CRÍTICA DE CINE

'Un blanco, blanco día': inhóspitos paisajes mentales

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Un blanco, blanco día'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Un blanco, blanco día'. / periodico

Nando Salvà

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Al principio de la magnífica nueva película de Hlynur Pálmason, vemos un coche salirse de la carretera y causar una muerte, y lo que sigue es el estudio psicológico de un hombre cuyo dolor por la pérdida de su esposa inevitablemente va tornándose furia a medida que las sospechas de un adulterio toman forma. En todo caso, a diferencia de su protagonista, el director islandés tiene más que la simple venganza en mente.

Así queda claro, por ejemplo, en su observación paciente de los objetos inanimados -una casa construida a través del tiempo, una roca que cae por una colina-, y de detalles como la sangre que mana de un dedo pulgar. Asimismo Pálmason exhibe gran habilidad conectando las condiciones geográficas y climáticas de su país con el paisaje mental de sus personajes, y adentrándose puntualmente en el territorio de la abstracción para estimular nuestra inquietud. Y en el proceso coquetea elegantemente con la comedia negra, introduciendo elementos narrativos como un cuento para dormir que se vuelve sádico o un programa de televisión para niños en el que, enfrentado a su propia muerte, un astronauta advierte a sus pequeños espectadores de que también ellos morirán.

En última instancia, todos esos ingredientes permiten a ‘Un blanco, blanco día’ trascender tanto el mero retrato de masculinidad herida como la exploración de una comunidad anclada en el fin del mundo para convertirse en viaje a lo largo de la borrosa línea que separa la vida y la muerte y de las formas distintas y a veces contradictorias que el amor tiene de manifestarse.