CRÍTICA DE MÚSICA

Baguer y Cervelló, con la OBC

Edmon Colomer regresó al podio del Auditori con un convincente programa

zentauroepp28524470 icult201011212024

zentauroepp28524470 icult201011212024 / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El segundo programa de la temporada de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), marcado por las restricciones de aforo, ofreció una panorámica de formas que miran al pasado, y con acento catalán, comenzando con el hoy poco programado Carles Baguer, uno de los grandes representantes del clasicismo tardío local. Autor de una ópera, de música de cámara y de varias sinfonías, también fue organista de la catedral de Barcelona y sorprende que su obra esté tan ausente de la vida musical; por eso se agradece haber podido escuchar un ejemplo de su obra como es la 'Sinfonía N.º 5' (1826), tan sencilla como deliciosa, clara heredera de la obra de Haydn‎ y fiel representante del estilo galante, muy en la línea de la estética que triunfaba en la Viena de medio siglo antes, aquí servida en una versión muy pulida a cargo de 29 músicos de la OBC con un Edmon Colomer atento al detalle.

El cambio de rumbo en el programa se hizo evidente con la obra de otro catalán, el barcelonés Jordi Cervelló, de quien se escuchó su sugerente y a ratos arrebatador 'Concerto grosso' (1973) para orquesta de cuerdas (25 profesores), una obra que se mueve en un postromanticismo explícito por las emociones que maneja gracias a esa suntuosa luminosidad que aporta la partitura, por mucho que la forma y el procedimiento se inspire en el barroco. Colomer extrajo un sonido brillante y se movió en tiempos arriesgados en ambos movimientos rápidos, sin atisbo de naufragio. Hubo, además, una destacada participación de los solistas en el movimiento conclusivo.

El acento romántico prevaleció con Brahms y su 'Serenata Nº 1 en Re, Op. 11' (1858) enfrascado en una forma que mira al clasicismo, pero con el color y el grosor brahmsiano, con melodías y motivos de cierta trascendencia. Ante 40 profesores Colomer consiguió amalgamar el sonido a pesar de la distancia a la que se deben atenerse los músicos en el escenario.