CRÍTICA DE CINE

'La posesión de Mary': el barco maldito

Un relato de horror bastante equilibrado en cuanto a sustos-sorpresa que cuenta con el competente actor Gary Oldman

Estrenos de la semana. Tráiler de 'La posesión de Mary'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'La posesión de Mary'. / periodico

Quim Casas

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En un barco no hay a dónde huir. Se lo dice Sarah, el personaje encarnado por Emily Mortimer, a la inspectora de policía que la interroga por los extraños sucesos acontecidos en un navío en alta mar. El barco en cuestión se llama Mary, es una reliquia del pasado y, cómo también cuenta Sarah, es el cuerpo que necesitaba el mal para vivir. Pero Sarah y su marido David (Gary Oldman), quien asegura que Mary tiene alma, no saben nada del mal que se cobija en la vieja madera y velámenes. Con sus dos hijas y el fiel amigo de la familia se embarcan en un viaje que acaba siendo una pesadilla terrorífica porque, ciertamente, el barco tiene vida propia, y esa vida es el mal, tan abstracto como concreto.

La película no tiene un punto de partida muy original y el guion hace aguas cuando la tensión llega a su máximo voltaje, pero es un relato de horror bastante equilibrado en cuanto a los sustos-sorpresa se refiere y cuenta con la competencia de Oldman y el esfuerzo de Mortimer en un personaje que habría necesitado algunos ingredientes más. Sarah intenta demostrar en el interrogatorio porqué hizo lo que hizo. El filme va del espacio reducido de la comisaría al barco en alta mar, un espacio menos limitado pero aún más claustrofóbico. De un barco navegando no se puede huir. Sorprende que no haya más películas de terror que se desarrollen en ese escenario tan enloquecedor.