CRITICA DE LIBROS

El extravío como liberación

Rebecca Solnit reivindica el antídoto de aventurarse más allá de lo conocido

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Olga Merino

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Si hace dos décadas Rebecca Solnit (Bridgeport, EEUU, 1961) ensalzó el simple hecho de desplazarse a pie en un ensayo felizmente publicado por Capitán Swing en 2015, ‘Wanderlust. Una historia del caminar’, entendido el verbo no solo como actividad placentera, sino también como arma política y motor de pensamiento —herencia de lo que enarbolaba Henry David Thoreau a mediados del siglo XIX—, la editorial rescata ahora las reflexiones de la autora norteamericana en torno a las consecuencias de ese deambular; esto es, la eventualidad de extraviarse: ‘Una guía sobre el arte de perderse’. Aun cuando el libro se publicó en inglés en 2005, un pasado reciente en el que desorientarse resultaba más plausible por la escasez de GPS, teléfonos móviles y otros artilugios de hipervigilancia, la supuesta guía no se refiere tanto a la desorientación física, como a un perderse espiritual, a una búsqueda para la que Solnit reivindica la apertura de mente, el aventurarse más allá de lo conocido, el tropiezo con lo que no se había previsto.

Historiadora, activista de todas las causas pendientes —el feminismo, los derechos de las minorías, la salvación del planeta—, la autora estructura el libro en nueve capítulos unidos por una hebra finísima, cuatro de los cuales —los pares, por así decirlo— llevan el mismo título, ‘El azul de la distancia’, la tonalidad que comenzaron a emplear los artistasdel Renacimiento para plasmar la profundidad del horizonte, lo remoto, concepto imprescindible para la pérdida. El pretexto cromático le sirve para divagar también sobre el azul eléctrico del pintor Yves Klein o el blues, que en inglés no solo es color, sino también música, la banda sonora de la melancolía.

Solnit serpentea de un tema a otro, de la política a la historia, de lo que soñó la víspera a una película de Hitchcock, de los versos de Keats a una vivencia personal, ya sea una bisabuela desaparecida o un viejo amante. Sujeto a movimientos como los del caballo sobre el tablero de ajedrez, al lector lo asalta a veces la sensación de haberse desorientado, ¿me están hablando sobre tortugas del desierto en vías de extinción? Pero ese es el juego. Y la recompensa. Aquí y allá afloran reflexiones brillantes, gemas, señuelos, senderos por los que saborear el placer de lo desconocido. El hilo se tensa sin romperse.

Podría decirse que el mensaje lo ejemplifica la figura del conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien el en siglo XVI se extravió en el delta del Misisipi y fue esclavizado por varias tribus indígenas, de tal forma que, para cuando sus compatriotas lo ‘rescataron’, le costaba andar vestido y dormir en otro sitio que no fuera el suelo: “Fue uno de los primeros europeos perdidos en las Américas […] y, como muchos de ellos, lo que hizo para dejar de estar perdido no fue regresar, sino transformarse”. Una lectura iluminadora para estos tiempos. La incertidumbre como liberación.