ENTREVISTA

Sílvia Pérez Cruz: "A veces me parece que el de Rosalía es un oficio distinto"

La cantante de Palafrugell publica 'Farsa (diálogo imposible)', un álbum fruto de su diálogo con el teatro, la danza y el cine, que presentará en el Palau y el Liceu

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Jordi Bianciotto

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Sílvia Pérez Cruz refleja en ‘Farsa (diálogo imposible)’ su inclinación por la fusión de las artes y recoge canciones elaboradas para espectáculos de teatro y de danza (como ‘Grito pelao’, con la bailaora Rocío Molina) y para películas (‘Joseph’, la cinta de animación que se estrena este otoño), así como alguna rareza (la pieza ‘Estimat’ procede del disco japonés ‘Joia’). Composiciones casi todas de su autoría, integrando algunos textos poéticos (Miguel Hernández, Ana Maria Moix, Sylvia Plath) y grabadas ex profeso para el álbum, que ve la luz este viernes y que presentará en solitario en el Palau (11 de noviembre) y con la Farsa Circus Band en el Liceu (11 de diciembre). Conciertos del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, que acogerá otros dos recitales suyos en Barts: el 29 de octubre (con Javier Colina) y el 24 de noviembre (concierto singular de la parcela del festival ‘retrato de artista’, titulado ‘Abril del 2020’).

¿Un disco en el que denuncia las falsas apariencias en el mundo moderno?

Estuve dando muchas vueltas, sobre todo a raíz de las redes sociales, a la fuerza que tiene hoy en día la superficie, lo que se enseña, y al contraste entre esa imagen tan feliz y poderosa y la fragilidad humana. Trabajando en el Proyecto Drama, del drama llegué a la farsa y a la preocupación sobre los caminos dentro del arte. El disco nace de ese diálogo entre diciplinas, con un homenaje a mi madre, de quien lo aprendí, porque ella creó una escuela donde se pintaba y se hacía música, cerámica, fotografía, cine, teatro, mimo...

Esa escuela de su madre, ¿la encaminó a entender la música desde un encuadre plástico o pictórico?

La música no solo como matemática de notas y estilos, sino también como combinaciones de colores, como texturas y equilibrios. Eso es muy natural en mí. Siempre, relacionado con la emoción.

En su mundo, el tacto de la música parece tan o más importante que la melodía y la armonía.  Esa ‘Pena salada’ a voz y percusión.

Es verdad, y en este tema puedo expresar lo que había pensado: un llanto que se convierte en canto en lo alto de una montaña. Eso de la percusión y la voz me sonaba ancestral, pero hecho de un modo muy elaborado. De tierra, pero con unas voces oníricas.

"Tengo una manera de cantar en castellano del sur. No es una interpretación teatral"

El disco pasea por diversos géneros, como la ranchera en ‘Mañana’, pero de un modo difuminado.

No pienso en estilos, pero en este disco hay unas voluntades: ‘Mañana’ dice "cuando yo muera, amado mío, no cantes para mí canciones tristes", y pensé, ¿quién, en el mundo, canta las penas con alegría? Y me fui a México y a la ranchera. Otro caso es ‘Estimat’, una canción de amor, que me pedía hacerla como un bolero.

Desde siempre, cuando canta en castellano lo hace seseando, en modo sureño, y aquí, en el ‘Tango de la Vía Láctea’, adopta inflexiones porteñas.

No sé, es algo natural. Tengo una manera de cantar el castellano del sur. A veces te conviertes en la canción. No es una interpretación teatral. La canción, de repente, te pide algo.

Estos temas del álbum vienen de lugares diversos. ¿Qué les da unidad?

El lugar donde han sido creados. La sonoridad, la microfonía, el estado de ánimo... Y la temática. He grabado este disco como madre, y tiene que ver con eso y con querer estar más en casa. El poema de Miguel Hernández ‘Para todas las madres del mundo’ es muy bonito porque ahí tocan Mario Mas y su padre, Javier Mas, que fue músico de Cohen. Buscamos una sonoridad un poco ‘coheniana’.

Precisamente, la canción más escuchada de toda su discografía es ‘Pequeño vals vienés’, el ‘Take this waltz’ de Cohen (y Lorca). Este álbum, ¿es una reivindicación suya como autora?

Siempre intercalo composición e interpretación. Es verdad que mis temas más escuchados son versiones, aunque ahí está también ‘No hay tanto pan’, pero con ellas me siento integralmente también. Sé que a nivel comercial tendría que hacer un ‘hit’ o algo así, pero mi relación con la música sigue un camino distinto.

"Hay algo en el trap que me cuesta y que tiene que ver con ese mensaje de fortaleza y de poder que a mí me queda lejos"

Su mundo está enraizado en la canción popular. Ahora ganan proyección otras músicas: hip-hop, trap. ¿Le llegan?

Hay algo del trap que me cuesta y que tiene que ver con ese mensaje de fortaleza y de poder que a mí me queda lejos, porque yo busco otra cosa: la belleza de la fragilidad. El mensaje de ‘Farsa’ va por ahí: tanta exhibición de fortaleza te hace sentir muy frágil.

Hay una cantante que viene de un lugar cercano y que ha tomado caminos muy distintos: Rosalía. ¿Cómo ha vivido su evolución?

Rosalía tiene mucho talento, y una voz muy bonita, y me ha hecho reflexionar sobre el fenómeno social. A veces, me ha parecido incluso que el suyo es otro oficio. Me ha hecho pensar en que los caminos, voluntades y maneras de la música son infinitas. Es una locura, porque se mezclan tantas cosas: imágenes, géneros... Ella toca muchos estilos, y creo que le gustan todos, pero no sé cuál es su objetivo. Talento tiene muchísimo. Y a veces verla es como mirar una película.

¿El mundo del ‘hit’ y de la gran industria?

La siento muy lejos, cuando ella sale de muy cerca. Su magnitud se me escapa. No la reconozco. Pero en la música está la parte de la fama, del poder, las tendencias... Se mezclan muchas cosas. Y el arte da cabida a todo el mundo. Es un aprendizaje de la vida.

¿Y un compromiso social?

No tan social como humano. Por lo que me cuentan, mi música acompaña una intimidad, y en un concierto siento el ritual colectivo, de compartir cosas para no sentirnos tan solos. Sentir que tengo un público muy diverso, de tribus urbanas o situaciones económicas muy distintas, me transmite mucha paz.

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