CRÍTICA DE CINE

'Nocturne': ambición rima con maldición

Zu Quirke ha filmado su primer largo, una historia de música, celos y muerte, bajo los auspicios de la famosa productora Blumhouse

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Juan Manuel Freire

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El debut en el largo de Zu Quirke forma parte de 'Welcome to the Blumhouse', serie de películas en exclusiva para Prime Video con la que esta famosa productora independiente (detrás de 'Déjame salir' o la franquicia 'Paranormal activity') ha querido dar la alternativa a sectores discriminados en la industria como las mujeres y la gente de color.

Cruzando 'Whiplash' con el universo 'Death Note' (el de los mangas, no tanto el de la inocente adaptación de Netflix), la directora británica nos recuerda en 'Nocturne' cómo la ambición artística puede conducir a la locura, y lo fácil que sería mejorar al piano de topar con el diario embrujado de algún prodigio fallecido. Esa es la suerte o desgracia de Juliet (Sydney Sweeney), tímida pianista que encuentra en un extraño cuaderno la posibilidad de superar a su perfecta hermana melliza, la también pianista Vivian (Madison Iseman), futura alumna de Juilliard (no como Juliet) y novia del chico ideal (Jacques Colimon).

Juliet mejora en su técnica conforme pasa y estudia las hojas de esa libreta que nunca debió abrir, propiedad de una brillante violinista que se tiró por el balcón de la escuela de artes escénicas donde estudian y compiten ambas hermanas. En la libreta aparecen ilustraciones esotéricas cuyos elementos irrumpen, cada vez con más fuerza, en la subjetividad de la protagonista.  

Esos momentos de ruptura con la realidad, teñidos de elegante psicodelia, son el mejor hallazgo de 'Nocturne'. También algunos de potente sincronía sensorial entre las imágenes provistas por Quirke y los sonidos abrasivos a la par que etéreos que propone la productora electrónica Gazelle Twin: a ratos, esto parece una 'Euphoria' (todavía) más sobrenatural, sensación reforzada por la presencia de Sweeney, conocida como Cassie en la serie de HBO.

Por desgracia, Quirke se empeña en salir del plano sobrenatural durante demasiados tramos, demasiado largos, y no se preocupa por crear un clima homogéneo de amenaza, ni mucho menos un crescendo sostenuto. Sea como sea, los destellos cegadores son suficiente motivo para creer en las posibilidades de la directora.