ANIVERSARIO DE UNA OBRA DE REFERENCIA

'Relato de un náufrago', 50 años de un hito del periodismo

zentauroepp54436125 icult gabo200811143904

zentauroepp54436125 icult gabo200811143904 / periodico

Mauricio Bernal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Y lo cierto es que el ‘Relato de un náufrago’ estuvo a unos pocos escalones de no existir: los que recorrió el marinero Luis Alejandro Velasco aquel día de 1955 camino de la salida de ‘El Espectador’, después de que el director del periódico declinara publicar su historia. Pero no alcanzó a marcharse. “De pronto, al impulso de una corazonada, Guillermo Cano lo alcanzó en las escaleras, aceptó el trato y me lo puso en las manos”, cuenta Gabriel García Márquez en el prólogo del libro que Tusquets acabaría editando en 1970, originalmente un relato por entregas que publicó durante 14 días consecutivos el diario bogotano, más un suplemento en el que recogió la historia completa. “Fue como si me hubiera dado una bomba de relojería”.

García Márquez le hizo una entrevista de 120 horas en 20 sesiones y con ese material construyó uno de los hitos del periodismo literario latinoamericano

Para entonces, Velasco era un hombre bien conocido en Colombia, el único superviviente de la tragedia del ‘Caldas’, un destructor de la Marina de Guerra que en febrero de 1955 llegó a Cartagena con la noticia de que ocho tripulantes habían caído al agua durante una tormenta en el mar Caribe. Las labores de búsqueda posteriores no dieron con ninguno de los náufragos, pero dos semanas después del accidente “uno de ellos apareció moribundo en una playa desierta del norte de Colombia”, cuenta el escritor, “después de permanecer diez días sin comer ni beber en una balsa a la deriva”. La dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla lo convirtió en un héroe nacional. Velasco firmó varios contratos publicitarios que le procuraron fama y dinero y paseó su historia por los escasos medios de comunicación de la época, en especial por los afines al régimen. Si el joven García Márquez tenía la impresión de que le había caído entre las manos un artefacto explosivo es porque para el momento en que Velasco fue a ofrecerse a ‘El Espectador’, la historia, en términos periodísticos, ya estaba gastada.

Manoseado y pervertido

“El cuento había sido contado a pedazos muchas veces, estaba manoseado y pervertido, y los lectores parecían hartos de un héroe que se alquilaba para anunciar relojes, porque el suyo no se atrasó a la intemperie; que aparecía en anuncios de zapatos, porque los suyos eran tan fuertes que no los pudo desgarrar para comérselos, y en otras muchas porquerías de publicidad”. Pero el director se había dejado llevar por su olfato. Cano, García Márquez y José Salgar, el jefe de redacción, todos menores de 30 años, condensaban la vocación de un diario que había hecho de contar historias su seña de identidad, y el director consideró –con razón, se demostraría a la postre– que en manos de su reportero estrella la historia de Velasco aún tenía recorrido. García Márquez cogió su bomba de relojería, le hizo una extensa entrevista de 120 horas en 20 sesiones y construyó con ello uno de los capítulos antológicos de la historia del periódico, a la vez que uno de los hitos del periodismo literario latinoamericano.

Según su hija, Martha Velasco, el marinero murió convencido de que los derechos de autor sobre la obra eran suyos

“García Márquez siempre navegó en esas dos aguas: la ficción literaria y el periodismo literario”, explica el colombiano Conrado Zuluaga, escritor, editor y uno de los que más rigurosamente han estudiado la obra del Nobel. Zuluaga llama la atención sobre la decisión del escritor de publicar el texto en primera persona y firmárselo a Velasco, y sostiene que es extrapolable al ‘Relato de un náufrago’ lo que escribió 31 años después en la introducción a otro de sus grandes reportajes, ‘La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile’: “El estilo del texto final es mío, desde luego, pues la voz de un escritor no es intercambiable…” Se trata de una declaración de principios insoslayable a la luz de los problemas que tuvo posteriormente con Velasco, que lo denunció por los derechos de autor.

La fecunda alianza

García Márquez había llegado menos de un año antes al diario capitalino, y lo había hecho precedido de una celebridad relativa conquistada en las redacciones de ‘El Universal’ de Cartagena y ‘El Heraldo’ de Barranquilla, además de la literaria que le había granjeado la publicación de sus primeros cuentos en el suplemento dominical de, precisamente, ‘El Espectador’. Como explica Gerald Martin en su biografía del Nobel, ‘Una vida’, era una conjunción destinada a la fertilidad. “Los dueños de ‘El Espectador’ estaban hechos de una cierta pasta, y ahora tenían a su disposición a un joven escritor fascinado por la variedad de gentes de su país, por las cosas que hacían y las cosas que les ocurrían; un hombre que amaba las historias, que cuando era posible convertía su propia vida en cuento y que aprovecharía la oportunidad para transformar las vidas de los demás en narraciones perdurables”.

