CITA ESCÉNICA

Almada, salvavidas teatral europeo

Los catalanes Agnès Mateus y Quim Tarrida ganan el Premio del Público en la cita portuguesa, la excepción en un verano sin festivales internacionales

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Manuel Pérez y Muñoz

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El teatro y la democracia nacieron en Grecia al mismo tiempo. 25 siglos después no son los intérpretes los que llevan máscaras sino el público. Más o menos esta fue la idea que lanzó el dramaturgo Sergio Blanco durante una función en el Festival Grec que estuvo a punto de ser cancelada por los rebrotes de covid-19. Al igual que en Barcelona, la 37ª edición del Festival de Almada –una densa localidad de tradición obrera de la región de Lisboa– ha estado condicionada hasta su final, este domingo, por los preocupantes rebrotes en la zona. Circunstancias de excepción para un festival de mínimos que, no obstante, ha salvado durante julio su cuota internacional con la tímida presencia de compañías de Barcelona, Madrid y Gubbio (Italia). Contrataciones que suponen un bálsamo en un escenario estival funesto, con la mayor parte de los festivales internacionales (incluidos los totémicos Edimburgo o Aviñón) cancelados por la pandemia.

Como el Grec, el Festival de Almada caminó por la cuerda floja durante el confinamiento. Finalmente pudo salir adelante lejos de la idea habitual de escaparate en Portugal de las grandes producciones de Europa. La temprana publicación de los protocolos sanitarios que habían de regir las artes en vivo en Portugal allanó bastante el camino a la organización. El equipo acabó de tomar la decisión de continuar después de consultar por teléfono –uno a uno– a los casi 600 abonados del festival. Democrático respaldo del público a una edición caracterizada por las mascarillas, plateas restringidas y procedimientos controlados de entrada y salida del teatro, casi tan estrictos como en Barcelona. “Somos un servicio público del contribuyente, como la educación o la sanidad.”, explica el director del festival, Rodrigo Francisco. “El teatro es un foro, y como tal debe continuar. La democracia no se puede interrumpir”.

Salvavidas estival

Agnès Mateus y Quim Tarrida iban a celebrar en Bruselas la función número 100 de 'Rebota, rebota y en tu cara explota', exorcismo escénico de los fantasmas de la violencia machista que es uno de los éxitos más viajados del reciente teatro catalán. La fiesta no pudo ser porque la actuación, junto con otras 20, cayó de su agenda estival. Solo dos contratos se han salvado: el Festival Ribadavia y Almada, donde finalmente redondearon el centenar de actuaciones con el Premio del Público, que incluye su presencia en el cartel el próximo año.

“Ver a los espectadores con mascarillas produce una sensación anómala, se pierden parte de sus reacciones”, remarca Mateus, también intérprete de la pieza. “Pero un festival en estas circunstancias es un acto de resistencia compartida, y el público lo percibe así, se entrega más. Se potencia el aquí y el ahora del teatro”.

Coincide en su percepción Celso Giménez, de la compañía madrileña La Tristura, que presentaron 'Future Lovers' en Almada después de cinco meses de parón en su abultado calendario internacional: “Es un alivio profesional y económico en un momento anímico muy complicado, porque esta pandemia afecta a la esencia del teatro que es estar juntos”.

Al contrario que en Barcelona, la seguridad sanitaria no se ha puesto en cuestión en Almada, y la cultura a pesar de los rebrotes ha quedado fuera del debate. “Cada día se desinfectaban las salas, el personal técnico ha trabajado con rigor en el cumplimiento de las medidas”, explica Tarrida. “En Portugal no hay duda sobre la seguridad de los protocolos en los teatros. En cambio, en Catalunya se ha visto mucha política en algunas decisiones y cierres”.

Del turismo al postcolonialismo

Sorprende llegar a Lisboa y encontrar tantos aviones parados en las pistas, también algunas tiendas y restaurantes aún cerrados en la ciudad. La obra 'Turismo' del prometedor director Tiago Correia denunció los desastres de la gentrificación en un momento tan complicado para la llegada de visitantes. Una pieza que perfectamente se podía haber creado en Barcelona. Otros temas presentados –sobretodo por las compañías portuguesas que coparon la programación– fueron la juventud, los extremismos religiosos –como plantea el texto 'Martir' de Marius von Mayenburg en la versión de la Companhia de Teatro de Almada – o el postcolonialismo, con el ejemplo del 'Johan Padan' de Dario Fo interpretada por su discípulo Mario Pirovano.

Cuestionado sobre el nexo común de la programación de Almada, su director Rodrigo Francisco no duda: “el tema principal es el teatro, haber salvado esta edición y estar juntos, que no es poca cosa”. Aunque sea con mascarillas y no con máscaras, el público de Almada ha llenando los espacios –10.000 espectadores suma esta edición– dando una sensación de seguridad y normalidad que tanta falta le hace al teatro y a los espectadores.

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