CRÓNICA

Un recortado 'Don Giovanni' triunfa en un Liceu ávido de ópera

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Marta Cervera

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Había muchas ganas de reencontrarse con la ópera escenificada, y la función inaugural de 'Don Giovanni', este sábado, ha cumplido de lejos con las expectativas de un público ansioso de recuperar la ópera en vivo. Los cortes efectuados en la partitura para cumplir con los tiempos del Procicat por el covid no fueron suficientes. A las 11 de la noche el público debía estar fuera del Liceu pero a esa hora aún aplaudía con ganas y hubo que bajar deprisa el telón para indicar la salida ordenada a los espectadores. Total, cinco minutos de aplausos, no podía ser más.  Se notaba que había ganas de ópera tras ocho meses sin representaciones (desde 'La clemenza di Tito', otro título mozartiano, el 17 de febrero). 'Don Giovanni' sedujo en la función inaugural de la temporada 2020-21. Ya en el primer acto varias interpretaciones fueron acompañadas de aplausos. 

El barítono Christopher Maltman bordó su personaje, ese Don Juan ya mayor y de vuelta de todo que presenta Christof Loy, director de escena de esta sobria producción de la Ópera de Frankfurt centrada en la psicología de libertino que da título a este 'dramma giocoso',  con libreto de Da Ponte, quien también trabajó con Mozart como libretista de 'Le nozze di Figaro' y 'Così fan tutte'.

Sintonía entre la orquesta y el reparto

La sintonía entre la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre y el equilibrado reparto, dirigidos por un inspirado Josep Pons desde el foso, que cautivó a los espectadores pese a contar con una orquesta reducida, con Dani Espasa en el clave. Especialmente aplaudidos fueron el bajo Luca Pisaroni, convincente Leporello, que se llevó los primeros aplausos en el primer acto tras el aria donde repasa las coquistas de su señor. También convencieron Véronique Gens, soprano y veterana Donna Elvira, así como Miah Persson, brillante en su debut como Donna Anna con una voz rica en matices que encantó en 'Or sai chi l'onore'.

Mención aparte merece Christopher Maltman, experimentado barítono que bordó su nueva interpretación de Don Giovanni, personaje que ha encarnado infinidad de veces pero que supo llenar de verdad. A la joven soprano sevillana Leonor Bonilla como Zerlina, la campesina que Don Giovanni quiere añadir a su larga lista de conquistas, se la vio algo tensa al principio, pero fue ganando confianza a medida avanzaba la obra.

El barítono catalán Josep-Ramon Olivé defendió con soltura a su desconfiado marido Masetto. El tenor lírico ligero Ben Bliss, aplaudido en su aria 'Dalla sua pace', fue un solvente Ottavio, y el bajo Adam Palka, cuyo personaje aparece poco pero es crucial en el último acto, hizo resonar su profunda voz como estatua del Comendador. 

Sobria escenografía

La sobria escenografía de Johannes Leiacker, con un halo fantasmal, contribuía a centrarse en la psicología de los personajes que tanto interesa a Loy. En el primer acto situaba la acción en una palacio abandonado, un espacio único dominado por el blanco donde destaca el intenso rojo que atraviesa el escenario, símbolo de la pasión y de la sangre que corre desde la primera escena, cuando nada más empezar, en la vibrante obertura, la muerte hace acto de presencia tras un lance con espada premonitorio. Ese espacio vacío y algo tétrico sirvió para mostrar tanto la casa del Comendador donde el libertino Don Giovanni 'caza' a Donna Anna, su primera presa, como de plaza pública o de casa de Don Giovanni. En el segundo, basta un muro de madera con múltiples puertas y ventanas para separar el espacio público y privado. La idea no contentó a todos, se escuchó algún abucheo al acabar la función dirigida al director de escena.