INAUGURACIÓN DE TEMPORADA

Niño de Elche predica en el Lliure

El heterodoxo cantaor valenciano abre por peteneras el teatro público con un ritual laico mezcla de palabra y sonido experimental

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Manuel Pérez y Muñoz

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Siete personas que aplauden durante una escena estirada casi hasta la exasperación. Largos minutos para evadirse, descubrir nuevas sonoridades del palmeo o recordar la poesía colectiva del gesto que solíamos hacer a las ocho en el balcón. Esta es solo una de las imágenes que se han deslizado esta noche del viernes en el espectáculo inaugural de la temporada del Teatre Lliure. Su autor intelectual, intérprete y oficiante principal fue el Niño de Elche, cantaor hiperconectado a los movimientos escénicos y musicales más heterodoxos.

Pocos artistas tan apropiados como él para simbolizar lo que quiere ser el nuevo Lliure de Juan Carlos Martel, gestos que marcan un perfil inconformista en los mensajes y escurridizo en las formas. Hasta el domingo se podrá ver en la sede de Montjuïc 'Noli me tangere (no em toquis)', título que hace referencia a la mitológica frase que pronunció Jesucristo nada más resucitar y, por descontado, relacionado con un presente de distancia social y separación entre butacas. La idea que el equipo ha querido transmitir con el espectáculo creado para la ocasión es la de una misa laica, un oficio que quiere recordar la faceta más ritual del arte teatral. Un punto y a parte para dejar atrás una temporada de resultados nefastos, el comienzo de un nuevo horizonte de incertidumbre.

El 'niño' Francisco Contreras apoyó su liturgia 'performance' y post-musical en los contrafuertes textuales de una serie de autores locales. Pequeñas dramaturgias escritas por amigos de la casa como Marc Artigau, Clàudia Cedó, Albert Lladó y Victoria Szpunberg. Leídos al principio de forma casi plana por el coro de seis intérpretes que secundaba al protagonista, los textos imitaban letanías para subrayar el contrapunto disidente a tanta gravedad que vendría después. Con espacio para alguna puya bien resuelta contra la hipocresía social y mensajes nada ocultos hacia personajes como el rey emérito y Ada Colau.

El de Elche, que irrumpió calmado en escena una vez acabada la plegaria de bienvenida, retorció también las esencias y estructuras de la ceremonia religiosa católica buscando inspiración y coartadas en textos de Ernesto Cardenal, sacerdote de la teoría de la liberación. Invocando más tarde el nombre de Dios de forma reiterada se podían percibir los rastros de otro réquiem que el Niño compartió en el pasado festival Temporada Alta de Girona con Angélica Liddell, creadora que hace tiempo explora la esencia de los rituales y la idea de divinidad hecha objeto artístico.

Espiritualidad y asombro

Tardaron más tiempo en aparecer las raíces flamencas que siempre actúan de antídoto espectacular entre las estructuras más experimentales del plano sonoro. Es en esa temperatura más accesible donde acaban cobrando sentido el habitual repertorio de quejidos, muecas, guturalidad y repeticiones que llegan a dejar extenuados los sentidos del público. Y mientras Contreras buscaba los límites de la voz y la expresión humanas, los otros miembros del coro recordaban países asociados a cifras (¿de muertos?), o creaban atmósferas sonoras para atrapar al público entre la espiritualidad y el asombro. Se juega con la repetición y la solemnidad tan propias de los ritos religiosos para llevar luego el espectáculo hacia otra cosa totalmente diferente. La sorpresa o incluso el desconcierto de presenciar algo que nunca antes se había concebido ni ejecutado.

Recuerdos de la tragedia

Recordar, afrontar lo que ha pasado y tratar de asumirlo. La del Niño de Elche no es la única ceremonia artística con la que el Lliure ha querido levantar el telón. Diferentes espacios del teatro de Montjuïc acogen este fin de semana las instalaciones de la creadora argentina Laura Vago, un espectáculo itinerante para grupos de ocho personas, argumentos para un duelo colectivo pendiente. Altares, misas y exorcismos diversos que parecen querer conjurar el mal fario que tanto respeto provoca en la gente de teatro y del flamenco. No es para menos, los últimos años del Lliure no han sido fáciles. Superados y amortizados ya todos los escándalos del final de la era Pasqual, la primera temporada dirigida por Juan Carlos Martel se vio interrumpida bruscamente en marzo. Con esta inauguración del Niño de Elche se abren las puertas a un otoño marcado por la recuperación de espectáculos cancelados. Ojalá el Lliure con esta misa se haya encomendado a los santos laicos adecuados y podamos seguir llenando las plateas sin más sobresaltos que los artísticos.