REPORTAJE GALARDONADO

De cuando el IRA asesinó a una madre de 10 hijos

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Elena Hevia

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Jean McConville era una viuda reciente de 38 años, madre de diez hijos, que se había pasado media vida embarazada. Un frío diciembre de 1972, un grupo de vecinos entró en su casa y se la llevó en presencia de los niños con la promesa de devolverla, pero nunca más se volvió a saber de ella hasta que 30 años más tarde apareció su cadáver. Hay que explicar que el contexto fue el explosivo Belfast de la Irlanda del Norte de los ‘Troubles’ (disturbios), una palabra demasiado suave para definir la violencia entre las fuerzas policiales y del Ejército británicos y los miembros del IRA que carcomió profundamente aquella sociedad y se saldó con 3.500 muertos, gran parte de ellos civiles, y una herida que aunque cerrada en el acuerdo del Viernes Santo de 1998, todavía muestra  una profunda cicatriz.  

Norteamericano y descendiente de irlandeses, el periodista Patrick Radden Keefe, miembro del 'staff' del ‘New Yorker’, leyó en el 'New York Times' en el  2013 el obituario de una activista del IRA, Dolours Price, que arrastraba la sospecha de ser la responsable de la muerte de McConville. El artículo informaba de declaraciones de Price sobre el conflicto norirlandés depositadas en la biblioteca de la Universidad de Boston. El periodista accedió a ese material que había estado esperándole durante más de una década y, sorprendentemente, dio una respuesta a aquel crimen.

Lo cuenta, como si de un ‘thriller’ se tratase, en 'No digas nada' (Reservoir Books / Periscopi), más de 500 páginas, 100 de ellas dedicadas a notas, a partir de cuatro personajes: Jean McConville, la víctima; Dolours Price y Brendan Hughes, presuntos artífices del hecho, y por último pero no menos importante, Gerry Adams, oculta figura del IRA provisional y presidente del Sinn Féin, quien, según las investigaciones de Keefe, podría ser el cerebro de la operación que acabó con la vida de McConville, eliminada por confidente. El reportaje, impresionante, obtuvo el Premio Orwell y el del Círculo de la Crítica de Estados Unidos, y quedó finalista del National Book. Y si se lee como una trepidante  novela, es porque utiliza los instrumentos de la ficción para contar no una historia de los ‘Troubles’ -aunque en cierta manera también lo acaba siendo- sino una “historia de seres humanos”.  Así define su trabajo el periodista, por conexión telemática, desde Nueva York.

De los cuatro protagonistas del caso, tres están muertos y el cuarto, Gerry Adams, se negó a participar en el libro. Pero eso no le ha impedido al autor hacer un trabajo de periodismo de aproximación para desarticular el pacto de silencio que ha imperado en el Úlster. “Me di cuenta de que en Irlanda había una tradición oral sobre el conflicto que no había llegado a los periódicos ni a los libros de historia. Me gané la confianza de la gente viajando una y otra vez, hasta siete viajes en cuatro años.  Yo quería ahondar en los dos bandos de una manera honesta. El IRA asesinó pero anteriormente hubo una sobrerreacción de las fuerzas estatales y su impacto no fue proporcional a los primeros disturbios ”.

En el Úlster, que ahora se enfrenta a un nuevo dilema a causa del 'brexit' –“quien haga una previsión sobre lo que pasará en el futuro se va a equivocar”-, ha detectado el periodista un deseo de “dejar el pasado bajo la alfombra con la esperanza de que desaparezca, pero eso solo ha producido una paz tensa”. Según sus palabras hubo paz pero no reconciliación “y nadie se ha preocupado por abordar una revisión del pasado”. Ni siquiera entre los jóvenes que han nacido tras el acuerdo de 1998. “Percibo ahí un trauma residual que sigue vigente en aquellos que no tuvieron una experiencia directa de la violencia”.

Aunque todo el libro gravite alrededor de Gerry Adams, para algunos un pecador, para otros un santo, no hay testimonios de su parte. Solo se manifestó públicamene negando los cargos. “En un determinado momento creí que tendría una oportunidad de hablar con él. Pero John McIntyre, uno de los entrevistadores del Boston College, que lo conoce bien, me aseguró que nunca me diría nada porque Adams había recibido formación en contrainterrogatorios y aunque lo hubieran torturado jamás soltaría prenda. Creo que nadie llegará al fondo de su corazón o de su mente, ni siquiera él mismo”. La única posibilidad real que Radden Keefe tuvo de cruzarse con Adams fue su coincidencia en la feria del libro de Dublín. El periodista presentaba este libro y el líder norirlandés, sorpresa, un anodino volumen de recetas de cocina. “No nos encontramos”, se lamenta Keefe con sonrisa irónica. 

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