EN PRIMERA PERSONA

Con permiso de Santa Brígida

Este Sant Jordi de julio dejamos libros firmados, visitamos carpas y librerías, pero nos faltó la proximidad con los lectores, sus palabras cuando se acercan a pedirte una firma

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Care Santos

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En primer lugar, dejen que les hable de Santa Brígida, que este jueves vi a todo el mundo un poco distraído. Santa Brígida es la patrona de Suecia y de las viudas. Fue una mujer viajada, incómoda y poderosa que nació en 1302. Escribió mucho, viajó por el mundo, se casó contra su voluntad, tuvo ocho hijos (solo los ocho partos ya me parecen bastante motivo para canonizarla) y se enfrentó a dos papas de Roma. A uno de ellos, Gregorio IX, le predijo que moriría pronto, y acertó. Tenía línea directa con un ángel que predicaba por ella y que tanto le dictaba los planos de un monasterio como una partitura de canto coral. También tuvo conversaciones con el demonio, pero no sabemos qué se dijeron.

Es la primera de toda una retahíla de santas místicas de tradición europea, y durante siglos fue venerada en Catalunya, pero de pronto la devoción que despertaba se desvaneció. Yo propongo que recuperemos el culto y la hagamos santa patrona de las lecturas de playa, de los festivales de verano e incluso de la cantada de habaneras de Calella de Palafrugell. Peregrinemos una vez al año hasta la pequeña y helada población de Valdstena, a orillas del lago Vättern, para visitar su tumba. Escribamos libros que expliquen su leyenda y que salgan a la venta el 23 de julio. Durante la jornada de este Sant Jordi he propuesto todo esto y explicado muchas veces la biografía y los méritos de Santa Brígida a libreros, editores, distribuidores, colegas e incluso a una buena mujer que quería un libro de David Nel·lo, y todo el mundo se mostró muy interesado en conocer los detalles.

Dicho esto, y con permiso de Santa Brígida, el de este jueves ha sido un poco Sant Jordi. Un poco porque nos faltaban muchas cosas de este día único en el mundo. La más importante, los lectores. Los hemos echado mucho de menos. Hemos dejado libros firmados por doquier, visitado las carpas en la calle de algunas librerías y comprado libros, pero nada ni nadie puede ocupar el lugar de los lectores y las lectoras que el día de Sant Jordi se acercan a pedirte una firma. Los nuevos, los de siempre, los casuales, los que no vendrán nunca más, los jóvenes, los mayores, los que acuden en pareja, los que llegan paseando al niño o el perro, los que compran para la madre, para la mujer, para ellos mismos ... este jueves nos faltaron todos. Y, sobre todo, nos han faltado sus palabras, tan generosas siempre, que llegan como por milagro en esos pocos minutos que los autores y los lectores compartimos en el día de Sant Jordi. Y que recordamos todo el año.

Misión conseguida

En cambio, ha habido libreros contentos, animados; librerías llenas de gente, con colas para pagar donde la gente se ha situado a dos metros de distancia. Ha habido lectores locos de alegría porque de golpe, tras una columna, se encontraban a Pilar Rahola con el boli en la mano. Ha habido autores felices porque por fin podíamos decir que este año hemos celebrado Sant Jordi. Medios de comunicación haciendo su trabajo con más calor y menos aglomeraciones que nunca, pero que han sido en buena medida los responsables de que el día fuera memorable (¡gracias!). Y ha habido un puñado de profesionales que, después de montar y desmontar dos sant jordis, por fin veían que algo acababa bien. Creo que todo el mundo del libro tenemos que agradecer toda esa labor, toda esta ilusión que ha salido adelante a pesar de todos los obstáculos y todas las desinformaciones.

Ha habido libreros contentos, autores felices y colas para pagar con gente que ha mantenido la distancia

Sí, sí, ya lo sé. La pandemia, los brotes, las prohibiciones, la distancia, la pésima gestión de los que mandan... Ya sé que Santa Brígida no es Sant Jordi. Ya sé que pasan muchas cosas que nunca habíamos querido que pasaran. Que el virus mata cada día. Pero este jueves, 23 de abril, hemos hecho que fuera el día del libro. Ha hecho un calor de mil demonios, se han vendido varios miles de ejemplares e incluso los editores grandes y pequeños estaban contentos. Y eso, en un gremio que suele ser pesimista por naturaleza, ya es en sí mismo una gran fiesta. Como lo es en un mundo que últimamente ha tenido muchas ocasiones para asustarse y sufrir y pocas para celebrar y reír. Vendrán muchos sant jordis mejores que este, seguro. Pero este lo recordaremos siempre. Con permiso de Santa Brígida. 

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