EL DISCO DE LA SEMANA

Paul Weller, en un exuberante crepúsculo

Icult Paul Weller

Icult Paul Weller / periodico

Jordi Bianciotto, Juan Manuel Freire, Roger Roca, Ignasi Fortuny

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Hay que descubrirse ante la inquietud creativa de Paul Weller, un artista que, en lugar de acomodarse en su imperial trono de patriarca 'mod' para contemplar el paisaje, procede a trazar caminos cambiantes en cada uno de sus álbumes. Weller con vistas a las vanguardias históricas o a la psicodelia, al rock clásico o a los registros acústicos, y ahora, Weller enamorado de los sonidos negros de otro tiempo, procesados con su natural elegancia, encajando soluciones innovadoras e invocando a la vez la señorial tradición del pop británico.

'On sunset' es así muy distinto de su predecesor, 'True meanings' (2018), con aquella sucesión de guitarras folk, y avisa al oyente de que el camino será frondoso y rico en sorpresas en la canción que lo abre: 'Mirror ball', siete minutos y medio de ensoñación disruptiva, con giros 'avantgarde', coros dignos de la ELO e hipnosis bailable bajo la bola de espejos.

Un balance de vida

Los 'grooves' envolventes se van desplegando a través de 'Baptiste', esta a partir de un patrón muy clásico, y la trama 'disco' con caprichosos sintetizadores setenteros de 'Old father tyme', mientras que 'Village' evoca con sus cuerdas y su estribillo espiritual los ecos soul luminosos de un Smokey Robinson o el recientemente fallecido Bill Withers. Las cotas más altas llegan en la sensual intimidad de 'More' y en la canción titular del álbum, melancólica y envolvente, en la que Weller parece hacer un balance de vida y disfrutar del crepúsculo y de la "suave brisa" sin metas más espectaculares.

En esta pieza podemos oír los teclados de Mick Talbot, el que fuera su compañero de filas en The Style Council, y ciertamente hay en este 'On sunset' ingredientes que le emparentan con los álbumes de aquel grupo al que se entregó en cuerpo y alma en los 80, después de la era de The Jam. Su nueva obra presenta un mayor espíritu de síntesis, con la integración de la electrónica y la compatibilidad con un ejercicio pop victoriano como 'Equanimity', en el que se cuela el violín de Jim Lea, ex-Slade (coautor de 'Cum on feel the noize'), o con el toque muy mod de 'Ploughman'.

Porque, después de todo, 'On sunset', mira hacia atrás y hacia adelante, y el crescendo sentido de 'Rockets' casa con la dinámica contemporánea de 'Earth beat', en la que interviene el joven talento urbano Col3trane. Es un Weller que parece divertirse con todo lo que toca y que se saca de la manga una pieza instrumental con aires de 'jam' electro-funk, '4th dimension', antes de soñar con la eternidad, cautivado por el cielo estrellado, en la cálida 'I’ll think of something', amparado en la guitarra acústica. Canciones estas últimas incluidas en la versión 'deluxe' del álbum, que ofrece además un par de tomas alternativas de formas exuberantes, señales de que a este Paul Weller no te lo acabas. -Jordi Bianciotto

Otras novedades de la semana

Tras un segundo disco decepcionante, el trío de hermanas recupera la inspiración melódica y abre fronteras estilísticas en un álbum que alegra este raro verano. Ya sabíamos de su interés por el R&B de los noventa (aquí resucitado en '3am'), pero más sorprendentes resultan sus incursiones en la indietrónica ('I know alone'), el cuasi-reggae ('Another try') o el glam ('Up from a dream'). La joya de lacorona quizá sea 'The steps', que suena a clásico perdido de Sheryl Crow. – Juan Manuel Freire 

Mensaje a gran escala. El contrabajista Christian McBride da vida a los mensajes de Rosa Parks, Malcolm X, Mohamed Ali y Luther King a través de una suite para big band, coral y voces que recrean algunos de sus discursos y arrinconan -quizás demasiado- las partituras de McBride. El solemne homenaje, compuesto durante años, acaba con un canto de esperanza por la elección de Barak Obama en 2008 que hoy suena casi naïf. ¿Cómo hubiera sonado un epílogo escrito con el Black Lives Matter en mente? –Roger Roca

Sticky M. A. abre de nuevo la puerta de su universo acelerado en un tercer álbum en el que confirma que es uno de los talentos más indiscutibles y singulares de la escena. Un viaje por su cabeza atormentada, un mundo fantástico y anárquico, que presenta, como siempre, con voces quizá demasiado filtradas. Diez canciones virtuosas, con mucha presencia de la cultura japonesa -visible ya en el propio título del disco-, en las que el artista madrileño desarrolla su figura de 'diablo bueno' con producciones de muy alto nivel. - Ignasi Fortuny

Desde su estreno en el 2005, Maria do Céu Whitaker Poças ha ido ganando justos reconocimientos con su revisión del bagaje popular brasileño (de la samba a Tropicália) casando sensibilidad y sentido aventurero. Aquí entrega sus canciones sinuosas a una atrevida cirugía microelectrónica con ecos del Bowie berlinés y modos refrescantes, sin oscurantismos forzados. Y lo hace muy bien acompañada: desfilan Pedro Sá, Seu Jorge, Marc Ribot y un Caetano Veloso que le regala la hermosa 'Pardo'. J. B.