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El Goya recupera 'Pegados', un musical gamberro y desinhibido

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Eduardo de Vicente

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Es una noticia que suele aparecer en los periódicos de cuando en cuando y que se lee con una sonrisa en los labios: “Pareja queda enganchada durante el coito”. Puede parecer una broma, pero se trata de una situación real que definen los médicos como “penis captivus”. Ahora podríamos pasar a describirlo, pero mejor no entramos en detalles, ¿verdad? Quien esté mas interesado en el tema, puede encontrar fácilmente información en Internet. Es muy poco habitual, pero tiene que ser todo un problema para quien lo sufre alguna vez. Sobre esta premisa, Alicia Serrat <em>(Trilogia de l’amor)</em> y Ferran González crearon e interpretaron hace ya una década un musical insólito, <em>Pegados,</em> que tuvo una sorprendente repercusión e, incluso, llegó a estrenarse en Madrid de donde saltó a Latinoamérica, Italia o Alemania, convirtiéndose también fue un éxito rotundo.

Ahora, sus autores han decidido recuperarla para la reapertura del Teatre Goya introduciendo nuevos elementos para actualizarla y cediendo sus papeles a dos de los brillantes protagonistas de la última versión de <em>Rent</em>, Júlia Bonjoch e Iñaki Mur (este último con un look que recuerda mucho al Mark Cohen que interpretó en el musical de Jonathan Larson). Eso sí, han mantenido en el reparto a la auténtica estrella del espectáculo, la robaescenas y el piano está a cargo de Raúl Patiño (que aprovecha las pausas para buscar a Wally en un libro). Lo que no ha cambiado es su frescura, el ritmo vertiginoso y la sucesión de canciones sobre las temáticas más inesperadas.

Empieza la función

Antes de iniciarse la función se suceden los avisos para el doctor por megafonía, que divierten a los espectadores mientras aguardan a que se alce el telón. Las dos puertas de un hospital y las sillas de una sala de espera son el único decorado junto a los instrumentos del pianista, a la izquierda del escenario. Una enfermera muy severa (la desternillante Gemma Martínez) nos hace unas advertencias previas sobre las cosas que no hay que preguntar en un centro similar, así como nos da unas instrucciones sobre lo que vamos a ver, un musical, claro, aunque a ella le da por fingir que hace trucos de magia como si fuera el mago Pop.

Patiño interpreta una breve obertura mientras vemos a una pareja que se acaba de conocer en una discoteca y decide hacer el amor en el baño. Un “aquí te pillo, aquí te mato” para el que recurren a divertidas posturas amatorias. Pero cuando la pasión acaba descubren que se han quedado pegados y, como pasa el tiempo y no hay manera de separarse, deciden acudir al hospital.

Los mejores momentos

Allí se verán obligados a esperar la llegada del doctor, que se retrasa demasiado, y a seguir los consejos de la ruda enfermera que es de todo menos amable y acaba haciéndoles subir a una camilla en la que pasarán gran parte de la obra. Todo ello entre canciones divertidas (unas más tiernas, otras románticas y algunas que no te esperas con temas como la masturbación o el colesterol), coreografías (la mayoría siamesas, con tangos y ritmos latinos) y gags ingeniosos (la escena del calambre). Hasta el pianista tendrá su momento de lucimiento con su Cae la noche en la ciudad que interpreta utilizando el estetoscopio como si fuera un micrófono.

Pero lo mejor está aún por llegar, el tramo final, en el cual la enfermera se desdobla en otros personajes (nos reservaremos desvelar cuáles) y juega con sus compañeros y con el público hasta límites inimaginables (a los protagonistas se les escapan las risas) y da la impresión de que también improvisa bastante, lo que acaba ganándose la complicidad de la platea.

Un musical que engancha

La calidad de los dos cantantes principales es indudable y su espontaneidad y simpatía garantizan el entretenimiento en este musical descarado, gamberro y desinhibido pensado para el público joven, pero que también puede hacer las delicias de los más mayores siempre que estén a salvo de prejuicios. Un musical que quizás no tenga canciones pegadizas, pero… que engancha.