CRÍTICA

'Crescendo': la tosquedad del buenismo

La película se inspira en la West-Eastern Divan Orchestra pero simplifica el conflicto entre Israel y Palestina y es demasiado superficial

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Crescendo'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Crescendo'. / periodico

Nando Salvà

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Inspirándose en la West-Eastern Divan Orchestra, confundada por Daniel Barenboim, 'Crescendo' cuenta la historia de un afamado director de orquesta alemán enfrentado a la misión de formar un conjunto musical compuesto por jóvenes israelíes y palestinos. Dado que el odio, los prejuicios y la desconfianza mutuos están profundamente arraigados entre los miembros de la banda, y que el propio maestro vive traumatizado por el historial nazi de sus padres, los ensayos se convierten en sesiones de terapia que, naturalmente, permitirán al grupo olvidar las hostilidades. 

Por supuesto, los rifirrafes entre los personajes son eminentemente simbólicos, y su reconciliación funciona como reivindicación del poder curativo de la música frente al odio; en otras palabras, la película ha sido diseñada a modo de simplificación del conflicto entre Israel y Palestina, y ese planteamiento se ve agravado por la torpeza con la que la narración avanza. Muy pocos de los músicos son retratados individualmente, y ninguna de las interacciones trasciende lo superficial. Asimismo, los diálogos aquejan un didactismo que resulta abrumador, aunque no tanto como el descaro con el que el relato apunta al corazón del espectador. Al final, el único valor de 'Crescendo' está en sus intenciones.