CRÓNICA
Manel, un pequeño milagro en el Grec
El cuarteto barcelonés reapareció, tras cuatro meses de parón, con un arrollador concierto, rico en fibras electrónicas, apuntalado en su nuevo álbum, 'Per la bona gent'
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Guillem Gisbert habló un poco más de lo habitual para indicarnos que el concierto no pretendía precipitar una “catarsis”, sino que se trataría tan solo de “abstraernos de la barbaridad que está pasando”. Pero había apetito acumulado entre Manel y su gente, cuatro meses después del último concierto, en el Auditori de Cornellà, y mucha energía, y aptitudes para liberarla del modo más aventurado, a partir de la primera (y un tanto distópica) primera canción, ‘Formigues’, con un Gisbert de voz grave, apuntando a las plagas que se cuelan en casa desfilando por el mármol de la cocina.
Manel presentó ‘Per la bona gent’, el disco que lanzó el pasado octubre, en un Teatre Grec para 800 asistentes (su aforo es de 1.900) y con un espíritu un poco más cerebral y menos lúdico que en el concierto de noviembre en el Poble Espanyol, y con disposición a reforzar ángulos, afianzar contrastes y pulir los vestigios de inocencia. Mucha pista electrónica fría, también en algunas de las canciones antiguas, a cargo sobre todo del bajista Martí Maymó, un Guillem Gisbert presto a modular mejor que nunca su garganta (y su figura), y los juegos de penumbras y fondos de una iluminación distante y expresiva, hija o nieta de la que manejaron Talking Heads en ‘Stop making sense’.
Con riesgos controlados
Con todo lo que ha pasado, ver al grupo ahí, con su artillería y su esplendor, sin haberse pasado al bolo de taburete y guitarra acústica, tuvo algo de prodigioso. “Un pequeño milagro”, deslizó el cantante, que agradeció al público “haber asumido un riesgo” al acudir al concierto, y tuvo palabras para los profesionales musicales del sector técnico afectados por el hachazo que sufre su actividad de este verano.
‘Canvi de paradigma’ cobró su sentido más severo e insospechado, los ritmos de raíz latina de ‘La serotonina’ hicieron balancear el Grec, y ‘Jo competeixo’ desplegó sus fondos más diabólicos. Una de las novedades respecto al concierto de otoño fue la recuperación de ‘Ai, Dolors’, con la voz de Roger Padilla y en una versión bastante fiel al original, a diferencia de los tratamientos electrónicos dispensados a otras piezas, como ‘Captatio benevolentiae’. Aplastante andanada de rock cibernético con ‘Les cosines’, y un ‘Boy band’ con graciosos esbozos de coreografía, camino de ‘Per la bona gent’, la atalaya del nuevo álbum, con la voz de Maria del Mar Bonet y su mensaje de diálogo entre las voces artísticas a través de las generaciones.
Ahí está el mensaje de fondo del disco, que asomó también en ‘Les estrelles’, esa composición de Janis Ian a la que Nina Simone aportó más vida si cabe. Una reflexión sobre la naturaleza del artista, sobre crecer en público y en el escenario, a la que Manel transfirió otra capa de emotividad trascendente. Ya en ese terreno de bises, ‘Amb un ram de clamídies’ fue el remanso de melancolía (espinada) antes de la última escalada: un ‘Sabotatge’ a toda guitarra y los rescates de ‘Boomerang’ y ‘Benvolgut’, con extra de electrónica gruesa y ánimo de llevarse por delante la montaña de Montjuïc.
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