DESESCALADA CULTURAL

Así late el corazón de los museos tras la reapertura

Las pinacotecas de Barcelona encaran con ilusión la etapa post confinamiento tras una vuelta a la actividad llena de señales halagüeñas

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Mauricio Bernal

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Es raro ver colas en los museos. Salvo en lugares globalmente estelares y turísticos, o puntuales fines de semana en que una exposición con sesgo popular revienta el aforo de una pinacoteca desacostumbrada a lo masivo, no suelen ser lugares de espera. Por eso tiene el rango de noticia que pequeños grupos de impacientes amantes del arte hayan dado esa imagen casi todos los días que ha tenido lugar la reapertura de un museo en Barcelona, algo que ha ocurrido durante las últimas tres semanas con la constancia de un grifo que alguien ha dejado mal cerrado. Tras la reapertura total de la Fundació Tàpies el pasado viernes, se puede decir que casi todos los grandes museos de la ciudad han vuelto a la actividad tras la parálisis obligada por el confinamiento. No, no han sido colas de estadio. Sí, muchos habían reservado hora. Pero entre tanta incertidumbre, es la clase de pequeño fenómeno que llama al optimismo.

Ha sido normal ver colas de público fiel a las puertas de los museos los días de reapertura

Los museos vuelven a respirar, y como todo lo que necesita público para existir, el reencuentro con los fieles ha tenido tintes de emoción. El momento tenía tanta carga simbólica que algunos directores bajaron a la puerta a saludar a los primeros visitantes, sospechosos de un fervor que querían recompensar aunque fuera por medio de un saludo con el codo. "Ha sido como un renacimiento", dice Emmanuel Guigon, director del Museu Picasso, que interpone un apropiado "guardadas las proporciones" antes de comparar la reapertura post confinamiento con las que han tenido lugar históricamente "después de una guerra". "Es muy satisfactorio comprobar que hay un público fiel", dice la directora del CCCB, Judit Carrera, cuyas sensaciones mezclaban "la emoción y la extrañeza": volvían, pero salvo 'Gameplay', la muestra sobre el vídeojuego truncada por el confinamiento, el resto del edificio estaba vacío. Era raro.

Complicidad explícita

Seguramente hay que encajar en esa condición, la de público fiel, para ser de los primeros en volver: al bar de la esquina, al restaurante favorito, al museo que durante tres meses fue una enorme caja cerrada por la pandemia. Eso une. Justo en el momento en que las restricciones sanitarias apuntan a una experiencia museística individual y aislada, la realidad es probablemente la contraria: es más comunitaria que nunca. "En estos momentos la experiencia de comunidad es más clara y directa", dice Marko Daniel, director de la Fundació Joan Miró. "Hay una complicidad explícita entre los que vienen estos días al museo, porque vienen a compartir la experiencia en un momento especial. Se miran y piensan: 'Estamos aquí, tú y yo, hemos venido solos pero aquí estamos, compartiendo esto'. Es una experiencia social".

Las primeras cifras de visitantes encajan con la prudencia que impone el momento

Las primeras cifras de visitantes se corresponden con la prudencia del momento, y por supuesto son, sin excepción, inferiores a las estadísticas de un junio sin pandemia; pero eso es secundario: en todos los despachos se da por sentado, o al menos se confía, en un paulatino aumento de los visitantes a medida que los más cautelosos dejen a un lado sus reservas; también a medida que la sociedad recupere la normalidad, o se instale en el sucedáneo de distancia y mascarilla post confinamiento. Exactamente lo que está ocurriendo. Aumentarán los aforos y volverán las actividades, que no son cosa menor en el alma de los museos. En cualquier caso, en casi todas las grandes pinacotecas los visitantes se contaron por cientos desde el primer día de reapertura, y eso, al igual que las filas, es abono para el optimismo.

