Crítica de teatro

'No passa cada dia que algú ens necessiti': buenas intenciones y resultado pobre

El montaje de Carme Portaceli nunca coge vuelo en el anfiteatro del Grec debido a una estructura con una copiosa lectura dramatizada

Carme Portaceli, sentada, durante un ensayo de 'No passa cada dia que algú ens necessiti...'

Carme Portaceli, sentada, durante un ensayo de 'No passa cada dia que algú ens necessiti...' / periodico

José Carlos Sorribes

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Este parece ser el Grec de las urgencias y las prisas pueden ser mala compañía. El festival se tambaleó por el efecto de la pandemia y algunos artistas se pusieron manos a la obra a contrarreloj para afrontar la programación. Lo hizo con nota la compañía Baró d’Evel en el espectáculo inaugural y no se movió con el mismo acierto el montaje de Carme Portaceli, el segundo del apartado teatral visto en el anfiteatro.

La pandemia, el teatro y la vida, bajo un prisma a la vez existencial, literario y político, se reúnen en una obra de título inacabable y algo premonitorio: 'No passa cada dia que algú ens necessiti (de fet, no és gens habitual que algú ens necessiti)'. Se trata de una referencia al 'Esperando a Godot', de Beckett (un breve fragmento de esta pieza cierra el espectáculo). Portaceli aceptó el reto de archivar su versión de 'La casa de los espíritus', de Isabel Allende, y levantó a toda prisa, y se nota, un montaje que pierde todo el vuelo en apenas 10 minutos.

Escenografía laberíntica

Un total de 18 intérpretes se van turnando en una copiosa lectura dramatizada que se inspira en 'La peste', de Camus, pero que se ramifica de forma caprichosa. Es como si de una chistera se sacara una papelito en el que pusiera: un trocito de Angélica Liddell para empezar, luego Shakespeare, Koltés, Angélica Liddell, Borges, Caryl Churchill o la fábula de la hormiga y la cigarra. Un potaje, en definitiva, que se va haciendo indigesto a pesar del empeño que ponen todos los intérpretes en la escenografía laberíntica y de plataformas elevadas de Paco Azorín, un acompañante habitual de la directora valenciana.

No solo hay textos que se leen también canciones de The Sey Sisters y de Carme Conesa, y danza a cargo de Sol Picó. Este 'pack' es lo mejor, aunque se hace inevitable la sensación de que está todo metido con calzador. Como las proyecciones en directo con pintura en el fondo de piedra del anfiteatro –como ya ocurrió en la apertura–, o de imágenes grabadas. Buenas intenciones, en resumen, sin un óptimo resultado.