CRÍTICA DE CINE
'Greyhound: enemigos bajo el mar': anémica hazaña bélica
Tom Hanks escribe y protagoniza una cinta de acción pura sin tensión ni personajes
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Hanks siempre será Hanks. El actor favorito de padres se ha especializado en las leves variaciones sobre un mismo rol: el del hombre decente que logra salvarse de una situación que le supera y, de paso, salvar a otros buenos tipos. Para 'Greyhound: enemigos bajo el mar' se ha escrito él mismo, a partir de una novela de C. S. Forester, el papel de un comandante de la marina estadounidense que, en plena segunda guerra mundial, lidera con mano firme un convoy de 37 barcos aliados a través del Atlántico Norte, bajo cuyas aguas se mueven los U-boats alemanes, sigilosos pero implacables.
La duración de esta hazaña bélica (solo 91 minutos) invitaba al aplauso prematuro. Sin embargo, el director Aaron Schneider, inactivo en el largo desde el 2009, no se muestra especialmente diestro en la creación de la tensión. En 'Greyhound: enemigos bajo el mar' apenas existen los tiempos muertos, pero todo resulta extrañamente inerte. A las carencias de la gramática visual se une una excesiva confianza en los efectos digitales: aunque la película se rodó en el mar, a bordo de barcos reales, nada parece real; ni el mar, ni los barcos, ni el fuego, ni el peligro. En cuestiones de cine bélico, el 'Dunkerque' de Nolan ha sentado un precedente de verosimilitud y de bello caos controlado que pocas producciones o cineastas pueden llegar a acariciar.
Para colmo de males, Hanks tampoco se preocupa en exceso en darnos personajes de carne y hueso. Del comandante Krause, un hombre, al parecer, torturado por dilemas morales en la novela de base, apenas sabemos nada. Breves pinceladas insuficientes. Sobre todo, es la viva imagen de la eficiencia naval: una máquina expendedora de jerga técnica. Su mano derecha, Charlie Cole, está interpretado por un Stephen Graham infrautilizado hasta lo ilegal. Cuando llega la hora de celebrar y despedirse, el espectador puede pensar para sus adentros: "Felicidades, aunque apenas os conozca".
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