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Vuelve la fiesta al Eixample Teatre con 'Como una canción de los 80'

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Eduardo de Vicente

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En el momento en el que vivimos hay que considerar cada reapertura como un acontecimiento. Frente a las salas de cine y teatro que siguen con la persiana bajada, otras se atreven a abrir aún sabiendo que, muy probablemente, no les saldrán los números pero estimularán y mantendrán la afición a la cultura. Suele tratarse de locales independientes gestionados por modestas entidades privadas y merecen todo nuestro respeto y apoyo. Quieren demostrar que la cultura no solo es segura, algo que se da por descontado debido a los cambios que han efectuado para conseguirlo, sino también necesaria. En este sentido hay que celebrar que vuelva a estar en funcionamiento el Eixample Teatre, que se ha especializado en comedias, musicales e ilusionismo. Géneros populares, sí, pero que cuentan con una clientela fiel más allá del teatro sesudo y de autor. Este año lo iniciaron con una obra que, en poco tiempo, se convirtió en un auténtico fenómeno, Como una canción de los 80, que agotaba las entradas con varias semanas de antelación gracias al boca-oreja y que ahora regresa con la intención de recuperar al público. Ahora con mascarilla obligatoria, aforo del 50 % y butaca de separación entre grupos de compra, entre otras medidas. 

La fiesta nostálgica definitiva

Muchos de sus atractivos son evidentes. Para empezar, destacar que es algo más que una obra de teatro, es una auténtica fiesta con mayúsculas. Una ligera trama, tan previsible como efectiva, una serie de gags que quizás no sean brillantes pero hacen reír (y mucho), una gran cantidad de detalles que apreciarán los nostálgicos pero, sobre todo, un catálogo de canciones y coreografías de los 80 (y las décadas posteriores) que provocan que el público, desde casi el inicio, se apunte a la fiesta. Y el ambiente distendido también contribuye a que más de uno interactúe con los actores como si fuera un antiguo cine de reestreno.

Mientras nos acomodamos en las butacas van sonando grandes éxitos de la época y las luces están en movimiento por la platea como si estuviéramos en una discoteca. La primera sorpresa nos la llevamos cuando se alza el telón, ya que tendremos una banda rockera en directo con cuatro músicos (MusicxBcn)… y es sorprendentemente buena, aporta intensidad, energía y autenticidad ¡todo un lujo!

Un amor (casi) imposible

La historia que nos explica no es excesivamente original y vista mil veces, la relación entre una pareja joven, Luis y Ana que se enamora y se separa pero que parece unida por un hilo invisible que provoca que, en determinados momentos, quieran volver a intentarlo pero las circunstancias se lo ponen difícil. El escenario va cambiando continuamente y, sobre todo, se utiliza una plataforma elevada que se usa con diversas funciones.

La acción arranca en 1989 con el Wake me up before you go de Wham. Ese es el año en el que los protagonistas se enamoran. Ella es la hermana de Javi, un chico algo bruto que es el mejor amigo de Luis, y ambos se sienten atraídos pero no se atreven a dar el paso (sus risitas tímidas marcan la identificación con los espectadores). Su compañera, Sandra, la aconseja sobre su aventura amorosa mientras que su madre (con el peinado pelo pincho rollo Limahl) intenta cotillear. Unas olimpiadas juveniles de matemáticas servirán para unirlos.

¿Tú también te acuerdas?

A todo esto, aparecen múltiples elementos nostálgicos: una camiseta de “Chanquete ha muerto”, frases como "¡Mola mazo!", el cubo de Rubik, un ejemplar de Interviú, el chicle Boomer, referencias a Chiquito de la Calzada, la inevitable bola de espejos de discoteca o una carpeta con adhesivos de Madonna, la MTV, los cazafantasmas o los ¡Tois! Y el primero de los muchos popurrís musicales que se sucederán: música española –con Mecano y Alaska-, internacional -de Queen a Madonna-, catalana –Pets o Sopa de Cabra-, disco –Cher o Jennifer López- latinoamericana –Juan Luis Guerra o Ricky Martin- o con coreografía –Me gusta la gasolina, Lambada o Aserejé-). Todas ellas súper conocidas y coreadas por el público hasta el epílogo, donde acaba todo el mundo entusiasmado. Y, entre una escena y otra, como puente musical, la banda ejecuta versiones instrumentales como Celebration que impiden que el ritmo decaiga.

Y sí, algunas de ellas no son de los 80 porque nos trasladan a los años posteriores para mostrar los sucesivos reencuentros de los enamorados y nuevas situaciones como un viaje en coche, una borrachera de consecuencias imprevisibles, la inesperada aparición de una pareja de caseros muy frikis (con sorpresas), la estrambótica preparación de una boda o el mensaje que justifica el título: “ella es como una canción de los 80, que creías que tenías olvidada y, cuando la escuchas, te das cuenta de que aún te la sabes de memoria”.

Grandes cantantes y cómicos

Todo ello al servicio de un reparto con el que se familiariza fácilmente el público y se ríe con ellos, pero que también tiene momentos estelares. Un silencio estremecedor se apodera de la sala cuando Mònica Macfer interpreta espléndidamente el Someone like youde Adele y el público descubre también su talento como cantante; Luis (Iker Montero) abre el fuego emulando a Wham junto a su amigo Javi (Marc Lluis Fernández), con las réplicas más divertidas (borrachera incluida) y Sandra (Lluna Pindado) también se luce, sobre todo, en los números femeninos. Capítulo aparte merecen los secundarios (Joan Olivé y Karen Gutiérrez) divertidísimos como el cura y su ayudante o los caseros y ella también es responsable de las efectivas y muy trabajadas coreografías que replican a las originales, que se recuerdan con una sonrisa.

Albert Doz (Ara o mai) ha escrito y dirigido este musical de pequeño formato pero grandes resultados. Basta comprobar las caras de felicidad del público a la salida. No es de extrañar que quieran repetir. La satisfacción por lo que han disfrutado y la alegría con la que salen es contagiosa. Quien quiera ir a ver Como una canción de los 80, ya está advertido. No es solo una obra de teatro, ni una comedia, ni un musical… es la madre de todas las fiestas. ¡Ven a la escuela de calor!