PAISAJES CON MÚSICA Y LETRA (Y 6)

Nico, la modelo de la calle Ganduxer

La que fuera cantante de The Velvet Underground estableció un vínculo con Barcelona a partir de sus sesiones fotográficas con Leopoldo Pomés y de sus actuaciones para la revista 'Popular 1', en el festival Canet Rock y en La Floresta

Nico, en el edificio La Rotonda de Barcelona, en 1975

Nico, en el edificio La Rotonda de Barcelona, en 1975 / periodico

Jordi Bianciotto

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Christa Päffgen, Nico: la modelo alemana, la actriz incipiente que Fellini coló en la Roma mundana de ‘La dolce vita’ y que, Andy Warhol mediante, aportó su voz dulce y espectral al ‘banana album’ de The Velvet Underground. También la valquiria que Leopoldo Pomés fotografió y filmó del derecho y del revés (anuncios de Bodegas Terry incluidos), la efigie gótica que descolocó al público de Canet Rock-78 y el alma errante que recaló una y otra vez en Barcelona, a veces camino de Ibiza, donde encontró la muerte, en 1988, a los 49 años.

Fue en la isla donde Pomés la conoció, en 1962, cuando ella estaba embarazada de Ari, el hijo que tuvo con Alain Delon, al que este nunca reconoció y que fue criado por la madre del actor. El fotógrafo le echó el ojo y la enroló en diversas campañas publicitarias, y fue así como empezó a establecer un vínculo con Barcelona, que se convertiría en una de sus ciudades favoritas.

Dos noches en Poble Nou

Unos años después, en 1975, Nico volvía a la capital catalana, invitada por la revista ‘Popular 1’ a cantar en su fiesta de tercer aniversario, en la Aliança de Poble Nou (20 y 21 de junio; dos conciertos, compartiendo cartel con Eduardo Bort y Gualberto), y los editores de la publicación, José Luis Martin Frías (el fotógrafo Martin J. Louis) y Bertha M. Yebra, la llevaron una noche a su casa, en la calle Ganduxer. “Al llegar al rellano, cuando íbamos a abrir la puerta, me soltó: ‘yo he vivido aquí’. Y me comenzó a describir el interior del piso. Me quedé de piedra. Conocía bien Barcelona y admiraba a Gaudí y el modernismo”, rememora Martín Frías, que también se acuerda de otras cosas. Más turbias. Su pequeño hijo César dormía en su habitación y Nico fue a saludarlo mientras sus padres pasaban al salón. “Cuando fui a verles ella estaba pinchándose en el tobillo en su presencia”.

La droga envolvía ya entonces la vida de la cantante de faros del rock de vanguardia como ‘I’ll be your mirror’ y ‘All tomorrow’s parties’. Heroína, el funesto caballo, “y luego se pasaría a la metadona”, desliza Martín Frías. “En Ibiza, solía ir al barrio de Sa Penya, donde vivían muchos gitanos y podía conseguir droga”. La recuerda “cantando ‘The end’, de The Doors” durante la sesión de fotos en un apartamento de ‘La Rotonda’, en la avenida del Tibidabo. “Su invocación de Jim Morrison era constante”.

Nico vivía entonces en París con el cineasta Philippe Garrel, y aunque había sido “la primera ‘top model’ europea, cuando ese concepto aún no existía”, cultivaba entonces la dejadez física, como si se hubiera hartado de su propia belleza. “Me dijo que había dejado de ser una mujer guapa para pasar a ser una mujer con cerebro”, recuerda con chocante literalidad Martín Frías. “Aunque cuando le hice las fotos, todavía posaba magníficamente”. La amistad que brotó entre ambos se fue encallando a medida que ella le llamaba desde París pidiéndole dinero para comprar droga. “Le había cogido mucho cariño y su evolución me produjo mucha tristeza”.

Paseando por la calle Ferran

Volvió tres años después, para actuar, el 2 de septiembre de 1978, en aquel Canet Rock orquestado por Pau Riba. Concierto fallido: el público, poco receptivo a sus salmos bombeados por su inseparable órgano indio, la acabó expulsando del escenario. Aquella Nico parecía muy alejada de la leyenda ‘velvet’, y por eso Ignacio Julià, que días antes la entrevistó para la revista ‘Star’, se asombró cuando, caminando por la calle Ferran rumbo a la Rambla, abrió el bolso y sacó una pequeña foto en blanco y negro de su antiguo grupo. “La llevaba encima como quien lleva la foto de sus hijos, tantos años después”, evoca el periodista musical.

Julià la recuerda bebiendo horchata y mezclándola con ginebra, y combinando trolas y confesiones sinceras. “Me dijo que Bowie escribió ‘Heroes’ para ella, cuando estaba inspirada en Tony Visconti y su novia, pero al mismo tiempo me reveló que la ‘Femme fatale’ de Velvet era Edie Sedgwick”. Unos meses después, el 30 de diciembre, Nico actuaba, con Jordi Carbó (saxofonista de Perucho's) en el viejo Casino de La Floresta, convertido entonces en ágora del activismo libertario, un entorno con el que mantuvo contactos durante un tiempo. En esa época tomó parte en ‘Vuelo químico’, el segundo álbum de Neuronium, el vehículo electrónico de Michel Huygen, con un recitado en alemán en la pieza principal.

Nico todavía despierta artísticamente, que en los 80, desde su asentamiento en Manchester, volvió a Barcelona para actuar en las salas 666 Otto Zutz, antes de que una caída en bicicleta, al sufrir un ictus, hiciera del soleado paisaje ibicenco, tan alejado de su naturaleza, su última morada.

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