EL DISCO DE LA SEMANA

Taylor Swift arriesga y gana en 'Folklore'

La cantante sorprende con un álbum intimista, concebido durante el confinamiento y elaborado con cómplices como Aaron Dressner (The National) y Bon Iver

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Jordi Bianciotto

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Como explica en el texto adjunto al álbum, ante la imposibilidad de hacer este verano todas las cosas que tenía previstas, Taylor Swift se ha decantado por hacer las que no estaban planeadas. Como grabar un disco cuando el ciclo comercial ordinario aconsejaba esperar al menos un año, y como explorar sonoridades que seguramente rondaban por su cabeza y en las que hasta ahora no se había atrevido a zambullirse.

La pandemia le ha servido a Swift en bandeja de plata la oportunidad de grabar un disco, ‘Folklore’, lanzado por sorpresa este viernes, que la maquinaria promocional puede envolver como el “más personal” y el “más atrevido” de su carrera. Quizá lo sea, pero destaca, más allá de esos clichés, por consistencia de sus canciones, que se apartan de la vibrante extroversión de ‘Lover’ (2019) y apuntan a otra clase de materiales. Hablamos de baladas recogidas al piano, tenues tramas rítmicas, guitarras acústicas que conectan lejanamente con la primeriza trovadora country y atmósferas envolventes con cirugía electrónica. El disco de confinamiento de Taylor Swift, propiciado por la soledad y encaminado a ayudarnos a conllevarla.

‘Mellotron’, cellos y guitarras acústicas

En todo ello tiene que ver la elección de sus cómplices, que además del habitual Jack Antonoff resultan ser Aaron Dressner, de The National, coproductor de casi todo el álbum y coautor de nueve de las dieciséis canciones, y Justin Vernon, Bon Iver, que interviene en la composición de ‘Exile’, tema en el que ambos funden sus voces sobre un manto de épica contenida. Hay en el álbum rasgos de las instrumentaciones densas de The National, con electrónica (el venerable ‘mellotron’) y orquestaciones, si bien algunas de las piezas con más fuego interior no llevan su firma: ‘My tears ricochet’ y ‘This is me trying’, cercanas a la ‘torch song’ desamparada de una Lorde (artista de la órbita de Antonoff).

Pero ‘Folklore’ no se queda ahí y reserva un amplio espectro de tonalidades, como el pianismo de ‘The 1’, sobre el chasquido de r’n’b; el evocador tema elegido como sencillo, ‘Cardigan’, y esa mirada a una vida ajena, en la que Swift se crece como narradora, titulada ‘The last great American dinasty’. Y la palpitación de folk domina en el tramo final, con los arpegios acústicos de ‘Invisible string’ y los soplidos de armónica de ‘Betty’.

A esas alturas, ‘Folklore’ se ha ido deslizando hacia un estadio vagamente onírico, en el que la microelectrónica entra en juego (‘Peace’) camino del bonito eclipse de ‘Hoax’, en el que Taylor Swift canta al amor perdido y al reino que se desvanece entre sus dedos. Último mirador de un álbum que no ha sido concebido para dar pie a una gira espectacular, sino para paladear a la espera de tiempos más efervescentes.