CRÍTICA DE SERIE
'Hipócrates': una serie muy pertinente
El realizador francés Thomas Lilti construye una ficción de llamativa actualidad en torno a un hospital donde varios médicos están en cuarentena tras entrar en contacto con un enfermo contagioso
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Para retratar una realidad en el cine no hace falta, necesariamente, ser monaguillo antes que fraile. Pero no hay duda alguna de que el realizador francés Thomas Lilti se beneficia de este aprendizaje. Sus tres largometrajes previos a la serie ‘Hipócrates’ están ambientados o en un hospital o entre la profesión médica, y sabe perfectamente de lo que habla porque, antes de convertirse en cineasta, fue doctor. Así que al cambiar los estetoscopios, bisturís y otros utensilios médicos por la cámara de filmar, no hizo otra cosa que desperdigar en historias de ficción todo lo aprendido en las consultas y quirófanos.
‘Hipócrates’ se centra en el día a día de tres residentes y un forense de un hospital en crisis a causa, precisamente, de un contagio. Aunque realizada en el 2018, la serie resulta muy pertinente ahora mismo: varios médicos de un hospital público están en cuarentena indefinida al haber quedado expuestos a un enfermo contagioso que acaba de morir a causa de un patógeno desconocido. Tras los convenientes protocolos de aislamiento, algo que en este momento nos suena a todos demasiado, el peso del hospital recae en las personas que deberían ayudar antes que decidir.
Lo médico y lo privado
Como toda serie médica, y las hay a raudales (‘Centro médico’, ‘Marcus Welby’, ‘Urgencias’, ‘Hospital Central’, ‘Kingdom’, ‘House’, ‘Anatomía de Grey’, ‘The knick’), el relato pasa de los casos médicos, con pacientes de lo más variado (esclerosis, rotura de varices, suicidas, operación transgénero), a las cuestiones privadas de los cuatro protagonistas. Lo profesional y lo personal mezcla con relativa facilidad ya que, en una situación extrema como la evidenciada en la serie, una cosa se diluye en la otra. Además, uno de los residentes es hijo de una doctora y otra mantiene relaciones con uno de los médicos en cuarentena.
Lilti escucha a los pacientes, con especial hincapié en la muchacha suicida o la anciana que ha perdido su dentadura, a los auxiliares y a los médicos doctores que intentan ayudar en la distancia, pero el foco está puesto en los tres residentes y el forense obligados a curar, diagnosticar y calmar enfermedades varias. Es una historia de aprendizaje.
La serie hereda cosas del filme de Lilti del mismo título, estrenado en el 2014. Después realizó ‘Un doctor en la campaña’, en torno la medicina rural, y ‘Mentes brillantes’, sobre las pruebas de acceso a los estudios de Medicina. No sé si fue buen médico, pero como fabulador cinematográfico y catódico de la profesión médica resulta más que pertinente.
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