NOVEDAD EDITORIAL

Ignacio Martínez de Pisón da otra vuelta de tuerca a las relaciones familiares

La novela 'Fin de temporada' explora la historia de una maternidad tóxica en la España de los años 90

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Elena Hevia

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«Qué bonitos son los 'campings'», exclama divertido Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) mientras se lanza a una explicación detallada de su última novela, 'Fin de temporada' (Seix Barral). Y es que en su libro, una  madre y su hijo errantes terminan regentando uno en Miami Platja a finales de los 90, con sendas  centrales  nucleares a cada extremo del horizonte. Mientras lo explica, es fácil ver  los fotogénicos colores chillones del lugar, porque en esta novela como en casi todas las suyas, lo que importa es lo cotidiano, lo familiar y esa mirada capaz de encontrar una «belleza precaria» entre las tiendas, los bungalows y la carne al sol.  

'Fin de temporada' nació, cuenta el autor,  de una conversación de bar con un amigo extremeño. Era la historia de una pareja de novios de Plasencia que saliendo apenas de la adolescencia, ella con 17 y él con dos años más, decidieron trasladarse a Portugal para  acudir a una clínica abortista. Por el camino, un accidente de tráfico segó la vida de él y a ella le hizo cambiar de intención.  Tendría el hijo.  «Lo bueno de esa historia es que solo conocí el arranque, mi amigo no me pudo dar más datos. Eso me permitió dejar vía libre a la imaginación y construir a placer el destino de esa madre y ese hijo».

Otra vida posible

Lo que inventa Pisón es la decisión de ella de escapar de su familia –todo esto sucede en 1977 y la España preconstitucional todavía estaba cambiando muy poco a poco en lo relativo a la sexualidad–, dejar su pasado atrás y lo que sigue es una fuga constante de esa mujer, Rosa, y ese niño, Iván, por toda España  en una vida errática y sin raíces. «En los 20 primeros años de su vida ese niño no sabrá nada de su pasado hasta que lleguen al bonito 'camping' de la Costa Dorada. Allí el muchacho se preguntará por esa otra vida que quedó en el camino, la vida con las familias paterna y materna, a quienes no conoce. Es decir, hace algo propio de los novelistas, imaginar las vidas que no se han tenido». En el fondo, se trata del viejo argumento de la tragedia clásica, aunque aquí se cuente en tono menor: una historia del pasado que acabará encontrando a sus actores y desencadenando los hechos.

En el ADN de la literatura de Pisón están las relaciones familiares, ya desde su primera novela, 'La ternura del dragón', un tema sobre el que el escritor ha explorado todos los ángulos y que en esta ocasión adopta la forma de una maternidad complicada y tóxica. Y es que  Iván a los 20 años, más o menos la edad a la que murió su padre, tiene los mismos rasgos físicos que él. «El amor que siente Rosa por su hijo es peculiar con una leve sugerencia incestuosa, que por supuesto no se concreta y se deriva de esa semejanza física. Ella no puede vivir sin él». 

El hecho de que Rosa e Iván acaben viviendo en Miami Platja tiene también un carácter significativo. No en vano, Rosa abandona una ciudad con un gran peso histórico,  con sus muros de piedras, conventos y caserones y acaba instalándose en un lugar que es lo más alejado geográfica y simbólicamente que se pueda imaginar: «Un 'camping' es lo más provisional que existe, también es un lugar sin pasado, como si Rosa esperara que allí no la fuera a encontrar y, en este caso, concreto también es un sin perspectivas de futuro porque se sitúa bajo la amenaza de dos centrales nucleares».

Antes de la caída

A diferencia de la mayor parte de novelas del autor, aquí el trasfondo histórico no tiene un peso significativo en la acción. Quizá porque, como barrunta Pisón, ocurre en su mayor parte en los años 90 y la estabilidad del momento no trastocaba  apenas las vidas cotidianas. La novela termina con el cambio de milenio cuando la gran historia ya se empezaba a vislumbrar algunos cambios tecnológicos como la aparición de teléfonos móviles.

 Nunca hasta ahora se había acercado tanto Pisón a la actualidad como en esta novela: «Entonces teníamos la sensación de que las cosas iban a ser estables y tranquilas, que el futuro iba a seguir siendo así. Y sin embargo, era el final de una época, un fin de temporada, en el que nadie imaginaba que poco después iban a caer las Torres Gemelas, la amenaza de los fanatismos islamistas, la crisis económica y, finalmente, esta pandemia».   

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