites del sur.

Algunos estados esclavistas del sur se unieron a la Unión, como Virginia Occidental, y esclavistas sureños se afiliaron al ejército del Norte. Las rebeliones internas eran incesantes. En mitad del Misisipí surgió el llamado Jones Free State, una sociedad libre independiente que creó su propio estado antiesclavista en la Confederación. Los blancos pobres y los negros tenían redes subterráneas, y más contacto entre ellos que el que tenían las clases medias blancas con los blancos pobres. Ese es el problema con la sociedad actual: la gente ve esas manifestaciones pro-Trump y asume que son todo 'basura blanca' y que la cosa va de supremacía racial. Pero no es tan sencillo. En el sur, y en todos los Estados Unidos, clase y raza van unidos.

La vieja displicencia del Norte clasemediero respecto al Sur rural explica eventos futuros, como la derrota de Hillary Clinton.

El partido demócrata solía ser el partido de la clase obrera y los sindicatos, y apelaba a la clase “no-experta”. Joe Biden le critica a Hillary Clinton que ponga tanto énfasis en las “élites con pedigrí”. Yo estoy a favor de los expertos (no quiero vivir en un mundo con un presidente idiota que nunca aprende), pero tienes que ampliar el paraguas para no apelar solo a una sensibilidad de clase media. El problema con mi país es que la gente pobre no vota, cuando la mayoría de ellos estarían a favor de la política demócrata. Los mayores fans de Trump no son de clase obrera, sino gente que se ha movido a la clase media, adquiriendo valores conservadores y anti-estado, a la vez que conservan un resentimiento atávico por haber estado abajo. Por eso les gusta Trump. Él ha creado un espacio para ellos.

"La paranoia se le ha subido a la cabeza a Trump"

Existe una tradición de proto-Trumps: Andrew Jackson, Davy Crockett, James K. Vardaman… Aunque caen mejor que Trump.

Esa es la razón del éxito de Trump. Está basándose en tradiciones que son parte de la cultura norteamericana. Es cierto que Davy Crockett cae más simpático, e hizo algunas cosas buenas: a) se rebeló contra Jackson, b) defendía los derechos de los 'squatters', u ocupantes ilegales de tierras, y c) defendía los derechos de los nativos americanos. Hizo política, creó leyes, existía en el mundo real. Trump no presta atención a las condiciones materiales, para él todo es teatro y electoralismo. No tiene creencias. Cuando era la hora de codearse con demócratas era demócrata. Ahora se ha vuelto más viejo, más cascarrabias y más loco, la paranoia se le ha subido a la cabeza, así que encaja en el partido Republicano moderno. Cuya idea es atacar y atacar, y buscar cabezas de turco.

Puedo entender que la clase obrera vote por un proleta que ha “triunfado”, como Vardamano Lincoln, aunque sus políticas le sean contrarias. Pero Trump nació millonario.

En Luisiana, donde yo vivo, la gente que votó por Trump le consideraba un buen hombre de negocios, porque los medios no expusieron sus bancarrotas. Primer error. El segundo error es votarle por cómo se expresa. Es un billonario que habla como si estuviese en un chaflán de Queens. Esa gente rechazó a los otros candidatos republicanos, así como a Hillary Clinton, porque no querían un político con experiencia. La moda actual es antipolíticos, y por eso los candidatos tienen que vestir informal y hablar callejero. La forma de hablar de Trump les resulta refrescante, y lo confunden con autenticidad. Que mienta o diga lo primero que se le pasa por la cabeza quiere decir que no lee de un guion. Y eso refuerza su atractivo.

No esperaba empatizar con Lyndon B. Johnson. Le tenía demonizado por Vietnam, pero tu libro arroja una luz favorable sobre él.

Pese a Vietnam, Johnson era un tipo honesto y un político de verdad: conseguía que se aprobaran leyes en el congreso (algo que hoy resulta imposible). Además, comprendía perfectamente los problemas del sur, porque él era un producto del New Deal: un profesor de escuela que había enseñado a niños pobres. Mucha gente piensa en su programa Great Society y solo recuerda los fondos destinados a guetos negros urbanos, pero ignoran los fondos que se destinaron a los pobres blancos rurales de los Apalaches, por ejemplo. Para él esas dos clases estaban sufriendo y necesitaban el mismo tipo de ayuda. Los demócratas actuales solo se fijan en raza y en entornos urbanos, dándoles una excusa a los críticos de las ayudas gubernamentales. Convertimos a los blancos pobres rurales en invisibles, y luego nos sorprendemos de que los conservadores logren incitar el odio racial.

