Selecto Ambigú

Extrañas flores de un día

La Fundació Romea per a les ArtsEscèniques reanuda su programación con 'Bon dia, Barcelona', de Perico Pastor. Las acuarelas que el artista pintó durante el confinamiento para insuflar ánimos.

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Olga Merino

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Vienen como agua de mayo los pequeños indicios de que la noria sigue girando, aunque haya que empujarla en piña como a los coches de antes cuando se les rompía la correa de distribución. Así que resulta grato saber que este lunes echarona andar de nuevo, tras el estado de alarma, las representaciones, por así llamarlas, de la Fundació Romea per a les Arts Escèniques, cuyo director, Fèlix Riera, describe al covid como a un «tirano» capaz de controlar nuestras vidas. No salgáis, no os abracéis, no os juntéis, no penséis. Como un Calígula que nos despoja de lo que nos hace humanos.

Durante un encuentro el lunes con la prensa escrita —otra pobre Cenicienta en este embate—, Riera presentó la programación para lo que resta de este bisiesto y para el año 2021, acompañado por Daniel Martínez, presidente de Focus, la empresa que gestiona el Teatre Romea. Flotaba sobre la reunión, sobre la mesa y las venerables anchoas del almuerzo, cierta inquietud acerca de lo sucedido el domingo en el Teatro Real de Madrid, donde las protestas delos espectadores, pegados como piojos en costura, sobre todo los del gallinero, obligaron a suspender la ópera. ¿Daría al traste la polémica con la ampliación al 70% de los aforos aquí? Por fortuna, no ha sido así. El sector no está para más zarandeos.

Pero, a lo que íbamos, al programa de la Fundació, que se reanudó en la noche del lunes con un llenazo —todo lo que ahora se puede— en el montaje 'Bon dia, Barcelona', de Perico Pastor. ¿Cómo? ¿Un pintor sobre el escenario? Pues sí, las propuestas de la entidad son perlas rugosas, chocantes a veces. Pastor proyectó sus acuarelas sobre una pantalla gigante y contó al respetable cómo se le ocurrió la idea, durante el confinamiento, de enviar cada mañana, a las 7.30 en punto, un dibujito por Whatsapp, primero a sus conocidos del sector sanitario, luego a los hosteleros, hasta reunir a unos 500 destinatarios. Era su forma de darles los buenos días, de agradecerles el esfuerzo. Un trazo simpático, hoy un ciclista, mañana un paseante, para generar una ilusión en aquellos días tan duros, cuando solo se oía el aullido de las ambulancias. La cultura mantuvo a raya al «tirano». Pintar, un buen libro, una serie, Brahms o The Kinks.

Es una lástima que los 'espectáculos' de la Fundació sean flor de un día, aunque, bien mirado, un rasgo consustancial de la belleza es su carácter efímero. Son piezas pequeñas, singulares, de las que se programa una sola sesión, en lunes, cuando el Teatre Romea descansa de las funciones regulares, actos gratuitos y abiertos al público hasta agotar localidades previa inscripción. Gratis, sí, otra rareza, como las del programa. Las acciones pretenden, sostiene Riera, construir una especie de «diplomacia cultural», tender puentes entre las diversas artes escénicas, indagar en los misterios del proceso creativo. Que el público se levante de la butaca eléctrico de ideas, con ganas de hacer y debatir. Para esta temporada, han propuesto al cantante Gerard Quintana que pinche una banda sonora para su novela, 'Entre el cel i la terra' (Columna); al filósofo Víctor Gómez Pin, que calibre límites entre la loca aventura del hombre y la naturaleza; y al fotógrafo Joan Fontcuberta, la caza del fantasma de Margarita Xirgu. Frutos extraños. Y venenosos. 

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