ARTE Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

Los grandes de la fotografía barcelonesa, en versión digital e inmersiva

El Centre Ideal pone en marcha una exposición que homenajea a la Barcelona de los 50 y 60 de la mano de Pomés, Colita, Català-Roca, Biarnés, Maspons y Miserachs, cuya obra se muestra como nunca se había mostrado

Mauricio Bernal

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Todos han visto las fotos de Pomés, de Miserachs, de Maspons, de Català-Roca, de Colita, de Biarnés. Las han visto en libros y exposiciones. Señorialmente colgadas en las paredes de un museo, primorosamente impresas en papel de alta calidad. Las han visto en televisión o se las han imaginado mientras oían en un viejo transistor la descripción que hacía el periodista por la radio. Pero difícilmente las han visto de la manera en que las expone ahora el Centre Ideal, que ha aplicado sobre ellas la brujería tecnológica de estos tiempos y las ha convertido en el eje de una exposición que es puro espectáculo: un ejemplo de lo que pueden hacer las nuevas tecnologías con el arte nacido en tiempos en que lo digital solo tenía que ver con los dedos.

'Barcelona Memòria Fotogràfica' es la primera muestra de producción propia del centro de artes digitales de Barcelona

Abierta al público a partir de este jueves, ‘Barcelona Memòria Fotogràfica’ es la primera exposición de producción propia del centro de artes digitales de Barcelona, que ya había hecho prueba de su destreza con la muestra inmersiva sobre Monet inaugurada a finales del 2019. Aquella fue la primera muesca de su prometedora andadura. Ahora vuelve a ocurrir. Maspons inmersivo. Colita inmersiva. Català-Roca inmersivo. Toda esa pléyade que fotografió la Barcelona de los 50, los 60 y los 70, mostrada como en esos años era impensable mostrarse. “De alguna forma, las fotos originales de todos ellos son la paleta de materiales sobre la que se construye una nueva experiencia, a la vez digital e inmersiva”, dice Jordi Sellas, director ejecutivo del centro.

Una sala grandilocuente

El momento cumbre de la experiencia tiene lugar en la sala inmersiva, un recinto de paredes desnudas de 1.000 metros cuadrados, enorme, donde 27 proyectores funcionando a la vez se conjuran para la construcción de un universo aparte, como una sala de cine en la que todo es una sola pantalla; como un lugar en el que todo, hasta el propio espectador, es susceptible de contener imágenes. ‘Grandilocuencia’ sería el adjetivo, puede que el mismo que hacían servir los visitantes de otra época, cuando el Ideal era un cine imponente donde se congregaban los vecinos del Poblenou y los barrios aledaños. No hay metáfora más elocuente del salto que ha dado todo que la del viejo cine convertido en vehículo de la novísima experiencia audiovisual.

No hay metáfora más elocuente del salto que ha dado todo que la del antiguo cine hecho vehículo de la nueva experiencia audiovisual

La inmersiva es la cumbre, pero antes, a modo de aperitivo, el visitante circula por varias salas donde la experiencia va tomando forma. Una de ellas rinde homenaje a la técnica fotográfica tal y como la ejercieron los Pomés, Miserachs y compañía, en aquellos tiempos en que la fotografía pasaba por un lugar llamado cuarto oscuro. En las ampliadoras, en las bandejas llenas de líquidos para revelar y en las fotos colgadas como ropa puesta a secar las nuevas generaciones verán un enclave arqueológico, y las no tan nuevas suspirarán con nostalgia. La instalación tiene el valor añadido de estar diseñada con ampliadoras y artilugios fotográficos varios que formaron parte de los laboratorios originales de Miserachs, Català-Roca y Pomés.

¡Flash, flash!

En la inmersiva, un audiovisual de media hora se proyecta en bucle, una y otra vez. Son las fotos de los artistas de marras. Pero no son sus fotos. Pero sí. Son sus fotos convertidas en otra cosa. Algunas tienen animación. Otras no, pero parece que se mueven. Si nieva en una foto, nieva de súbito en toda la sala. Si llueve, el suelo está mojado, y las gotas forman círculos en el agua. Si hay gaviotas en la siguiente foto se oyen sus graznidos como si se hubieran colado por un agujero. Hay imágenes icónicas e imágenes menos conocidas. Aparece la Diagonal de los 50, el Monumento a Colón de los 40, el Liceu de los 70, la plaza Reial de 1965, la Rambla de 1957, una desfile de moda en la sala Bocaccio 10 años después. La playa de la Barceloneta, el Poblenou, el Somorrostro, el Born, el Raval. Pero también desfilan por esta pantalla de 360 grados Susan Holmqvis y la foto de la primera edición de ‘Últimas tardes con Teresa’, o Núria Gimpera en aquella fotografía promocional de la Bocaccio, o Tàpies posando en la calle de Carolines, o los Beatles fotografiados por Biarnés durante su visita a Barcelona, en 1965.

Y de repente, ¡flash, flash!: Karin Leiz en las famosas fotos del restaurante barcelonés.

“La exposición es un homenaje a la Barcelona de aquella época”, resume Sellas.

"¡Métele más meteoritos!"

Las negociaciones con los herederos de los fotógrafos, habida cuenta de la metamorfosis que iba a 'infligirse' a las obras, no fue todo lo difícil que podría haber sido. De hecho, la única superviviente, Colita, mostró un entusiasmo contagioso, según cuenta Anna Pou, comisaria de la exposición junto a Maite Caramés. “Una de las veces que vino aquí recuerdo que dijo algo así como: ‘¡Pero qué bonito! ¡Anda, métele más meteoritos!’”. “Al fin y al cabo, hemos alterado sus imágenes, pero sin tocar la estética y el sentido original de las fotos”.

"La exposición es un homenaje a la Barcelona de aquella época", dice Jordi Sellas, director ejecutivo del Ideal

Todo buen ágape desemboca en un buen postre, y el de esta muestra es un paseo por una Barcelona que oscila alegremente entre el pasado y el futuro. En la última sala, la ventana se abre gracias a unas gafas de realidad virtual. Entonces, el visitante es conducido por la ciudad vacía del confinamiento, la de hace unos meses, vacía de verdad. En esa ciudad sin vida, de repente, mágicos, los personajes de aquellas fotos –las de hace un rato, las de hace una sala–, se materializan. Con sus vestidos de época, su maquillaje de época, su actitud de época. Alegres y contentos de conocerse, vuelven a los lugares donde fueron inmortalizados.