CRÍTICA DE CINE

'El secreto: atrévete a soñar ': optimismo de brocha gorda

Al filme le sobran generosas dosis de pseudoespiritualidad, diálogos terribles y le falta una interacción mínimamente creíble entre los personajes

Etrenos de la semana. Tráiler de 'El secreto. Atrévete a soñar'

Etrenos de la semana. Tráiler de 'El secreto. Atrévete a soñar'. / periodico

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Adaptación de un libro de autoayuda superventas publicado hace 14 años y basado en la importancia del pensamiento positivo, este drama romántico usa esa filosofía vital como vehículo a bordo del que ofrecer un remedo del típico folletín escrito por Nicholas Sparks. Está protagonizada por una madre viuda azotada por un tozudo infortunio financiero y por un desconocido de mirada y sonrisa tétricamente intensas -encajarían perfectamente en el rostro de un asesino en serie- que expende sin cesar frases como "las coincidencias son la manera que Dios tiene de permanecer anónimo".  'El secreto' es el tipo de película en la que unos niños expresan su deseo de cenar pizza pepperoni durante una lluvia torrencial y, segundos después, tienen al pizzero llamando a su puerta.

Las generosas dosis de pseudoespiritualidad, en todo caso, no son lo único que convierte lo que podría haber sido una historia de amor perfectamente pasable en poco más que una colección de momentos risibles; también contribuyen a ello los diálogos terribles y la incapacidad de los personajes para interactuar entre sí de forma mínimamente creíble. Pero lo peor de 'El secreto' es que, al sugerir que las cosas buenas nos suceden en cuanto las deseamos lo suficiente, no solo ningunea el valor del trabajo sino que también parece culpabilizar al individuo por todo lo malo que le suceda.