OBITUARIO

Ruiz Zafón, el inventor de la otra Barcelona gótica

El escritor, fallecido de un cáncer a los 55 años, no deja ninguna novela inédita y cerró la puerta a las adaptaciones de sus libros para cine y TV

Visita a Barcelona 8 Carlos Ruiz Zafón, ayer, en uno de los balcones del Palau de la Música.

Visita a Barcelona 8 Carlos Ruiz Zafón, ayer, en uno de los balcones del Palau de la Música.

Ernest Alós

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Hubo un tiempo, antes de la crisis del 2008 y del huracán digital, en que un escritor superventas, pero superventas de verdad, podía aspirar a una cifra de ventas con siete dígitos solo en el mercado español. Uno de los últimos que escalaron esa cima en los buenos tiempos y pugnaron después para seguir en lo alto en los malos fue Carlos Ruiz Zafón, fallecido a los 55 años en Los Ángeles tras batallar durante los dos últimos años y medio con un cáncer. Pocos han encontrado la fórmula que hizo de ‘La sombra del viento’ un fenómeno de masas. La de Ruiz Zafón incluía un mundo propio (una imaginaria y brumosa Barcelona). La reivindicación romántica del mundo del libro y la literatura de género, folletinesca, gótica, fantástica  o detectivesca. La capacidad de alcanzar varios nichos (desde el de las lecturas recomendadas en secundaria al lector que se sentía recompensado navegando por sus esdrújulas sentencias o humoradas). El aura del éxito internacional. El apoyo entregado e incondicional de sus editores, que le hicieron presentar sus últimos tres libros en el Palau de la Música, el Liceu y el templo expiatorio del Tibidabo.

Carlos Ruiz Zafón nació en Barcelona en 1964. Hijo de un agente de seguros, recordaba haberlo acompañado a aquellas oficinas de techos altos, puertas infranqueables y decoraciones de bronce, a los vestíbulos de clientes acomodados: una escenografía que vista desde la altura de un niño cogido de la mano de su padre se agiganta y deforma en el recuerdo y muy probablemente esté en el origen de su imaginario visual. En términos arquitectónicos, más Sagnier que, a pesar de la afición del escritor por los dragones, Gaudí.

Tras iniciar su carrera como creativo publicitario, debutó en 1993 con la novela juvenil ‘El príncipe de la niebla’. Con la dotación del premio Edebé puso rumbo a Los Ángeles con la ambición de profesionalizarse como escritor de guiones y novelas, primero juveniles y después de adultos. El segundo objetivo lo logró con creces: tras ‘El palacio de la medianoche’ (1994) y ‘Las luces de septiembre’ (1995) llegó su primera novela para adultos, ‘La sombra del viento’. Ángeles Caso le birló el premio Fernando Lara del 2010, pero la insistencia de un miembro del jurado, Terenci Moix, hizo que el año siguiente llegase a las librerías.

En la primera crítica publicada del libro, Ricard Ruiz Garzón escribía en el suplemento de libros de EL PERIÓDICO que la novela se dirigía a quien no había olvidado el lector adolescente que fue, “quienes aún pueden disfrutar de una narración magnética, divertida y técnicamente impecable sin importarles que su estilo sea poco innovador o que la trama abunde en requiebros folletinescos de magistral resolución”. Zafón encontró a este lector y siguió buscándolo en sus siguientes libros, hasta componer una tetralogía que debía explicar el pasado de ese Cementerio de los Libros Olvidados sepultado, como una arquitectura de Escher, allí por la calle del Arc del Teatre. Cada uno más marcado por un género: "En 'La sombra del viento' más la novela de aprendizaje, en 'El juego del ángel' [2008] la novela gótica, en 'El prisionero del cielo' [2011] la novela de aventuras y en 'El laberinto de los espíritus' [2016] hay más presencia de la novela de intriga y de misterio", enumeraba tras la publicación de este último. 

¿Qué tienen en común Carlos Ruiz Zafón y Jaume Cabré? Uno y otro fueron superventas en Alemania gracias a una recomendación entusiástica en plena Feria del Libro de Fráncfort (las del 2003 y 2007, respectivamente) del exministro de Exteriores verde Joschka Fischer, gurú literario televisivo en horas libres. En el caso de Ruiz Zafón, este impulso le llevó mucho más allá, hasta traducciones en una cincuentena de lenguas, y lograr combinar el éxito de ventas en un mercado anglosajón impermeable a las traducciones del castellano y los elogios en los suplementos literarios y de sus colegas de profesión que aquí no recibía. La conciencia de su éxito internacional y de público y de la frialdad, cuando no hostilidad, de la crítica literaria española le hizo mantener una relación intensa aunque a distancia con un círculo estrecho de incondicionales. Y más que incómoda con un mundo literario al que se refería con dolida displicencia y con las críticas a las que llegó a responder con diversos vetos, levantados elegantemente a la postre.  

La acogida de ‘La sombra del viento’ (con su recepción internacional justo en unos años en que Barcelona se estaba convirtiendo en un icono turístico global) llevaron a uno de los mayores equívocos sobre la obra de Zafón. Definida por muchos como un retrato de la Barcelona gris de la posguerra, algo que la constante presencia de <strong>desajustes cronológicos o factuales</strong> bastaría para desmentir, no lo era en absoluto. Un equívoco que intentó deshacer con el segundo libro de la tetralogía, que abría una derivación más fantástica de su obra, para encontrarse con una cierta incomprensión de sus lectores que posteriormente intentó compensar en el cierre del ciclo.

En una entrevista con este diario tras la presentación de ‘El laberinto de los espíritus’ aclaraba el carácter de su Barcelona imaginaria: “No estoy haciendo un reportaje o una crónica social en la que estos elementos sean fundamentales. Esta Barcelona es una creación literaria, es un personaje, hay una puesta de escena, una estilización, creamos un mundo que no es el mundo real”.

Ese día definió su ciudad en términos visuales, escenográficos. Con todo, pese a la fascinación por el cine, no debería haber nunca película ni serie de ‘La sombra del viento’. “Yo soy protector de mi obra y no quiero hacer experimentos para exprimir un duro más. Ni la quiero tocar ni quiero que nadie la toque”, explicaba en el 2016. Tampoco habrá, explica su editor Emili Rosales, para quien el escritor era “un hermano mayor”, un libro póstumo. La enfermedad, una vez cerrado su ciclo de novelas, ya no se lo permitió.

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