'ESTIU AL PALAU'

Música y 'performance'

La Orquestra del Liceu ofrece en el Palau el primer concierto sinfónico de la pandemia

Recital de la Simfònica del Liceu en el Palau de la Música.

Recital de la Simfònica del Liceu en el Palau de la Música. / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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A pesar de las restricciones a causa de la pandemia, las medidas de seguridad adoptadas por el ciclo 'Estiu al Palau' han permitido que continúe ofreciéndose su <strong>oferta cultural.</strong> Así, finalmente pudo realizarse el que ha sido el primer concierto sinfónico en el escenario modernista desde antes del estado de alarma contando con el protagonismo de la Simfònica del Liceu, una coproducción con el Grec, el Gran Teatre y el propio Palau.

Con el coliseo de La Rambla cerrado desde marzo, sus actividades se han limitado a contadas actuaciones de diversas secciones de su orquesta, conjunto que en esta ocasión regresaba al Palau con la complicidad de la artista Eulàlia Valldosera, quien brindó un marco especial a la música. La 'performance' propuso un texto cargado de mensajes esperanzadores y un telón de un plástico ligero que hipnotizaba al ondear desde lo alto del escenario mecido por dos ventiladores, junto a sutiles notas de órgano y al sonido de las olas del mar en un particular ejercicio de relajación.

Ligereza y equilibrio

Josep Pons se puso al mando de la 'Sinfonía N° 41 en Do mayor, KV 551, Júpiter', de Mozart, contando solo con 36 músicos, y con la 'Sinfonía N° 5, en Do menor, Op. 67' de Beethoven, agrandando el orgánico hasta los 44 profesores, siempre muy bien distribuidos en un escenario que en ocasiones llega a acoger a más de un centenar de intérpretes.

A la Simfònica liceísta –que el sábado compartirá protagonismo en Peralada con el artista Santi Moix– le costó dejar atrás cierto tono grisáceo en el 'Allegro vivace' de la 'Júpiter', mientras el solemne "Andante cantabile" aparecía concebido más bien oscuro y tenebroso, muy 'Sturm und Drang'. Todo rodó mucho mejor en los dos movimientos finales, en los que hubo garra, brillo y justa energía.

La misma sensación de ligereza y equilibrio empapó la popular "Quinta" de Beethoven, que ya desde el "Allegro con brio" se apreció una lectura con sentido más allá de ciertas impurezas en la ejecución. Con la cuerda grave brillando en el 'Finale', la velada terminó en ovación.