a los 80 años

Muere Joel Schumacher, director de 'Batman forever' y 'Jóvenes ocultos'

El director estadounidense marcó una epoca en los 80 y 90 con producciones como 'St Elmo, punto de encuentro' y 'Un día de furia'

Joel Schumacher, en una foto de 2011

Joel Schumacher, en una foto de 2011 / periodico

Quim Casas

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Curiosa la trayectoria de Joel Schumacher, realizador idolatrado por sus películas generacionales ('St. Elmo, punto de encuentro', 'Jóvenes ocultos'), repudiado por sus dos contribuciones a la saga del hombre murciélago ('Batman forever' y 'Batman y Robin'), vilipendiado por su versión kitsch de 'El fantasma de la Ópera' y celebrado por una película ideológicamente dudosa, pero visualmente implacable, como 'Un día de furia', o la expresión de la rabia y el estrés del norteamericano medio en una sociedad cambiante que no logra entender.

Fallecido este lunes a causa de un cáncer a los 80 años, Schumacher (Nueva York, 1939) era tan capaz de una película sorprendente como de un fiasco total. Sin embargo, para el cine fantástico ochentero, dejó un título que ha engordado su prestigio con el paso del tiempo. 'Jóvenes ocultos', de 1987, fue un curioso intento de reactualizar el relato de vampiros, pero apostó también por una nueva generación de actores como Kiefer Sutherland y Jason Patric. Sutherland repetiría en otro filme fantástico del director, 'Línea mortal' (1990), quizás el más conocido del repertorio de Schumacher. Allí estaban también futuras promesas como Julia Roberts, Kevin Bacon o William Baldwin, en una historia que indaga sobre los límites físicos entre la vida y la muerte.

Buen ojo para los nuevos talentos

Y siguiendo en las estela de obras generacionales, también dejó un título muy influyente en su día, 'St. Elmo, punto de encuentro' (1985), clásico relato del paso de la adolescencia a la madurez que significó también otra presentación en toda regla de una nueva hornada: Andie MacDowell, Emilio Estévez, Rob Lowe, Andrew McCarthy, Demi Moore y Ally Sheedy. Aunque no todos se convirtieron en estrellas, es innegable que Schumacher tenía buen ojo para los nuevos talentos.

En la acción, la tensión y la fantasía se movía mejor que en el drama. A pesar de rodar la muy blanda y lacrimógena 'Elegir un amor' (1991), en la que Julia Roberts encarna a una joven que descubre el amor cuidando a un enfermo de leucemia, hizo también la más acerada y sofisticada 'Un toque de infidelidad' (1989), con Isabella Rossellini y música de Angelo Badalamenti.

Hortera y perturbador

Tras realizar en 1993 'Un día de furia', con Michael Douglas en el papel de un tipo cordial que se rebela contra todo a causa del calor sofocante, el tráfico y la violencia soterrada de Los Ángeles, Schumacher se sumergió de lleno en las franquicias de gran producción. Además de sus dos entregas de Batman, la primera con Val Kilmer y la segunda con George Clooney -digámoslo claro, dos de los peores Batman que nos ha dado el cine-, en las que optó a veces más por el lado pop que por el oscuro -y con los provocadores títulos de crédito gay de 'Batman y Robin'-, también realizó dos adaptaciones de novelas de John Grisham, 'El cliente' y 'Tiempo de matar'. Brilló en el thriller minimalista en 'Última llamada', con Colin Farrell encerrado en una cabina telefónica a merced de un francotirador.

Si con Batman fue menos siniestro de lo esperado, si apeló a su lado más sombrío en 'Asesinato en 8 mm', con Nicolas Cage atrapado en el mundo de las 'snuff movies', y en 'El número 23', con un Jim Carrey cambiando de registro en un personaje paranoico. Fue un filme fallido en cuanto al actor, pero curioso en la carrera de un cineasta capaz del gesto más hortera y de la escena más perturbadora.

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