CRÓNICA

Recordando a Teresa Rebull sin sentimentalismo

El centenario de la trovadora inspiró un atrevido homenaje en clave de jazz, con las voces de Laura Simó, Anna Roig y Raquel Lúa, acogido por la Fira Mediterrània y Barnasants

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Jordi Bianciotto

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Teresa Rebull, por lo visto, le chiflaba el jazz, y es por eso que ‘Amor de la Marenda’, el disco dedicado a su cancionero y ejemplo de vida, se escora sin rodeos hacia esa estética musical, alejada del sencillo estilo trovadoresco que caracterizó a su obra. Imaginamos así su visto bueno desde las alturas a esta revisión, enmarcada en el centenario de su nacimiento. Un álbum que iba a presentarse en marzo en el Auditori, dentro de Barnasants, y que, pandemia mediante, se puso por fin de largo este sábado en el teatro Kursaal, de Manresa, al aliarse este festival con la Fira Mediterrània.

Acudir al cancionero de Teresa Rebull (1919-2015), la conocida como ‘iaia de la cançó’ (porque cuando se convirtió en cantautora, a finales de los 60, más o menos doblaba en edad a colegas como Raimon o Lluís Llach), representa empaparse de toda la melancolía que desprende la evocación a la guerra y la posguerra. Empezando por aquella cueva, en la Serra de Pàndols, escenario de cruentos combates, donde la voz que narra ‘Paisatge de l’Ebre’ encuentra, años después de la tragedia, las simbólicas “sabates d’en Jaume” entre cascotes de metralla.

Modulando las emociones

Esta canción fue la primera en sonar en el Kursaal, a cargo de una Laura Simó portadora de una exquisita sobriedad, sintiéndose en casa entre los arreglos jazzísticos de Joan Díaz y del docto combo de siete músicos. La emoción por la expresión melódica sencilla, asociada a la grabación original, fue sustituida por otra, más volátil y abstracta, con margen para la creación improvisada: el saxo de Perico Sambeat, un instrumento que Rebull miraba con simpatía. Lo confesaba ella en el documental ‘Ànima desterrada’ (2016), cuya directora, Susanna Barranco, intervino en Manresa con unos monólogos relativos a las estaciones de la vida de la cantautora.

Los enfoques de Díaz desbordaron los límites de las grabaciones originales, ya fuera a través de la cadencia latina (‘Mocador d’olor’, invitando a Anna Roig a quitarle hierro) o ampliando el crisol armónico hasta el infinito (‘No puc cantar cançons’, con Raquel Lúa y su canto muy de tierra adentro). Y acuñando todo un bolero en ‘Mester d’amor’, y dejando que Dani Pérez se marcara un peliagudo solo de guitarra ‘fusion’ en ‘Visca l’amor’, una de sus adaptaciones de Salvat-Papasseit. Canciones de otra era, llevadas al futuro sin dejar que el sentimentalismo ganara la partida y dejando la puerta abierta al combate ideológico en ‘Primer de maig del 76’, poema este musicado por Díaz en honor a aquella jornada de temprana reivindicación cordialmente saludada con una carga policial.