'Resistencia': el héroe desaprovechado

Muy poca gente sabe que, antes de convertirse en estrella de la mímica, Marcel Marceau ayudó a numerosos niños huérfanos a escapar de los nazis, pero la nueva película de Jonathan Jakubowicz solo usa ese hecho asombroso como poco más que un señuelo para ofrecer un drama más bien genérico sobre la resistencia judía en Francia; Marceau juega en ella un papel tan indefinido que a ratos es fácil olvidar qué sentido tiene su presencia.

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Jakubowicz, es cierto, ofrece al personaje diversas oportunidades para desplegar en situaciones de vida o muerte sus habilidades artísticas: en una de ellas, escupe fuego a la cara de un soldado alemán; en otra, enseña a los niños “el arte del silencio” como técnica de supervivencia. Y en general lo somete a un arco dramático completo, el de un hombre que aprende a poner a un lado sus aspiraciones personales en pos de un objetivo más altruista, a bordo del que Jesse Eisenber no resulta particularmente convincente; en las escenas de mímica, por ejemplo, se mueve menos como un mimo que como alguien que imita a un mimo. 

En ese sentido, al actor no le hacen ningún favor ni el excesivo sentimentalismo del relato, ni la tendencia de los diálogos a la solemnidad estereotipada, ni ese retrato del nazi Klaus Barbie que encajaría en una película de James Bond o todos esos momentos que evocan peligrosamente ‘La vida es bella’. En última instancia, lo más destacable de ‘Resistencia’ es su mera existencia, y su condición de homenaje a una vida extraordinaria.