'El glorioso caos de la vida': Cáncer con estilo

A nivel argumental, el primer largometraje de Shannon Murphy no se distingue de todas esas películas sobre adolescentes enfermas en fase terminal que tanta popularidad han dado al subgénero: acompaña a una joven en guerra contra el cáncer que, para disgusto de sus padres, se enamora de quien sobre el papel es una pésima influencia para ella. La directora, eso sí, se empeña en distanciarse de esas historias, a través tanto de una estructura elíptica que resta presencia explícita a la enfermedad como de un catálogo de virguerías visuales que incluye rupturas de la cuarta pared, intertítulos que anuncian qué pasará en la siguiente escena y vistosos movimientos de cámara.

Seguro que, de habérselo propuesto, Murphy habría encontrado la manera de compatibilizar el alarde de estilo con la reflexión seria sobre las circunstancias psicológicas y emocionales de sus personajes. En lugar de eso, durante casi todo su metraje la película favorece los comportamientos excéntricos por encima de los lógicos, da bandazos entre lo cómico y lo trágico sin encontrar el equilibrio tonal y trata de intimar con su protagonista acercándole tanto la cámara al rostro que casi nos permite explorarle el acné. Para cuando Murphy aparta a un lado su obsesión por no caer en el melodrama y deja al relato espacio para que respire, ya es demasiado tarde.