Larga vida a los cines centenarios

Catalunya cuenta con 13 salas de cine centenarias en activo. Cuando la Acadèmia del Cinema Català inició este proyecto a sugerencia del periodista Toni Vall, quien se ha encargado de la labor de búsqueda, documentación y redacción de los textos del catálogo, no parecía que subsistieran tantas. “Cuando la Academia me propuso la búsqueda, pensaba que habría pocas, pero descubrí que eran 13. Resultaba muy interesante explicar las pequeñas historias de cada una, sus vivencias. Es un proyecto sobre el patrimonio audiovisual, pero también el urbanístico y sobre una manera de funcionar”, nos comenta Vall después de la presentación del proyecto este martes en uno de estos cines centenarios homenajeados por la Acadèmia, la Sala Mozart de Calella.

Los cines son los siguientes: Centre Parroquial de Argentona, que empezó su actividad cinematográfica en 1914; el cine Bosque de Barcelona –el nombre se debe a que estaba situado en el Bosc de La Fontana–, inaugurado como teatro en 1905, como cine en 1906 y hoy convertido en multisalas; la Sala Mozart de Calella (1904); el Casal Camprodoní de Camprodon (1907); La Calandría en El Masnou (1914); el Teatre Mundial de La Bisbal d’Empordà (1912); el Foment Mataroní de Mataró, inaugurado en 1910, aunque el 2 de febrero de 1897, cuando era un teatro, albergó las primeras proyecciones cinematográficas en la localidad; Cinema Catalunya de Ribes de Freser, el más antiguo, ya que inició sus actividades entre 1900 y 1904; el Teatre Cinema Comtal de Ripoll (1917); Cinemes Imperial de Sabadell (1911), hoy convertidos también en multisalas; Cinema Catalunya de Terrassa (1916) y el Casino Prado y El Retiro, ambos en Sitges, la única localidad con dos salas centenarias, que iniciaron sus proyecciones en el mismo año, 1908, y hoy son bien conocidas por los aficionados al terror que peregrinan cada año hacia el Festival de Sitges.

La crisis de las salas de cine, en cinco historias de lucha

Cada uno de estos cines se encuentra en una situación distinta, aunque coinciden en diversos aspectos. Vall recuerda que “las instituciones han colaborado en que algunas de estas salas sigan adelante. Están en condiciones de guerrilla, casi de militancia. La mayoría tienen el respaldo de los ayuntamientos respectivos. Algunas son ahora espacios multidisciplinarios (teatro, conciertos, cine familiar, cine-club) y han estado años cerradas. El público está ahora más segmentado, y aún más en este contexto de la pandemia”.

Jugosas anécdotas históricas

Excepto algunos casos evidentes, como el cine de Sabadell, que ha pasado de las 1.000 localidades de sus orígenes a 350, o el de Terrassa, que pasó de 1.250 a 587, el resto que no se ha reconvertido en multicines mantiene hoy el aforo inicial o incluso lo han aumentado. “Responde a las sucesivas reformas del patio de butacas, la digitalización”, apunta Vall. “Hay otro aspecto importante: todas estas salas sobrevivieron a la guerra civil española. Algunas continuaron proyectando durante la contienda y otras fueron apropiadas”. El Retiro de Sitges, por ejemplo, se convirtió en el Ateneu Cultural Proletari.

El estudio de Vall revela jugosas anécdotas. En el cine de Argentona, en los años 40, se colocaba en la cabina de proyección una radio y un altavoz para informar sobre los partidos de fútbol en plena sesión, y uno de sus antiguos propietarios explica que la historia del filme ‘Cinema Paradiso’ es la suya propia. El cine de Camprodon ya ofreció en 1899 primerizas proyecciones de Linterna Mágica. Y la sala de Calella fue conocida inicialmente como El Antiplástico Cromolístico Electro Serpentigraf, “un nombre exótico relacionado con el componente químico del celuloide y el del revelado”. Parece el título de un tema de Pascal Comelade.

Suscríbete para seguir leyendo