MUSEOS SINGULARES (1)

Un museo al poderío hidroeléctrico

El Museu Hidroelèctric de Capdella echa la vista atrás para entender la metamorfosis social, económica y cultural que supuso la construcción de la primera gran central de España

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Mauricio Bernal

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Lo que hace años era el edificio que albergaba el consultorio médico y el almacén de material de la central hidroeléctrica de Capdella es hoy el Museu Hidroelèctric de Capdella: es una forma de evolución. Como toda persona con debilidad por las centrales hidroeléctricas sabe, la Vall Fosca alberga cinco de ellas, de modo que en este enclave del Pallars Jussà encajan como guantes palabras como núcleo o epicentro, y casi es natural la presencia de un museo. Fundado en el 2001, "fue creado para preservar y difundir el patrimonio hidroeléctrico del valle", dice su directora, Eva Perisé. Consta de dos plantas y dos salas, pero la visita incluye un recorrido por la propia central –que habrá quien considere, con motivos, el plato fuerte de su jornada hidroeléctrica ("no hay museo que incluya visita a una central hidroeléctrica", subraya la directora)–, y en general una inmersión en el pasado: las máquinas tal y como fueron montadas en 1913. Las antiguas vías del tren. El antiguo funicular.

"La contribución de este pequeño valle del Pirineo pensamos que era justo difundirla, y ese es el objetivo del museo", dice su directora, Eva Perisé

Es el tipo de museo que rinde homenaje a una metamorfosis profunda, una metamorfosis social, económica y hasta es posible que cultural: la que tuvo lugar hace poco más de un siglo en este lugar bendecido (¿los dioses de la hidráulica?) con una colosal reserva de agua. La central del Capdella fue la primera gran central hidroeléctrica de España, y su construcción, una demostración de ingeniería supersónica: 4.000 trabajadores sacaron adelante la obra en dos años, lo cual les ha granjeado desde entonces la categoría de hombres récord. "Supuso un gran impacto para el territorio", explica Perisé. "A nivel de infraestructura, de economía, evidentemente de la llegada de gente nueva a la región. La contribución de este pequeño valle del Pirineo pensamos que era justo difundirla. Ese es el objetivo del museo".

Trabajadores y guías

De la envergadura del proyecto habla, con elocuencia demográfica, el hecho de que la colonia industrial de antaño se convirtió con el tiempo en un pueblo más. Allí está el museo, resolviendo, vía plafones informativos y piezas históricas, las preguntas que se puede hacer cualquiera que se acerce por allí con curiosidad: ¿Cómo era el valle allá por 1900? ¿Cómo se llevó a cabo una obra entonces considerada faraónica en un lugar aislado, sin carreteras ni comunicaciones? ¿Cómo eran los barracones donde se instalaron los trabajadores? ¿Cómo se construyeron las centrales? "Tratamos de potenciar las visitas guiadas, que son alrededor del 80%", dice Perisé. "Vale la pena. Hay guías que son trabajadores en activo y extrabajadores".

Cuatro mil trabajadores llevaron a cabo en tiempo récord una obra entonces considerada faraónica

Y he aquí que en medio de este alud de información, en la segunda planta de la misma casa que era consultorio y almacén, el visitante descubre un despacho, que obviamente no es cualquier despacho: es un despacho convertido en pieza de museo. El que emplearon en su día, antes de que las oficinas fueran trasladadas a Lleida (la central es ahora automatizada), cuatro directores. Encima, como reliquias, hay fotos antiguas de las centrales bajo su mando. Como el escritorio de un literato, como el taller de un pintor. Acaso también eran artistas, pero de otro tipo.

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