Velasco hizo revelaciones que no había hecho antes, y el régimen militar tomó represalias contra él y el periódico

Quizá fue pensando en esa capacidad transformadora del reportero caribeño que Cano fue a interceptar al marinero antes de que abandonara el periódico. La historia cuenta que esas 20 sesiones Gabo las condujo poniendo atención especial en preguntar, contrapreguntar y poner trampas en el camino para desenmascar las contradicciones de Velasco, al que consideraba sospechoso de ser una herramienta de propaganda del régimen militar. Quién sabe si porque estaba cansado de mentir, o porque fue sensible al rigor de su entrevistador, el marinero le dio un regalo: le confesó que la tal tormenta nunca había existido. Los ocho marineros habían caído al agua porque la cubierta del ‘Caldas’ iba llena de cajas con material de contrabando que se soltaron por culpa de un golpe de viento, arrastrando a los marineros al mar.

Temor a las represalias

Más allá del valor de esta información, que contradecía la versión oficial y dejaba mal parada a la Marina (los destructores no podían llevar carga, y menos de contrabando), el reportaje fue un éxito cuya expresión más palpable fueron las filas de lectores que se agolparon durante esos días a las puertas del diario, en la calle 13 del centro de Bogotá, a comprar ejemplares atrasados para tener completa la colección; o bien lo fue que el diario duplicara por esos días su circulación; o bien, que al cabo de esas dos semanas decidiera publicar el relato íntegro en un suplemento especial. Desairado, el régimen castigó durante los meses siguientes al rotativo con decisiones (multas, aumento de impuestos, secuestro de ediciones) que obligaron a su clausura temporal. Para protegerse de las represalias, Gabo se marchó a Europa.

"García Márquez siempre se movió en esas dos aguas: la ficción literaria y el periodismo literario", dice Conrado Zuluaga, estudioso de la obra del escritor colombiano

Dado que el escritor le había firmado el reportaje a Velasco, no fue hasta que Tusquets lo publicó como libro, en 1970, que su nombre apareció junto al título, que de ‘La verdad sobre mi aventura’ había trocado en el definitivo ‘Relato de un náufrago’. La obra tuvo tanto éxito como su versión original por entregas, y en los primeros 25 años desde su publicación vendió más de 10 millones de copias en todo el mundo. Los caminos de Velasco y García Márquez jamás volvieron a cruzarse. A raíz de sus revelaciones al diario, Velasco perdió su puesto en la Marina, y a finales de los 60 “un periodista extraviado lo encontró detrás de un escritorio en una empresa de autobuses”, según contó el Nobel.

Carta de un personaje

Coincidieron en un momento de celebridad compartida, pero desde entonces sus respectivas suertes conocieron distintos derroteros. La fama del uno creció y la del otro mermó. Velasco acabó por denunciar a García Márquez por los derechos de la obra, pero después de un litigio que se prolongó más de una década, la justicia colombiana falló a favor del Nobel. “Murió convencido de sus derechos de autor”, le contó su hija, Martha Velasco, a una televisión colombiana. Durante la década de los 70, náufrago y escritor mantuvieron un intercambio epistolar que inauguró el primero con una carta en que le reclamaba al otro los derechos sobre la obra. El ya entonces célebre novelista encabezó así su respuesta: “Mi querido Luis Alejandro: es la primera vez que recibo una carta de uno de los personajes de mis libros”.

'Relato de un náufrago' sigue recordando que, como periodista, Gabo también tenía una estatura superior

‘Relato de un náufrago’ es la obra periodística más famosa de García Márquez, la más conocida de una producción que tiene en ‘La aventura de Miguel Littín...’ y ‘Noticia de un secuestro’ sus otras dos piedras angulares, por no mencionar la extensa lista de reportajes, entrevistas y columnas de prensa que escribió durante toda su vida. Llamó al periodismo “el mejor oficio del mundo” y siempre fue consecuente con su frase. Cincuenta años después de su publicación, 65 de su concepción como serie periodística, ‘Relato de un náufrago’ sigue recordando que, como periodista, Gabo también tenía una estatura superior.

“Faltaban 10 años para sentarse a escribir ‘Cien años de soledad’ –dice Zuluaga–, pero es perfectamente lícito preguntarse, a partir de la escritura del reportaje al náufrago, si el escritor se dio cuenta ahí que los sueños, las esperanzas, las pesadillas de un personaje (real o ficticio, no importa) también hacen parte de su naturaleza y merecen, por tanto, hacer parte del texto. Y darse cuenta también de que toda historia, sea ficción literaria o relato, crónica, noticia o reportaje, tienen que ser contados de forma bella pero creíble. Estas dos cuestiones siempre estuvieron presentes en toda la obra del escritor colombiano”.

TEMAS