El momento del arte

"El primer día vinieron 565 personas. Fue una sorpresa agradable", dice Víctor Magrans, gerente del MNAC. "Desque que abrimos han venido más de 400 personas al día, que no está mal, y suponemos que irá mejor cuando hayamos pasado el estado de alarma", dice Guigon. “Estamos contentos y expectantes. La gente tiene ganas de venir a los museos", dice Carrera. "Estamos muy contentos. Los primeros 15 días han venido 6.000 personas al CaixaForum", dice Elisa Duran, directora adjunta de la Fundación La Caixa. "Es un 30% de los visitantes habituales, pero en realidad es fantástico porque pensábamos que la gente tendría miedo a venir".

"El arte está llamado a indagar en un momento de tanto desconcierto como el actual", dice Ferran Barenblit, director del Macba

Es el tiempo de muchas cosas, no todas ellas buenas. De las buenas, el arte. Es, o debería ser, el tiempo del arte. "No se trata solo de cómo vamos a hacer las cosas de ahora en adelante, sino de lo que vamos a hacer", dice Ferran Barenblit, director del Macba. "El arte –añade– está llamado a indagar en un momento de tanto desconcierto como el actual". El responsable hace referencia a la obra de Keith Haring en el exterior del museo, 'Todos juntos podemos parar el sida', y recuerda que la epidemia de VIH también fue, en sus peores momentos, "una epidemia de sentido". "La cultura en general y el arte en particular pronto darán una respuesta a todo esto, ya lo están haciendo. Los museos del mundo entero estamos hirviendo de reflexión, y gran parte de lo que recordaremos sobre cómo vivimos esto será a través de la cultura".

Una nueva mirada

Ni siquiera hay que esperar a que los artistas elaboren esa respuesta. "Ahora lo vemos todo con otros ojos", dice Barenblit. Se refiere a la metamorfosis, más o menos intensa, que ha operado en cada uno la excepcional situación de confinamiento, incluso la enfermedad, si llegó a tenerla, y en las consecuencias que podría tener sobre la apreciación del arte. "Cada obra de arte lo que tiene de maravilloso es que la puedes interpretar de muchas maneras, y muchas de ellas cambiarán completamente de sentido para mucha gente a la luz de esta experiencia". No tiene que ser una obra relacionada con un virus mortífero, o con la muerte, puede ser cualquier pieza; pero es inevitable pensar en algo como 'El triunfo de la muerte', la pintura devastadora inspirada en los estragos de la peste de Pieter Bruegel. Ahora, cuando vayan al Prado, todos la verán de otra forma.

"Nos planteamos cómo será el futuro, porque igual algunas de estas medidas han llegado para quedarse", dice Elisa Durán

Volver a abrir las puertas a un mundo que ya no es el mismo planteó desafíos similares, pero había una exposición, por un lado, y todo un museo por el otro que suponían en sí mismos un reto añadido. 'Gameplay', la muestra en el CCCB, era puro tacto; era jugar, y había joysticks por todas partes. En Cosmocaixa, lo mismo: tocar siempre fue parte de la experiencia. "Ha sido un reto", dice Durán, de la Fundación La Caixa. "Pero lo hemos resuelto aumentando los educadores y haciendo que estos interactúen en nombre de los visitantes. Además –añade–, buena parte de los módulos se han actualizado". "Nos planteamos cómo será el futuro, porque igual algunas de estas medidas han llegado para quedarse”. En el CCCB, los responsables han eliminado "todos los puntos jugables", y la experiencia directa, imposible ahora, se ha subsanado con vídeos elaborados por el departamento de audiovisuales de la propia institución. Pasará tiempo antes de que la experiencia táctil vuelva a formar parte de la dinámica museística.

Poco a poco

Señal de que una cierta normalidad se instala, la Fundación Joan Miró inauguró el otro día la primera exposición que un gran museo pone en marcha en Barcelona después de la pandemia, 'No me oyes’, de la artista india Nalini Malani. Todo vuelve. Poco a poco, pero vuelve. "Aunque, la verdad, pensábamos que la vuelta a la actividad iría más lenta, y ahora vemos que de golpe se acelera todo", dice Magrans, del MNAC. "Falta mucho para decir que todo está normal, pero los museos queremos ayudar", dice Marko Daniel. Hace unos meses, antes de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud publicó un informe que sostiene que las artes en general y los museos en particular son buenos para la salud. No hay mejor publicidad en un momento como este. 

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