"Cuando la gente asciende en la escala social, empieza a desdeñar a los de abajo"

En España sucede algo similar.

Los estados sureños proveen menos asistencia que los norteños, pero consiguen más ayudas. Luisiana tiene cargas fiscales regresivas, e impuestos a la propiedad bajísimos. Los pobres asumen que los políticos son corruptos, porque siempre lo han sido, y no esperan nada de ellos. Yo crecí en New jersey, donde la gente se queja. En el sur, la gente pobre acepta lo que le dan. Eso se convierte en un juego de suma cero que los republicanos explotan: el pobre blanco asume que no va a recibir ayudas, y no quiere que otros las consigan. Los ricos sureños no van a favor de los pobres blancos del sur, pero estos siguen ondeando la confederada, la bandera de una gente que les odiaba y les aplastó [ríe]. Defienden los monumentos de Jefferson Davies o Robert E. Lee, oligarcas que les consideraban carne de cañón.

Los ataques a Lyndon B. Johnson o Sarah Palin, dos políticos distintos, se parecían en su naturaleza clasista.

Se centraban en que eran paletos sin educación. Cuando la gente asciende en la escala social, empieza a desdeñar a los de abajo. La idea de que los que vienen de bagajes pobres van a ser automáticamente progresistas es falsa. Bernie Sanders habla siempre del 1% que tiene el poder, pero el sistema de clases se transmite por todas las clases. Infecta la relación que la clase obrera tiene con la clase pobre. La mayoría de gente trabajadora tiene miedo de empeorar. Las estadísticas muestran que la clase obrera no asciende: tiende a caer, luego tal vez vuelve a su estado anterior, pero raramente se muda a la media. Lo de que “solo hay un camino y es hacia arriba” es una patraña. El triunfo de algunas políticas (y de Trump) está basado en la explotación del resentimiento: de las clases medias hacia las clases obreras y pobres, o de la clase obrera intentando conservar su identidad y distinguiéndose del lumpen. El redneck se define en contraposición a la basura blanca.

El esclavismo funcionaba igual: los pobres blancos temían descender al nivel del esclavo.

La Confederación utilizaba esa idea para competir con el encanto de Lincoln. Los republicanos norteños querían pasar el Homestead Act, que pretendía entregar tierras a los pobres. Un cambio en las leyes de propiedad era algo muy peligroso para la élite sureña. Así que les dijeron a los pobres que el Norte les iba a hacer descender al nivel de esclavos negros. En realidad, los potentados sureños consideraban a la basura blanca inferior a los esclavos, porque según ellos los segundos eran productivos. Respetaban a sus esclavos porque les hacían ganar dinero, mientras que la basura blanca eran ladrones, usurpadores de tierras e inútiles. Solo querían librarse de ellos.

Danos tu apuesta para estas elecciones.

Trump ha quemado la mayoría de sus puentes. Su rabia y fealdad son clasistas, racistas y machistas, y creo que casi nadie le soporta. Los republicanos con cierta educación tienen fatiga de Trump, y han visto que Biden no es el anticristo [ríe]. Creo que ese tipo de republicanos van a cambiar su voto. Y todo empezará en Pensilvania, el estado de Biden. Está hablando de clase en su programa: señala a Trump como un snob que mira a los pobres por encima del hombro. El sur sigue siendo un caso perdido, pero va a notarse un incremento de votantes negros. La gente desea un presidente aburrido. Pero aún van a votarle muchos. Las dos cosas que me preocupan post-elecciones son: a) las milicias (van a crear violencia, seguro) y b) la división absoluta de los republicanos, que, incapaces de rehacer el partido, tal vez se vean obligados a buscar a alguien peor que Trump. Pues si alguien como él ganó una vez, ¿por qué no repetir?

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