EPISODIO CLAVE EN EEUU

El caso de 'los 7 de Chicago': una exhibición de abuso institucional

Los disturbios de la Convención Demócrata de 1968 y el juicio contra sus supuestos impulsores destaparon racismo institucionalizado y abuso policial sistémico. Como ahora

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Nando Salvà

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Para cuando llegó el verano, 1968 ya se había convertido en uno de los años más convulsos de la historia de Estados Unidos, a causa de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy y de una sucesión de protestas y revueltas callejeras causadas por la oposición de la ciudadanía a la guerra de Vietnam. Y por tanto la tensión social era máxima cuando, a finales de agosto, varios grupos de activistas de izquierdas se reunieron en Chicago para protestar mientras el Partido Demócrata celebraba allí su Convención Nacional.

El alcalde de la ciudad, Richard Daley, había prohibido cualquier forma de concentración, y movilizó una cantidad asombrosa de fuerza armada -12.000 policías, 7.500 soldados, 7.500 efectivos de la Guardia Nacional y 1.000 agentes secretos- con el fin de garantizar la situación. Pese a ello, la violencia estalló durante la tarde del día 28, cuando la policía utilizó las porras y el gas lacrimógeno no solo contra los manifestantes sino también contra meros transeúntes, periodistas y personal sanitario. Miles de personas resultaron heridas; más de 600 fueron arrestadas.

David Dellinger, Rennie Davis, Tom Hayden, Jerry Rubin, Abbie Hoffman, John Froines, Lee Weiner y Bobby Seale fueron acusados de conspirar para incitar a una rebelión y sentados frente al tribunal presidido por el magistrado Julius Hoffman. Inicialmente conocido como 'los ocho de Chicago', el grupo fue posteriormente rebautizado en cuanto Seale, cofundador de los Panteras Negras, consiguió que se lo juzgara por separado.

Deficiencias sociales intactas

Desde el principio quedó claro que Hoffman estaba muy lejos de mantener una posición imparcial -en una de los sesiones, antes de que Seale desapareciera del proceso, el juez ordenó que se lo amordazara y atara a la silla-; y, a modo de respuesta, los acusados convirtieron el juicio en un circo. En una ocasión, Hoffman y Rubin se presentaron ataviados con togas negras, bajo las que vestían uniformes de policía; en otra, Hoffman le hizo la peineta a su tocayo, y poco después se dirigió a él para compararlo con un nazi. 

Tras cinco meses, el jurado absolvió a los ‘Siete de Chicago’ del cargo de conspiración, pero el juez los mandó a la cárcel por desacato, y asimismo sentenció a cuatro de ellos a cinco años de prisión y 5.000 dólares de multa por haber cruzado fronteras estatales de forma ilegal. Todas las condenas, en todo caso, fueron anuladas en 1972. Por lo que respecta a las deficiencias sociales de fondo que el juicio puso en evidencia -el racismo institucionalizado, el abuso policial sistémico, el sesgo judicial-, siguen casi intactas.