UNA PRODUCCIÓN EUROPEA DE ÉXITO

'Oficina de infiltrados', espionaje de lo más real

La serie sobre los entresijos de los servicios de inteligencia franceses estrena este martes en Movistar su quinta temporada, con dos capítulos finales firmados por Jacques Audiard

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Quim Casas

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Un recién llegado al cine francés, Éric Rochant, dirigió en 1989 'Un mundo sin piedad', agradable comedia romántica recordada por un momento mágico, aquel en el que un individuo quiere impresionar a la joven que ama diciéndole que cuando él quiera se encenderán todas las luces de la Torre Eiffel. Tras aquel filme, el nombre de Rochant se eclipsó casi por completo. Dirigió siete películas más, pero salvo 'Anna Oz', con Charlotte Gainsbourg, pasaron todas desapercibidas. Hasta que dos décadas y media después de aquel plano fantástico de la Torre Eiffel, Rochant pergeñó las líneas básicas de 'Oficina de infiltrados', la que se ha convertido en una de las mejores series, sino la mejor, de la televisión francesa actual.

Es un relato seriado de espionaje en clave naturalista que llega ya a las cinco temporadas (este martes se estrena en Movistar) con todos los requiebros necesarios, la caída de algunos personajes y el nacimiento de otros. Todos a la sombra de Paul Lefevre, de nombre real Guillaume Debailly y con el apodo en clave de Malotru, el agente de la DGSE encarnado por Mathieu Kassovitz, figura ya fundamental en los relatos contemporáneos de espionaje, contraespionaje, agentes dobles, infiltrados, agencias de inteligencia y geopolítica internacional.

Ningún personaje estancado

La DGSE es la Dirección General de Seguridad Exterior del Gobierno francés. En las primeras temporadas su responsable era Henri Duflout (interpretado por Jean-Pierre Darroussin, actor habitual del cine de Robert Guédiguian), un tipo en apariencia afable caracterizado por sus horrendas corbatas. Desde la cuarta, los destinos de la agencia son regidos por el más ambiguo y sinuoso JJA, al que da vida Mathieu Amalric. En la sede de la DGSE pululan agentes y directivos que han crecido, y de qué manera, a lo largo de la serie. Ninguno de los personajes se ha estancado.

Ahí están, en riguroso orden de importancia, Marie-Jeanne (Florence Loiret Caille), expeditiva y fría como un témpano, pero fundamental en la evolución de los acontecimientos estratégicos. También el dócil y cercano Raymond Sisteron (Jonathan Zaccaï), secuestrado por un grupo islámico que le amputó una pierna. Y Marina Loiseau (Sara Giraudeau), frágil hasta decir basta, una joven reclutada en los capítulos iniciales –su duro aprendizaje es uno de los momentos más brillantes de la serie– que va adaptándose a las circunstancias tan especiales del espionaje poco a poco, episodio a episodio. Y no menos importante, aunque aparezca menos, la agente conocida como La Mula (Irina Muluile), callada y expeditiva, decisiva en la primera temporada en la historia entre Malotru y su hija, algo así como la consciencia callada de todo el DGSE.

Al principio, Malotru lo absorbía todo con su energía como personaje medular. Entonces, en su doble juego, entablaba una complicada relación sentimental con una de las personas a las que vigilaba, Nadie el Mansour (Zineb Triki), a la que en el fondo destrozaba la vida. El sentimiento de culpa se apoderaría del personaje, algo que la interpretación hierática de Kassovitz ha sabido transmitir durante toda la serie.

El día a día naturalista

Porque a pesar de su título original tan épico, 'Le bureau des légendes' (La oficina de las leyendas), 'Oficina de infiltrados' muestra también el día a día naturalista de las gentes cuya profesión es espiar, engañar y ser quienes no son. Un infiltrado es una persona que debe acercarse a la gente sin hacerse notar. Un espía puede moverse de forma más clandestina. La serie de Rochant captura esa cotidianidad en las abundantes escenas en las que los personajes se encuentran en el comedor de las dependencias de la DGSE, o, sobre todo en las primeras temporadas, cuando tienen un momento de descanso y salen a fumar al exterior.

Que nadie espere entonces ecos de James Bond o del agente Bourne. Inteligencia y estrategia antes que acción física. La realidad de la angustiante existencia de alguien que lleva una vida doble antes que proezas de leyendas, a pesar del título original. Son una leyenda, pero con los pies en el suelo. Por eso Malotru y otros nombres en clave que lucen los protagonistas de la serie, como Cyclone y Phénomène, están sacados de los exabruptos del capitán Haddock en los cómics de Tintín.

La evolución de Malotru ha sido total a lo largo de las cuatro temporadas anteriores. De héroe pasó a ser villano. De agente laureado, un auténtico mito del servicio de infiltrados, al enemigo más perseguido. Capturado por el estado islámico en la tercera temporada, vivió una situación de permanente zozobra en Moscú en la cuarta. Sus antiguos jefes le respetan tanto como lo temen. Le dan caza pero, en el fondo, quieren que vuelva al redil. Ni John le Carré podría haber imaginado una figura mejor.

Actores rutilantes

La serie sigue indagando sobre los conceptos de seguridad y vigilancia, los intereses en las alianzas entre países o el comercio de la información. La quinta temporada, que se abre con un titular periodístico que pone en jaque a todas las agencias –un agente francés ha sido asesinado por la CIA con el consentimiento de la DGSE– añade nuevos personajes y actores rutilantes.

Ahora se suma Louis Garrel, en la cresta de la ola como actor y director, en el papel de otro doble agente con cometido esencial en la zona de Oriente Medio. Porque algo insobornable en la serie es su itinerancia acorde con la geopolítica internacional. París, Moscú, Damasco, Teherán y Argelia fueron algunos de los lugares visitados en las primeras temporadas, y en esta quinta, las capitales francesa y rusa siguen siendo un escenario vital, al que se unen Amán y El Cairo.

El primer episodio de esta nueva temporada vuelve a dirigirlo Rochant, pero el autor de la serie se guarda un as en la manga. Los dos últimos capítulos llevan la firma de Jacques Audiard, director de prestigio quien hasta ahora no se había enfrentado con el relato de espionaje pero si con el mejor policíaco ('De latir, mi corazón se ha parado', 'Un profeta'), el drama ('De óxido y hueso') e incluso el wéstern ('Los hermanos Sisters').

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