UNA HABITACIÓN CON VISTAS (I)

Liz Taylor, entre caníbales

Liz Taylor, a la entrada del Hostal La Gavina, en 1959.

Liz Taylor, a la entrada del Hostal La Gavina, en 1959. / periodico

Olga Merino

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En este verano de proximidad perimetral, de salir de casa con la ceja levantada, apetece un recorrido de cercanías por hoteles con jugosas historias entre sus muros. Por ejemplo, el Hostal La Gavina, en S’Agaró, donde veranean los ricos de cuna, abierto en 1932 y regentado hoy por la cuarta generación de la familia Ensesa. Allí, entre los pinos del camí de Ronda y el turquesa de unas aguas virginales, se hospedó Liz Taylor con su cuarto maridín, el cantante Eddie Fisher, durante el verano de 1959, el mismo año en que Bahamontes ganó el Tour de Francia y Franco, a bordo del yate Azor, capturó en el Cantábrico un cachalote de 35 toneladas. Eso dijeron.

La diosa de Hollywood, ojos de amatista y cintura de espárrago, aterrizó en la España de los tecnócratas del Opus, la que se abría tímidamente al turismo, el 25 de agosto, dispuesta a participar en el rodaje de 'De repente, el último verano', dirigida por Joseph Leo Mankiewicz a partir de una pieza teatral de Tennessee Williams, puro gótico sureño. Una obra oscura cuyos exteriores se rodaron en Pals y en la playa y en las callejuelas próximas al castillo de Begur, rebautizado en la película como Cabeza de Lobo. 

Recién casados en Las Vegas

La llegada de la pareja, recién casada en Las Vegas, generó una corriente eléctrica de expectación, sobre todo porque Liz Taylor llevaba solo seis meses viuda cuando contrajo matrimonio con Fisher y este, amigo íntimo del finado, había abandonado a su esposa (Debbie Reynolds, 'Cantando bajo la lluvia') para arrojarse a los pies de la intérprete. Aquellas semanas hubo multitudes, corrillos, carreras y alguna cámara rota, porque los fotógrafos perseguían a los enamorados durante sus paseos por Sant Feliu de Guíxols, Pals, Sant Antoni de Calonge… Se entretuvieron bastante en veladas con el músico Xavier Cugat y su cuarta mujer, Abbe Lane.

Diabólicamente bella, con 27 años y en la cúspide de la fama, la Taylor se comportó durante el rodaje como una niña caprichosa y displicente. Cuenta la leyenda que un día, tras darse un chapuzón en la piscina, subió a la habitación con el bañador empapado y se tumbó tal cual sobre una delicada colcha de seda, que dejó arruinada, para el tinte. Pero, para mojar pan, las anécdotas que sobre el rodaje desgrana el escritor Marcos Ordóñez en su libro 'Big time: la gran vida de Perico Vidal' (Libros del Asteroide). El tal Perico, con un inglés niquelado, trabajaba como ayudante de dirección de la peli, y acabó aborreciendo a la Taylor, a quien retrata como «una de esas personas que necesitan un chivo expiatorio para descargar su mala leche». 

Le buscaron a una doble para las escenas cansadas. Una chica monísima, de nombre Marisa, que veraneaba en S’Agaró, a quien la estrella enfiló enseguida por recelar de las atenciones que le prodigaba el productor. Pues bien, a las tres de una tarde de agosto, con una chicharrera de aúpa, la muchacha debía correr por una calle muy empinada de Begur. Una y otra toma, sin resuello, relata Ordóñez. El sudor le cegaba los ojos y, cuando Mankiewicz se percató de ello y se disponía a alzar el brazo para ordenar el «¡corten!», Liz Taylor se lo impidió poniéndole una mano en el hombro y soltando con una sonrisa y en voz bien alta: «Let this little bitch run». O sea, que reviente. Tan venenosa como el áspid de Cleopatra.

Esas carreras arriba y abajo sustentan la secuencia clave de 'De repente…', una imagen terrible que brota tras una sesión de psicoanálisis en la que un médico paternalista (Montgomery Clift) pretende sonsacar a la joven trastornada (Taylor) qué sucedió el último verano, mientras la tía (Katherine Hepburn) es partidaria de practicarle una lobotomía. Al parecer, la chica presenció en su día cómo los lugareños persiguen, cazan y devoran a su primo, un pobre poeta alcoholizado y homosexual que buscaba muchachos por entre las sombras. ¿Cómo? ¿Mariconadas? ¿Caníbales en la sacrosanta España? Tuvieron que pasar 20 años para que la censura, aquellos tipos con lápiz rojo y bigotito de alférez provisional, le dieran el visto bueno. 

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