CRÓNICA DE MÚSICA

La OBC mira a Viena

La orquesta, con Nuno Coelho en el podio, revisó obras de Schoenberg y Beethoven en el Auditori

El director de orquesta Nuno Coelho

El director de orquesta Nuno Coelho

Pablo Meléndez-Haddad

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La temporada de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC) preparó un programa que, por los nombres de los compositores, podría haber presentado estéticas diferentes e incluso antagónicas, pero en los atriles primó la unidad, con la primera obra seleccionada heredera de la segunda, ambas estrenadas en Viena: de Arnold Schoenberg se propuso su ‘Verklärte Nacht (‘Noche transfigurada’), para orquesta de cuerdas, Op. 4’, compuesta en 1899 y estrenada en los primeros años del siglo XX, y de Ludwig van Beethoven su popular ‘Sinfonía Nº 6 en Fa, Pastoral, Op. 68’, de 1808.

Schoenberg fue el principal impulsor de la ruptura con la tradición que impuso la Segunda Escuela de Viena, pero, como todos, también tenía un pasado. El padre del dodecafonismo fue capaz de concebir el lirismo más sublime, tal y como se aprecia en su 'Noche transfigurada', especialmente en su versión para orquesta, ya que en origen se trataba de una obra de cámara. Esta joya del repertorio se inspira en un poema de Richard Dehmel, pero no es programática ni especialmente descriptiva. Ni tampoco rompe con todo, aunque innova: de un postromanticismo clásico, es puro sentimiento e impone ciertas sonoridades particulares.

Como invitado subió al podio el maestro portugués Nuno Coelho, ganador del desaparecido concurso de dirección de orquesta de Cadaqués en su edición del 2017, y que ya ha debutado actuando con conjuntos de referencia. Antes del concierto Coelho presentó ambas piezas y las unió en un discurso en el que habló de amor y de resiliencia.

En Schoenberg consiguió de los 26 intérpretes un sonido intenso y denso, quizás no tan pulcro, pero sí adoptando un fraseo cargado de sentido y de sensibilidad.

En la 'Pastoral', obra en la que cada movimiento sí obedece a un programa, la plantilla creció hasta una cuarentena de profesores, suficientes para crear la magia que requiere esta sinfonía favorita del público, consiguiendo un sonido uniforme y empastado, con un gran trabajo de los solistas –y del conjunto– que se apreció sobre todo en un 'Andante molto mosso' (‘Escena junto al arroyo’) prácticamente perfecto, cuya sola escucha valía la pena todo el concierto.