LA ALARMANTE PERSPECTIVA DE LA ACTIVIDAD MUSICAL EN DIRECTO

La música en directo, en la UVI

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Jordi Bianciotto

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Poco a poco, la palabra maldita del último semestre, ‘incertidumbre’, está dando paso a su antítesis. Hay cada día más certezas en el mundo de la música en directo. “Certezas negativas”, remacha Albert Salmerón, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM), ante la visión de un otoño endemoniado, con salas cerradas, aforos inviables o inciertos para los escenarios que puedan seguir en pie, giras a la baja y bolsillos recortados. Un cuadro calamitoso ante el cual se pide a la administración decisiones rápidas y firmes: diálogo exprés con el sector, protección y desarrollo de la ‘cultura segura’ y un plan estratégico de choque como medidas indispensables para sortear el descalabro.

Venimos de un verano que comenzó con augurios tímidamente ilusionantes (festivales que acuñaron rápidas ediciones ‘mini’ para mantener en marcha los engranajes) y que termina con intempestivos rebrotes víricos y olas de suspensiones en nombre de la alarma social.  ¿Y ahora? Otoño es un folio lleno de tachaduras, y el invierno, un fantasma. “No podemos ver más allá de los plazos muy cortos, y nos pasamos el día programando y desprogramando, y aplazando así la posibilidad de obtener ingresos”, explica Salmerón, que dirige la promotora Producciones Animadas. Visto el percal, las giras internacionales tienden ahora a desplazarse a otoño del 2021.

Levantar vetos

Los promotores creen que la música en directo, donde no se han registrado por ahora episodios de contagio, se ha ganado el derecho a seguir su camino sin verse estigmatizada, ampliando la ocupación de los recintos y levantando el veto a las salas. Para Tito Ramoneda, presidente de The Project, “se debería ir a buscar los aforos al 100%: con mascarillas y todas las medidas sanitarias pertinentes”, estima. “Cuantas más medidas, mejor, pero estas no pueden hacer inviables los conciertos”, añade, apelando al ejemplo de Francia, donde se prevé que a partir del 30 de octubre puedan celebrarse espectáculos para más de 5.000 personas.

The Project trabaja con “plena voluntad” de organizar, este otoño, tanto la 52ª edición del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona como los conciertos pendientes del Guitar BCN, “con todo el respeto al público y a los artistas para que puedan sentirse seguros”, apunta Ramoneda. Pero la empresa debe determinar, por ejemplo, si son factibles los conciertos en el Palau con el 50% de ocupación. Uno de los artistas de esta edición, con entradas a la venta (para el 4 de noviembre), es el pianista Brad Mehldau, que vive en París. “Está dispuesto a venir, pero tenemos que verlo claro todas las partes”. ¿Y los conciertos en un Sant Jordi Club o Palau Sant Jordi? Deberían ser posibles, al igual que cualquier otro recinto cerrado, argumenta Ramoneda, porque permiten la trazabilidad, “a diferencia de los centros comerciales o el transporte público”.

Inactividad por ley

La parte más dura se la llevan las salas, incapacitadas para siquiera subir la persiana. “Es uno de los pocos subsectores a los que, por ley, se prohíbe la actividad, y sin una fecha de finalización de la prohibición”, hace notar Lluís Torrents, presidente de la Asociación de Salas de Concierto de Catalunya (ASACC) y codirector de Razzmatazz, local que lleva cerrado desde el 12 de marzo. Estar parado no significa únicamente dejar de ingresar: el multiespacio de Poble Nou, con 130 empleados, presenta unos escalofriantes gastos fijos de “más de 100.000 euros mensuales, contando trabajadores en activo, coste en Seguridad Social de los trabajadores en ERTE, alquiler, suministros y cuotas de préstamos bancarios ordinarios y de préstamos ICO que se han pedido para aguantar todo esto”.

La música en vivo “está en la UVI”, sintetiza Torrents, que añade un inquietante ‘bonus track’ cuando recuerda que las licencias para las salas de música en directo están asociadas a un espacio físico preciso y “no son permutables”. Es decir, que si un local cierra, no se puede trasladar esa licencia a otro enclave. Y como los planes de usos en casi toda Barcelona prohíben otorgar licencias para salas de conciertos, se puede desencadenar una “devastación de la música en directo en esta ciudad”.

Comunicación mejorable

Hay lamentos por el escaso diálogo con las administraciones, en particular Interior y Salud, que redunda en lagunas interpretativas en cuestiones importantes. Por ejemplo, la confusión relativa a la licencia de sala de concierto. “Se creó hace 10 años y no la tiene nadie, porque ya operamos con la de discoteca”, ilustra Lluís Torrents. Ahora, al prohibirse la música en directo en discotecas, pero no en bares o cafés-teatro, las salas, que no disponen de esa licencia porque nunca les ha hecho falta, plantean un interrogante que no encuentra respuesta. “¿Podríamos abrir Razzmatazz con sillas, aunque fuera con un 20% del aforo? La sala de conciertos sí puede, aunque nosotros, técnicamente, no lo somos”, se pregunta el codirector de la sala. “Pero mandé un mail al departamento de Interior pidiendo una aclaración y, como siempre, no han contestado”.

Y preocupa el comportamiento del público en los tiempos que vienen. “Por la crisis económica que vendrá y por las reservas que se puedan tener a acudir a eventos”, aventura Tito Ramoneda. Estos días, con la alerta sanitaria copando titulares y las recomendaciones de quedarte en casa, los promotores ya acusan el retroceso, uno más. “No se están vendiendo entradas para los conciertos anunciados para los próximos meses”, confiesa Albert Salmerón. “De hecho, seguimos registrando devoluciones”.

Bolsa de dinero

El sector urge a las administraciones a tomar “medidas urgentes”, subraya Salmerón. Bajada del IVA cultural, extensión de los ‘ertes’, ayudas a profesionales y a autónomos, e inyecciones de dinero “para evitar que toda esta industria se derrumbe”. Tito Ramoneda coincide en que deberá crearse “una bolsa de dinero, clara y directa” encaminada tan solo a que artistas y empresas “puedan, aunque sea, ir sobreviviendo” mientras no se neutralice el covid-19. El presidente de The Project añade que “la franja entre sector privado y público está poco definida y hay que defender un salvamento de la maquinaria de la cultura sin hacer diferenciaciones, yendo todos a una”.

El cuadro clínico hace que los ánimos se vayan caldeando. Una nueva organización, Alerta Roja, que aglutina una cuarentena de asociaciones de músicos, técnicos y profesionales del sector, se suma a la iniciativa internacional We Make Events con una movilización en toda España para el 17 de septiembre. Parte de un manifiesto en el que se pide a las administraciones que se reconozca al sector musical como “especialmente perjudicado y prioritario”.

Y ante tanta circunstancia ingrata, una ventana que parece entreabrirse: la de esos tests de antígenos, con resultados a los 15-30 minutos, que podrían facilitar la reanudación de espectáculos y acontecimientos deportivos. El doctor Bonaventura Clotet trabaja en una prueba piloto con el Primavera Sound, a realizar en la sala Apolo. Se le seguirá el rastro. “Al menos es una buena noticia, que nos hacía falta”, suspira Albert Salmerón.

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