CRÍTICA DE 'Please Please Please'

Expectativas de futuro no resueltas

El Grec presentó uno de sus platos fuertes internacionales, 'Please Please Please', la unión de las performers La Ribot y Mathilde Monnier con el director Tiago Rodrigues

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Manuel Pérez i Muñoz

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Dos cuerpos se contorsionan casi espasmódicamente cerca de una especie de esqueleto gigante de ballena, o más bien de gusano. Las dos bailarinas van vestidas con telas centelleantes, parecen tornasoladas burbujas de Freixenet que se retuercen y reptan al ritmo grave de Bartók. En sus movimientos siempre se tapan la cara, creando aún más misterio. Con este potente y enigmático comienzo se presentó en el Mercat de les Flors la pieza<strong> 'Please Please Please',</strong> una de las propuestas internacionales más esperadas del Festival Grec, la unión de los talentos performáticos de La Ribot y Mathilde Monnier –también intérpretes– con el director Tiago Rodrigues. Sin embargo, el enigma inicial de la pieza se disuelve poco a poco, y algunas de las expectativas también.

Siempre apetece La Ribot. Su retrospectiva del año pasado en Barcelona fue todo un acontecimiento a mitad de camino entre el museo y el teatro. De Monnier teníamos menos referentes y a Rodrigues ya lo vamos conociendo, capaz de lo mejor –la lectura colectiva de 'By Heart' del Grec pasado– y de lo no tan bueno –la ensimismada 'António e Cleópatra' que vimos en Temporada Alta 2016–. Desde su momento inicial más coreográfico y sugerente, en 'Please Please Please' se va instalando una carga textual que acaba por anegar la pieza.

Primero con unos relatos mitad pesadilla, mitad ensoñación. Escenarios apocalípticos que introducen en diagonal la reflexión sobre un planeta consumido. Ribot y Monnier recitan mientras corren, cardio-danza con las intérpretes huyendo de sus propias palabras. Hasta aquí, algunas de las imágenes que lanzan contienen una fuerza poética inquietante y singular.

Un final teatral

Una alargada escena dialogada irrumpe con su estatismo en la última parte y hace descender el nivel de sorpresa. Una madre – Monnier– habla con su bebé que acaba de nacer –Ribot–, que le contesta en diferentes idiomas. Juntas proyectan expectativas sobre un futuro coartado por la herencia y los deseos de no repetir errores. Cuando ya no bailan, la enorme presencia escénica de las dos performers se engancha con las réplicas, que brotan con poca fluidez aunque la pieza ya tiene rodaje suficiente en plazas fuertes como el Pompidou de París.

En esta parte final, el texto de Rodrigues se retuerce sobre sí mismo, busca una estructura cerrada como en el teatro más descriptivo y corta parte del potencial evocador que la pieza había despertado al principio. No siempre se cumplen las expectativas.