UN MITO DEL SIGLO XX

Juliette Gréco, la dama de negro de la 'chanson'

La cantante francesa, musa del existencialismo e intérprete de Prévert, Brel y Gainsbourg, fallece a los 93 años

Juliette Greco, en una actuación en el festival de Montreaux en el 2005.

Juliette Greco, en una actuación en el festival de Montreaux en el 2005. / periodico

Jordi Bianciotto

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Su silueta vestida de negro, tocada por el flequillo, quedará siempre asociada a una era no solo de la música francesa sino de la cultura del siglo XX: la del existencialismo y la bohemia que hicieron de Saint-Germain-de-Prés un símbolo de la Europa de posguerra. Juliette Gréco se fundió con aquel ambiente y cantó con voz grave y temperamental a Prévert, a Vian y a Aznavour, y más adelante a Brel a Gainsbourg, dando forma a una carrera artística que se extendió durante casi siete décadas.

Nos dejó este miércoles, a los 93 años, en su residencia en Ramatuelle, en la Costa Azul, “rodeada de los suyos”, apunta el comunicado familiar. Retirada en los últimos tiempos de la vida pública, su obra final fue ‘Gréco chante Brel’ (2013), con renovadas interpretaciones del autor belga, incluyendo la escalofriante ‘J’arrive’, donde habla de tú a tú con la muerte, caminando “de crisantemo en crisantemo”.

Los clubs de la ‘rive gauche’

Juliette Gréco heredó el apellido de su padre corso y, aunque nacida en Montpellier (7 de febrero de 1927), creció entre Burdeos, París y la occitana Montauban. Padres separados y tutela cambiante entre sus abuelos y su madre. Durante la Segunda Guerra Mundial se enroló en la Resistencia y fue encarcelada por la Gestapo. En la capital francesa descubrió la ‘rive gauche, se afilió al partido comunista y se relacionó con Jean-Paul Sartre, Albert Camus y los jóvenes ‘jazzmen’ Miles Davis y Quincy Jones.

Clubs como Le Tabou acogieron sus tempranas incursiones en la poesía y la canción, en paralelo a sus estrenos en el estudio, con piezas como ‘Rue de blancs-manteaux’ (1950, texto de Sastre y música de Joseph Kosma). Aunque Gréco podía brindar su voz a los poetas, como Jacques Prévert (‘Les feuilles mortes’), hizo suyos temarios más ligeros y aportaciones de compositores del momento. Ahí está su versión de la popular ‘Sous le ciel de Paris’ o la airada ‘Je hais les dimanches’, con texto de Charles Aznavour, que Édith Piaf rechazó. Dio el salto al cine, tanto en Francia (con Jean Cocteau o Jean Renoir) como en Hollywood: cintas como ‘Las raíces del cielo’ (John Huston) o ‘Buenos días, tristeza’ (Otto Preminger).

En los 60, mientras el existencialismo era suplantado por ‘le iéié’, Gréco congenió con emergente talento pop Serge Gainsbourg, que escribió para ella una de sus canciones más celebradas, ‘La javanaise’. Y el álbum ‘La femme’ incluyó la escandalosa ‘Déshabillez-moi’.

Tras sus sucesivos matrimonios con los actores Philippe Lemaire y Michel Piccoli, Gréco se unió en 1988 a Gérard Jouannest, el histórico pianista de Brel, fallecido hace dos años. En 1982 publicó sus memorias, actualizadas con otro volumen tres décadas después. Mantuvo su actividad en los escenarios hasta bien entrado este siglo, y Barcelona (donde debutó en los años 50 en el desaparecido Rigat) acogió su carisma otoñal en inolvidables veladas en el Teatre Grec (2004) y el Palau (2007).