'El club secreto de los no herederos al trono': 'royals' superheroicos

De un guionista de 'Hannah Montana' y otro de 'Predators' nace este híbrido de fantasía de princesas y acción poco aparatosa, un relato iniciático fabricado para funcionar, a su vez, como iniciación de los espectadores de Disney Channel a las cosmogonías superheroicas.

La heroína principal y sus motivaciones parecen, solo parecen, lo nunca visto en la compañía del ratón: hablamos de una joven 'royal' europea, Sam (Peyton Elizabeth Lee), que toma las calles para escupir pop-punk antimonárquico en formato de 'power duo'. Pero esta visión alucinante no podía durar. La película es absolutamente conservadora, casi perversa en su loa de la sangre azul: según su mitología, los segundos en la línea de sucesión no solo viven como reyes, a pesar de no poder serlo, sino que además tienen un gen 'exclusivo' que les otorga superpoderes.

Pronto, Sam entra a formar parte del superequipo titular, un grupo diverso de jóvenes reales cuyos poderes tienen algo que ver, a veces, con sus personalidades: Sam (quizá por perspicaz) tiene sentidos mejorados; la reina de las redes sociales Roxana (Olivia Deeble) se puede volver invisible, para su desgracia; el locuaz Tuma (Niles Fitch) puede convencerte de hacer lo que sea; la maleable January (Isabella Blake-Thomas) adquiere los poderes de quien tiene alrededor, y el introvertido Matteo (Faly Rakotohavana), por algún motivo, se entiende con los insectos. Su maestro es un sosias del Profesor X (Skylar Astin) y el enemigo, por supuesto, un tipo contrario al regimen monárquico.

Las aventuras de esta Patrulla-X de privilegiados quizá resulten convincentes para un joven espectador aún no curtido en Marvel o la vida, pero ser guía paterna durante el visionado resultará doloroso. Poco novedosa en su estructura argumental y visualmente poco ambiciosa, en parte por las evidentes carencias presupuestarias, 'El club secreto de los no herederos al trono' solo gustará a aquellos que están en esa edad en que nos gusta todo. A los mayores les queda elucubrar sobre qué joven actor saltará antes a la fama con algún proyecto menos obediente, menos controlado y menos domado.