HASTA ENERO

Los vampiros sobrevuelan Barcelona

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Anna Abella

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El rojo sangre resulta omnipresente entre las oscuras paredes y salas en las que habitan desde este viernes casi tres siglos de historia vampírica, con el cine como hilo conductor, pero también de la mano de la literatura y la cultura popular. Aunque ese escarlata fundido en negro puede evocar en los visitantes que pisen hasta el 31 de enero CaixaForum Barcelona, habitantes ya de un escenario pandémico, otro clásico del terror, ese escalofriante cuento de Poe que es ‘La máscara de la muerte roja’, de seres que se encierran para dar esquinazo a una plaga letal. Solo que en este caso, en la esperada exposición ‘Vampiros. La evolución del mito’, inaugurada este jueves, no se toparán con la parca sino con un refugio para el alma, porque como apunta Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación la Caixa, “acercarse a la ansiedad controlada del mito de Drácula a través de la cultura puede atenuar las ansiedades de la vida real”. 

Ahora en Barcelona, como este verano en su estreno en Madrid, el confinamiento persigue la muestra, pero como el resto de museos, tras el anuncio del Govern sobre nuevas restricciones, CaixaForum ha salvado los muebles y funcionará con el 33% del aforo

La sombra de Nosferatu

Recibe al visitante, cruzando tras una ventana, la silueta del expresionista Nosferatu de Murnau (1922), exponente de cómo el cine mudo asentó la figura del vampiro en la mitología popular. Pero antes que él, recogiendo el guante de la literatura gótica que lanzaran Polidori en 1819 con ‘El vampiro’ (una primera edición francesa luce junto a una ilustrada inglesa de 1884) y Joseph Sheridan Le Fanu con ‘Carmilla’ (1872), quien abrió la caja de Pandora y sentó las bases del vampiro moderno fue Bram Stoker con 'Drácula' (1897), ya con sus estacas, los ajos, cruces… Varias ediciones de la novela acompañan el manuscrito del irlandés para la versión teatral. 

La muestra, comisariada por Matthieu Orléan, asesor de exposiciones de la Cinémathèque française, que la coorganiza, ofrece 332 piezas de más de 30 museos y colecciones privadas, amén de 15 montajes audiovisuales con fragmentos de 60 películas y series. Grabados de Gustave Doré o de los ‘Caprichos’ y ‘Los desastres de la guerra’ de Goya y pinturas de Jean-Michel Basquiat de la colección de arte contemporáneo de la Caixa se codean con un dibujo de Tim Burton, ejemplares de revistas y cómics (ahí los de la inolvidable Vampirella de Pepe González o los originales el ‘Drácula’ de Fernando Fernández para ‘Creepy’) y caricaturas políticas de Bush o Margaret Thatcher con colmillos. 

Hipnosis e inmortalidad

Pero el protagonismo lo acapara el cine, que, señala el comisario, nació a la par que la novela de Stoker y comparte con el mundo vampírico puntos de conexión como “la oscuridad de las salas, que tienen algo de criptas, esa hipnosis que produce la proyección de luz en la pantalla, igual como el vampiro hipnotiza a sus presas, o la inmortalidad que logran los actores”.  

Y ahí, rodeados de fotos de los rodajes y carteles de películas, emergen el abrigo, la máscara y las manos que lució Klaus Kinski en el Nosferatu de Werner Herzog (1979) o  dos llamativas ‘parejas de baile’, ellos de terciopelo, ellas de seda: vestidos de Tom Cruise y Kirsten Dunst en ‘Entrevista con el vampiro’, de Neil Jordan sobre los libros de Anne Rice, y el espectacular atuendo escarlata de Gary Oldman abrazando el vestido verde esmeralda de Winona Ryder del ‘Drácula’ de Francis Ford Coppola, diseñados por la oscarizada Eiko Ishioka.

A Orléan le motivó ver “cómo han cambiado los vampiros desde los inicios del mito -explica vía ‘streaming’-. Con ‘Nosferatu’ eran seres marginales, transgresores, personajes al margen de la sociedad. Antes era ‘el otro’, ese ser repulsivo y amenazador que da miedo, como el Drácula de Stoker. Después fue repulsivo pero también erótico y atractivo sexualmente, como el de Christopher Lee o el de David Bowie y Catherine Deneuve en ‘El ansia’, de Tony Scott (1983). Hoy eso ha cambiado: todos podemos identificarnos en ellos, no es ‘el otro’ sino que podemos ser nosotros”.

Y pone ejemplos: Los adolescentes que se identifican con los de la saga ‘Crepúsculo’” o la serie televisiva ‘True Blood’, donde los vampiros “se resisten a su dimensión bestial y violenta”, igual que la pareja de ‘Solo los amantes sobreviven’ (2013), cinta de Jim Jarmusch que le dio a Orléan la idea de la muestra. “Descubrí con sorpresa que ya no pasaba en los Cárpatos sino en Detroit, en una ciudad muy afectada por la crisis de las ‘subprimes’, que se alejaba de lo mórbido manteniendo el tema de la inmortalidad”, señala el comisario, que no olvida las aproximaciones experimentales al mito de los cineastas catalanes Pere Portabella y Albert Serra. 

¿Reflejar la pandemia?

“Jamás pensé en una pandemia. El mito del vampiro nació en Europa en un contexto de miedo, enfermedad y crisis. Los vampiros hablan del mundo actual. Puede que pronto veamos también cómo reflejan esto”, especula Orléan tras recordar cómo, según la época y la geografía, han resurgido como espías comunistas, capitalistas corruptos, drogadictos o gurús al margen de la ley. Porque el vampiro es también, resume la exposición, una metáfora de los peligros que desestabilizan a la sociedad y una alegoría de la locura y de los miedos ancestrales de la humanidad.