REFLEXIONES DE UN MAESTRO ARTESANO

David Bagué, el lutier del pasado en un proyecto de futuro

El reputado fabricante de instrumentos, un hombre que vive de espaldas a las nuevas tecnologías, habla de su participación en 'Symphony', el proyecto puntero de Igor Cortadellas y Gustavo Dudamel que viaja al interior de la música

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Mauricio Bernal

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El reputado lutier es un hombre de otro tiempo, y está orgulloso de serlo. Su trabajo diario lo lleva a cabo en una casa taller del barrio de Gràcia concebida como alegoría de las del siglo XVIII, una especie de puerta al pasado. Duerme en una cama que fabricó su abuelo ebanista en alguna remota década del siglo XX, y en invierno, cuando sale a caminar, lo hace a bordo de una elegancia ochocentista que atrae las miradas. Por descontado, no tiene teléfono móvil, nada de esa familia perversa. Las redes sociales le son ajenas. Como un Bartleby que hubiera levantado barricadas para mantener a raya las nuevas tecnologías, la página web que podría ser vehículo para la difusión de su trabajo ha preferido no hacerla. Es un hombre coherente.

No tiene móvil, trabaja en una casa taller como las del siglo XVIII y en invierno viste con elegancia ochocentista

Su nombre es ampliamente conocido en los círculos artísticos: David Bagué. Creu de Sant Jordi en el 2003 y proveedor de músicos de prestigio como el griego Leonidas Kavakos, Bagué es con diferencia el lutier más internacional de la península, y sin duda uno de los más prestigiosos del mundo. Hace unos meses deparó la noticia de que había llevado a cabo la notable gesta de construir todos los instrumentos de un cuarteto de cuerdas, el Cosmos Quartet –algo que no ocurría en España desde hace tres siglos–, pero ahora su nombre aparece ligado a un proyecto mucho menos consonante con su naturaleza, con su carácter: ‘Symphony’, la experiencia audiovisual inmersiva actualmente abierta al público en el Cosmocaixa de Barcelona. Por un lado, la realidad virtual, el 3D, las nuevas tecnologías. Por otro, el ochocentista que ha hecho de desdeñarlas una parte de su forma de estar. Y en el medio la música, que lo une todo.

Mirar hacia atrás

“En mi punto de espacio y tiempo yo estoy totalmente alejado de la proyección del futuro. Mi tendencia natural es mirar hacia atrás”, explica el lutier en su taller, donde campan la madera y las herramientas, y los muebles de otra época. Suena música clásica de fondo y por la puerta del patio entra una brisa con germen de otoño. “La evolución y la involución forman parte de lo contemporáneo. Yo soy de la involución. Miro más a mi espalda que hacia adelante. Quizá es por eso que mi presencia en el proyecto resultaba atractiva. De haber sido una persona que estuviera en el ojo del huracán de las nuevas tecnologías quizá no habría suscitado interés”.

"Quizá es por eso que mi presencia en el proyecto resultaba atractiva. De haber sido alguien que estuviera en el ojo del huracán de las nuevas tecnologías, quizá no habría suscitado interés"

Dirigido por Igor Cortadellas y con Gustavo Dudamel como guía o maestro de ceremonias, el proyecto de la Fundación La Caixa se publicita como “un viaje al interior de la música”, y entre sus momentos notables incluye la visita al interior de un violín, así como la sensación de formar parte de una orquesta –la Mahler Chamber Orchestra– mientras la dirige el músico venezolano en el Liceu. Todo gracias a la realidad virtual y a las nuevas tecnologías, incluidas grandilocuentes imágenes generadas por ordenador. En medio de este despliegue de fantasía virtual aparece Bagué en su taller, esa cápsula del siglo XVIII, mientras la voz en off de Dudamel explica: la música evoluciona, sí, pero los instrumentos que la hacen posible se siguen construyendo según una técnica que alcanzó su cénit hace 300 años.

La música empieza aquí, viene a decir el director venezolano: entre cepillos, gramiles, gubias y formones, aceites y maderas. Lejos de cualquier cosa que huela a tecnología nueva.

La conexión de dos mundos

“Para mí es una demostración de que esta herencia del pasado –Bagué abarca el taller con un gesto de la mano– es necesaria por mucho que estemos en el punto máximo de proyección de las nuevas tecnologías. En el fondo, los grandes inventos no son los de ahora. Aún vivimos de los réditos de los grandes pensadores que nos hicieron ver el mundo distinto. El mundo no avanza –sentencia–, el mundo gira”. El timbre del teléfono fijo irrumpe en la conversación y Bagué se disculpa para coger la llamada. Es un amigo que ha ido a ver ‘Symphony’. Llama a felicitarlo.

"'Symphony' hace una labor pedagógica fantástica porque conecta el mundo del presente que se proyecta hacia el futuro con otro que desaparecerá, el mío"

“Me parece que ‘Symphony’ hace una labor pedagógica fantástica entre otras cosas porque es capaz de conectar estos dos mundos, uno que desde el presente se proyecta hacia el futuro y uno que probablemente desaparecerá, que es en el que yo vivo”. El lutier habla entonces del pájaro de mar que puede volar hasta lo más alto y a la vez sumergirse en el fondo del océano, y dice que es así como entiende el péndulo de ‘Symphony’ entre pasado y futuro. “Creo que esto es lo que han querido expresar Igor Cortadellas y el maestro Dudamel”. No hay mayor contraste que el que se establece entre las imágenes psicodélicas que ruedan por la película y las del artesano del pasado, de siempre, de toda la vida, trabajando en su taller pretérito.

Vivir románticamente

La desaparición posible de ese mundo en el que vive no le preocupa especialmente. “Pereceré, me iré con él, pero igual estaré orgulloso. No pienso dejar de vivir románticamente”. Es consciente de que el empujón que está dando la pandemia a las nuevas tecnologías puede acelerar ese momento, pero un hombre coherente no renuncia a sus principios sólo porque la realidad los ponga en entredicho. No cambiará de taller ni de herramientas, ni de indumentaria para pasear en invierno. “La esencia de la música no pasa por dar clases de violín por skype o por hacer conciertos en ‘streaming’. Esperemos que sea algo pasajero, porque si no lo es, yo me voy, y no pienso ser el último en cerrar la puerta”.