CRÍTICA DE 'IL TROVATORE'

Dudamel, Tézier y la pasión verdiana

El Liceu se apunta un tanto con 'Il trovatore', su primera ópera en la 'nueva normalidad'

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Pablo Meléndez-Haddad

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El Liceu comenzó su temporada de ópera con un título en versión de concierto evitando optar por la escenificación. Los ajustes que se han hecho a causa de la pandemia han afectado al comienzo del curso, pero todo sea por la seguridad, sensación que el público percibe desde el primer momento. Con la mitad del aforo y precios récord (322 euros la butaca más cara), la primera de las dos funciones de 'Il Trovatore' que conllevaban el debut en el título y en el teatro del mediático director Gustavo Dudamel acabó siendo un cálido éxito, tanto por el magnetismo del músico venezolano como por su sabiduría. Más que el grosor instrumental, que la densidad de los planos sonoros o que la dureza de pasajes que requieren más ligereza, solo acusó cierta falta de flexibilidad ante necesidades puntuales de un cantante y en los repentinos cambios de 'tempi'. Su versión abrió casi todos los cortes, salvo algún detalle. La Simfònica del Liceu, motivada ante una estrella en el podio, respondió con prontitud, igual que el Cor del Liceu, impecable en sus intervenciones a pesar de las mascarillas.

De entre los solistas vocales sobresalió el maravilloso Conde de Luna de Ludovic Tézier, maestro de la línea de canto, espectacular en el fraseo, en el control del 'fiato', en el uso de los colores de su hermoso y solar timbre, de generosa proyección. Fue ovacionado.

Cuando este título se añadió in extremis a la programación liceísta, su principal atractivo radicaba en la Leonora de Anna Netrebko, a quien el coronavirus alejó del proyecto, siendo reemplazada por Rachel Willis-Sørensen, una cantante sin vena ni dimensiones verdianas, pero con un centro y un timbre muy atractivos por color y armónicos. Curiosamente no estuvo mejor en los pasajes más ligeros porque le faltó soltura en las agilidades y la proyección pincha en el agudo; y si su 'D’amor sull’ali rosee' fue redondo, a su 'Miserere' le faltaron tres tallas. Leonora es mucho más que eso.

Cayó Netebko, pero no su marido, el voluntarioso Yusif Eyvazov, un cantante con ganas y que convence porque lo da todo en el escenario, no precisamente por su manida expresividad ni mucho menos por belleza vocal.

Okka von der Damerau, que ha cantado muchas veces a Azucena, no pasó de la corrección, incluso con algún problema de afinación en el pasaje; solo brilló en la zona aguda 'en forte', ya que se mostró irregular y nada rotunda.

El Ferrando de Dmitry Belosselskiy pudo con todo y muy convincentes resultaron la Inés de Mercedes Gancedo y el Ruiz de Néstor Losán.

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